Así lo indica la publicación del Banco Mundial titulada Commodity Markets Outlook (sus Perspectivas de los mercados de productos básicos), que advierte, no obstante, sobre la incertidumbre acerca de la duración y la gravedad de la pandemia; la dirección de los precios de la energía y los fertilizantes; las fluctuaciones de las divisas; los cambios en las políticas comerciales y en las políticas de apoyo interno, y las posibles alteraciones de las cadenas de suministro mundiales.
Mientras tanto, a nivel regional, la peor plaga de langostas en décadas azotó a 23 países de África, la Península Arábiga y Asia meridional, y devastó cultivos de los que depende el sustento de millones de personas.
El Banco Mundial añade que, en las últimas semanas, los precios del arroz presentaron una tendencia al alza debido a la sequía imperante antes de la COVID-19 y a las medidas de restricción del comercio, pero descendieron hace unos días gracias a los esfuerzos de países como Viet Nam —tercer exportador mundial de arroz— que levantaron las prohibiciones temporales de exportación. Un gran porcentaje del arroz que se consume en África es importado, y la experiencia muestra que las restricciones a la exportación pueden provocar un rápido aumento de los precios mundiales de los alimentos que afecta en mayor medida a los países pobres.
Es lo que ocurrió durante la crisis del precio de los alimentos de 2007 y 2008 y temían algunas organizaciones que sucediera con el COVID 19, cuando un tercio de los países del mundo impuso restricciones al comercio y el número de pobres se incrementó en 150 millones.Hambre y crisis digitales y financieras, entre los 10 grandes riesgos globales oteados por Davos, que en su cumbre mundial de enero no incluyó la pandemia entre sus riesgos para el 2020, como ninguna otra institución. A ello se sumana el hambre si estimada ya entre 370 de los 1.500 millones de escolares afectados por cierres de escuelas, según declaraba la UNICEF a finales de marzo.
Se temían estragos del COVID entre parte de los 2.000 millones de empleos informales de regiones en desarrollo como Latinoamerica y África, donde la pandemia ha llegado más tarde, aunque ya de los 4 millones de infectados en el mundo registrados ayer oficialmente (con EEUU en primer puesto y España en segundo) Brasil aparece en octavo lugar, Perú en el 13, México en el 18, Ecuador en el 21, Chile 22 y Portugal 23
El problema se sumaba al que anualmente sufren 925 millones de personas pasan hambre en todo el mundo según la FA0, por lo que se temia que la pandemia hiciera estragos entre los 2.000 millones de trabajadores y trabajadoras (el 61,2% de una población mundial ocupada de casi 3.300 millones de personas), según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Pero al menos a Latinoamérica y África el COVID llegó más tarde y no aparecen en los primeros puestos de los más de cuatro millones de infectados que superaban este domingo a las 11 horas las estadísticas siguientes oficiales (con EEUU en primer puesto y España en segundo), donde Brasil aparece ya en octavo lugar, Perú en el 13, México en el 18, Ecuador en el 21, Chile 22 y Portugal 23:
Puesto que es crucial mantenerse alerta, el Banco Mundial se sumó a los ministros de agricultura del Grupo de los 20 (G-20) y exhortó a las autoridades a no imponer restricciones a la exportación. El mensaje ha tenido repercusión, y los países del G-20, América Latina y el Caribe, la Unión Africana y la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental manifestaron sus intenciones positivas.
"Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, incluso antes de la crisis actual había 820 millones de personas desnutridas, 135 millones de las cuales padecían inseguridad alimentaria aguda".
incluso antes de la crisis actual había 820 millones de personas desnutridas, 135 millones de las cuales padecían inseguridad alimentaria aguda, según la FAo. Se informa de que, con la disminución de los ingresos, ya hay quienes deben prescindir de algunas comidas. Esta ola de malnutrición tendrá efectos duraderos en el capital humano, especialmente para los niños.
Los alimentos, así como los insumos y los servicios relacionados con ellos, deben definirse como bienes esenciales, para que se asigne prioridad al transporte y se puedan superar de este modo las restricciones del confinamiento, según el Banco Mundial . A los camioneros no les basta con que se los autorice a seguir trabajando. Necesitan servicios de mecánica y otros servicios conexos para continuar entregando alimentos a los mercados. Lo mismo se aplica a los insumos agrícolas. El flujo constante de semillas, fertilizantes y piezas mecánicas —en muchos casos, transfronterizo— será decisivo en los próximos 6 a 12 meses. Y debemos reconocer a la multitud de empresas, incluidas las pymes (muchas de ellas, informales), que proveen de suministros a los agricultores y llevan los alimentos de la finca a la mesa del consumidor, e idear políticas que las mantengan a flote.
"El Banco Mundial estima que el número de personas que viven en la pobreza extrema aumentará entre 40 y 60 millones en los próximos meses, según la envergadura de la crisis económica".
Es importante asegurar que las personas no solo puedan acceder a los alimentos básicos, sino que también dispongan del dinero necesario para adquirirlos. En promedio, a los alimentos se destina hasta el 60 % de los gastos de los hogares en los países de ingreso bajo y hasta el 40 % en las economías de mercado emergentes y desarrolladas. La recesión económica y la pérdida de los medios de vida deterioran rápidamente la seguridad alimentaria de millones de personas, en particular si el precio de los alimentos se incrementa. El Banco Mundial estima que el número de personas que viven en la pobreza extrema aumentará entre 40 y 60 millones en los próximos meses, según la envergadura de la crisis económica.
Por lo tanto, dice la entidad que se necesitarán redes de protección social para los más pobres y vulnerables, como parte de la etapa en curso y la etapa siguiente de la asistencia de emergencia por la COVID-19. Muchos países están usando esas redes para responder. Sin embargo, es preciso hacer mucho más para compensar las pérdidas de ingresos, apoyar a las empresas y promover la resiliencia económica. En los países más pobres, las redes de protección y los programas de inclusión social siguen teniendo presupuestos, cobertura, niveles de beneficios y flexibilidad limitados, y tendrían que ampliarse considerablemente para afrontar una crisis de esta magnitud.