jueves,18 agosto 2022
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El futuro de la Universidad: Conversando con Angel Gabilondo

Futurolandia
Hace unos años tuve la oportunidad de colaborar con el profesor Gabilondo en su etapa como Rector de la Universidad Autónoma de Madrid y, en particular, en la preparación de su Plan de Excelencia. He conocido la claridad de ideas, la capacidad de negociación y la fineza intelectual de este profesor de Metafísica en su lucha por construir una Universidad y un sistema educativo adecuado a las exigencias del presente y a los retos del futuro.

Su punto de partida: convertir pensamiento en acción política en que "me interesa la innovación, lo atrevido y lo discutible…Nos hallamos ante un importante desafío y en condiciones de afrontarlo. Ello resultará exigente. Todo el sistema universitario se encuentra en un momento crucial de transformación y no sólo en nuestro país. Ni siquiera tampoco exclusivamente en el denominado espacio europeo. Más bien cabe decir que nuestra situación obedece a la necesidad de dar respuesta a esta coyuntura. Podemos tratar de ignorarla y proseguir en nuestra labor indiferentes a lo que ocurre, pero ante este nuevo rostro de la sociedad y en un ámbito de proliferación de universidades hemos de estar a la altura de los nuevos requerimientos”.

Con motivo de la publicación de un libro sobre estas cuestiones (A. Pulido, El futuro de la Universidad. Un tema para debate dentro y fuera de las universidades, Delta 2009) le hice algunas preguntas cuyas respuestas creo siguen siendo de actualidad.

 

1.-La Declaración de Bolonia es un punto de referencia en la transformación de las universidades europeas. Sin embargo, el proceso de adaptación va relativamente lento y cuenta con muchos escépticos e incluso con fervientes enemigos. ¿Consideras que esa transición hacia las grandes líneas definidas en Bolonia es una tarea menor de carácter administrativo o toda una nueva estrategia para el aprendizaje, la investigación y las relaciones con la sociedad?

Las universidades necesitan una transformación, con o sin Bolonia. Por tanto, debemos entender que estos acuerdos a escala europea nos brindan una ocasión para acometer estos cambios dentro de un marco general que debe ser abierto, plural y flexible.

Por supuesto existen peligros de interpretar Bolonia como la defensa de un espacio cerrado, que dé las espaldas a otras zonas del mundo, como Asia o América Latina. O aceptar la “mercantilización” como criterio de la acción universitaria. Pero estos son peligros que pueden evitarse siempre que se cumplan las exigencias de apertura, pluralidad y flexibilidad en la aplicación del Espacio Europeo de Educación.

 

  1. Ya que mencionas la exigencia de apertura a otras zonas del mundo como Latinoamérica ¿cómo valoras la situación actual y las posibles acciones de futuro?

Las universidades latinoamericanas son muy diferentes entre sí y, por tanto, plantean posibilidades de colaboración dispares. La diversidad va desde centros de prestigio como el Instituto Tecnológico de Monterrey o la Universidad Autónoma de México, a lo que allí se conoce como “enseñaderos”.

En todo caso, el papel de las universidades españolas es contribuir a la construcción de la sociedad latinoamericana del conocimiento, creando un espacio común de confianza. Es necesario trabajar en marcos o procedimientos comunes, crear una especie de Erasmus para Latinoamérica, intensificar la movilidad de profesores y alumnos.

 

  1. “Hay que devolver a la sociedad los esfuerzos que ésta hace por la Universidad” ¿Cuáles deben ser las consecuencias prácticas de esta afirmación tuya para la universidad europea y española en particular?

 El gran reto es profundizar en el cambio cultural que exige dar a las universidades el papel que debe corresponderles en la nueva sociedad del conocimiento. Desde dentro y fuera de las universidades, garantizar su rentabilidad social exige “abrir las cabezas”. Para los profesores en particular, supone admitir que es la institución quien genera y transmite conocimientos, lejos de concepciones de patrimonialización personalista.

 

  1. En todo caso, hay quienes defienden que los políticos y la sociedad en general deben opinar sobre la universidad y compensar una mayor autonomía de gestión con un fortalecimiento de su rendición de cuentas, mientras otros piensan que cualquier ingerencia externa lleva consigo el peligro de introducir presiones parciales y objetivos a corto plazo ¿Qué opinas al respecto?

La universidad no puede tener desconfianza de la sociedad. La rendición de cuentas y la transparencia son nuestra obligación. La sociedad tiene derecho a tener una opinión crítica de la universidad, como ésta puede y debe enjuiciar los más diversos aspectos de la realidad social.

 

  1. Como gestor universitario tienes una visión amplia de la enseñanza y la investigación en los diferentes campos del saber. Hay muchos profesores que piensan que la evaluación de su actividad está sesgada por los criterios habitualmente utilizados para medir la calidad de su esfuerzo ¿Cuál es tu opinión? 

Es evidente que hay muchas maneras de ser profesor, como también lo es que lo que no se evalúa se devalúa. Por tanto, hay que evitar entronizar criterios parciales de valoración. Nuestra obligación es poner en valor y establecer objetivos de mejora para las distintas actividades de un profesor universitario.

En particular, en el ámbito de las Ciencias Sociales y Humanas habría que plantearse si hemos acertado con los criterios utilizados. Habrá que pensar en otros criterios posiblemente más adecuados. No debemos tener miedo a mirar y remirar cuál es la evaluación más justa.

 

  1. En uno de sus informes sobre evaluación institucional, la European University Association constata que uno de los grandes defectos al establecer objetivos operativos para las universidades europeas, es el deseo utópico de ser excelentes en todas las áreas de actividad y para todos sus centros ¿Cómo compatibilizar homogeneidad y excelencia?

Cada universidad debe encontrar sus señas de identidad, su singularidad y su propia estrategia. Marcar la identidad propia supone, por principio, que la búsqueda de la excelencia total y generalizada es un disparate.

 

  1. El problema es que con la fuerte dispersión de las universidades públicas en España, es difícil conseguir que todas impartan todo tipo de grados, masters y doctorados y que sean competitivas en investigación básica y aplicada en todos sus centros, departamentos y profesores ¿Hasta dónde recomiendas llegar en la estrategia de diversificación y especialización de universidades? 

La necesidad de que cada universidad busque su propia identidad ejerciendo la autonomía que debe corresponderle, exige una acción integrada en que todos sus componentes contribuyan a la tarea común. Los recursos humanos de una universidad no son propiedad de individuos ni grupos. Los profesores no pueden colgar en su puerta el cartel de “No molestar; estoy haciendo currículo”. El cambio cultural que impone la búsqueda de calidad y Bolonia, no debe llevar a enrocarse a nivel individual en una especie de competencia que lleva al aislamiento. Debe entenderse como una oportunidad personal e institucional y no como una amenaza.

 

 

  1. En el programa de las  elecciones a rector , indicabas que incluso una universidad que cuenta con magníficos profesionales y equipos solventes, precisa de estructuras y organización más activas, más ágiles, más flexibles, más claras. Con carácter general ¿en qué sentido crees que debe evolucionar la gobernanza de nuestras universidades?

Necesitamos una asunción de la responsabilidad de las decisiones y del riesgo de equivocarse. Hay que evitar procesos lentos y en los que se diluye esa responsabilidad.

Creo que la clave no está en la forma de elegir a un Rector, sino en la capacidad para generar equipos coordinados con una tarea en común. No digo que sea mi opinión, pero debemos saber que ya existen algunas iniciativas en esta dirección, como en la UNAM de México en que el Rector elige a los decanos como parte de su equipo de confianza.

 

  1. En particular, en tus escritos te muestras partidario de articular a través del Consejo Social las relaciones de la Universidad con su entorno profesional, económico y social y dar cuenta a la sociedad de la utilización de los recursos financieros que ésta ha puesto a su disposición. Sin embargo, los Consejos Sociales siguen teniendo en las universidades españolas un papel no excesivamente relevante ¿Cuáles serían tus propuestas para potenciar su participación efectiva?

Lo primero que quiero subrayar es que los Consejos Sociales nos han ayudado mucho a los rectores en temas claves de la gestión universitaria. Han constituido una pieza clave en la complicidad para transformar. Si después “descafeinamos” su capacidad de gestión, no podemos quejarnos de que su acción nos sepa a poco. Pienso que su potenciación debe ser una prioridad para el proceso necesario de cambio de universidad española.

 

 

  1. Hay opiniones para todos los gustos sobre el ámbito espacial de actuación de una universidad ¿Deben todas buscar la internacionalización de profesores y estudiantes? ¿Pueden algunas proponerse como objetivo propio preferente el servicio a la comunidad, nacional o local, en que están instalados?

Vincularse al desarrollo social de la zona en que residen, debe ser uno de los objetivos de la estrategia universitaria. Pero ello no equivale a optar por localismos frente a internacionalización. Si una universidad es buena, contribuye al desarrollo local y busca ser internacional en todos los sentidos. Ambos objetivos son compatibles.

Caben incluso señas de identidad comunes a las universidades de una región pero siempre con un carácter abierto. Más que hablar, por ejemplo, de un Espacio Madrileño de Educación Superior, preferiría referirme a la marca Madrid como banderín de enganche, abierto y con capacidad de integrar a otras instituciones españolas o internacionales.

  1. En diversas ocasiones has hablado de la conveniencia de potenciar la transversalidad de titulaciones y la investigación multidisciplinar ¿Hasta dónde piensas que pueden y deben llegar los planteamientos transdisciplinares?

Es cierto que en muchas ocasiones los planteamientos transversales y multidisciplinares sólo son una disculpa para priorizar proyectos y buscar nuevos recursos. Pero insistir en esa línea es una de las exigencias de la nueva universidad que necesitamos.

 

  1. Por último una pregunta especialmente comprometida pero casi inevitable: ¿Cómo te imaginas una universidad  dentro de 10 ó 15 años? ¿Qué tipo de alumnos tendrá? ¿Será importante la enseñanza a distancia? ¿Se enseñará en inglés? ¿Las tasas académicas se acercarán más al coste efectivo?

En cuanto a alumnos creo que las universidades caminan hacia una mayor variedad de su composición, con personas de otros países y de edades muy variadas en busca de nuevos conocimientos. No creo que vaya a haber más alumnos, pero sí una composición diferente. Incluso fenómenos relativamente recientes como el de la inmigración han de tener su reflejo en la universidad.

Respecto a la enseñanza a distancia parece evidente que abre múltiples posibilidades. El requisito es que sean mensurables cantidad y calidad de ese tipo de enseñanza.

El tema del inglés creo que es previo a la enseñanza universitaria. Un futuro bachiller debería llegar a nuestros centros con un conocimiento adecuado de su propia lengua y con un cierto dominio de un par de idiomas, que vaya más allá de ese papanatismo de algunos de considerar que uno puede defenderse utilizando 600 palabras. Experimentalmente, podemos empezar a utilizar alguna docencia impartida progresivamente en inglés.

Con relación al tema de las tasas académicas, considero que el debate debe realizarse a fondo, con valentía y en el contexto adecuado. Se trata de revisar todo el modelo de financiación de las universidades, conscientes de que actualmente se paga algo así como el 10% de su coste real. En este contexto puede debatirse sobre la política más adecuada de tasas, pero también de becas

Antonio Pulido http://www.twitter.com/@PsrA

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