viernes,19 agosto 2022
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La lucha por la verdad y el poder

Juego de Tronos en Economía

Futurolandia
Las luchas por los tronos no son exclusivas de las ansias de poder que rodean al Señor de Invernalia o al Rey de los Siete Reinos, como en la novela de George Martin. En el amplio campo de la economía académica existen luchas continuas por la posesión de "la verdad" y por alcanzar el prestigio de los grandes gurús de este campo.Los combates no son sólo individuales sino también,muy principalmente, entre escuelas de pensamiento, que pueden degenerar incluso en sectas que sólo admiten su verdad.

En un pasado post, ¿Por qué los economistas no se ponen de acuerdo?, señalaba que había múltiples razones para que los economistas (profesionales o aficionados) tuvieran opiniones diferentes sobre los temas más variados de su campo. A veces son sesgos, interesados o no, de carácter ideológico. En ocasiones se trata de experiencias, información  y conocimientos diversos. Pero, en el fondo, es la consecuencia de una ciencia social que trabaja en el complejo entramado de las decisiones de individuos o instituciones, donde no hay leyes fijas de comportamiento, sino respuestas a las circunstancias múltiples (económicas, sociopolíticas, tecnológicas,…) de un mundo en  continuo cambio.Pero una cosa es que no haya leyes fijas e inmutables y otra es que sea un territorio  arbitrario sin leyes. En las ciencias más duras, como la física, hay leyes que se cumplen siempre (al menos dentro de unos límites)… ¿y en economía?

En sus inicios, la naciente ciencia económica se construye a partir de razonamientos lógicos, deduciendo leyes a  partir de unos axiomas fundamentales que parecen acordes con la acción humana. Los tronos son ocupados por los creadores de lo que hoy día denominamos "economía clásica" (Adam Smith, Ricardo, Stuart Mill…). Pero, poco a poco, la pura deducción lógica de leyes inmutables, al estilo de las ciencias naturales, va dando paso a otras leyes cambiantes o "históricas", que dependen de valores, gustos e instituciones que se transforman en el tiempo. Los tronos de la ciencia económica van pasando rápidamente a escuelas de pensamiento diversas. Unas, más inclinadas a analizar esas realidades cambiantes, como la escuela histórica alemana, el socialismo científico de Marx y las escuelas institucionalistas austriaca o americana. Otras, como diversas lineas de revitalización de los planteamientos deductivos clásicos hasta llegar a la Teoría General de Keynes.

Pero las escuelas de pensamiento post-keynesianas no sólo afrontan nuevos retos (como la importancia del monetarismo o los ciclos económicos) si no que tienen que dar respuesta al papel que se concede a la  información estadística disponible, como herramienta de validación y progreso de las diferentes teorías económicas. Con la múltiple y creciente información económica  ¿no se pueden establecer leyes empíricas válidas para un país o una empresa en un momento dado?

Sobre esta cuestión hay dos posiciones extremas: la de quienes tienen una confianza plena en que los datos permiten validar o rechazar teorías y concretar, en cada caso, esas leyes; y la de los que niegan incluso la posibilidad de establecer relaciones numéricas entre variables, al menos con carácter general y como herramienta útil de ayuda a la toma de decisiones económicas. Es un tema complejo de metodología, propio de especialistas, pero que tiene importantes implicaciones de carácter práctico.

Para mis seguidores no especializados hay que hacer, previamente, una referencia . a los "modelos econométricos", como la forma más habitual y evolucionada de establecer relaciones empíricas entre variables. En el caso más simple, si partimos de una relación causal entre p. ej. el consumo de los hogares y la renta disponible, podemos cuantificar una relación funcional a partir de datos de diferentes años para uno o varios países.

Pongamos ahora juntas múltiples variables en diversas ecuaciones para explicar el crecimiento de una economía, su nivel de paro o de endeudamiento y tendremos una especie de "maqueta numérica simplificada". Si conseguimos una aproximación suficiente al funcionamiento de la realidad, disponemos de una herramienta que permite comprobar la veracidad de supuestos teóricos (aunque su validez se limite a un un caso concreto), valorar la efectividad de políticas económicas alternativas o  predecir evoluciones a futuro, al menos si no hay grandes cambios de funcionamiento respecto a la realidad observada.

Admitir esta situación óptima y otorgar validez de generalidad a los resultados si repetimos experiencias en distintos contextos, lleva a una posición metodológica a la que he denominado en algunos de mis libros como "La Gran Ingenuidad". Existen muchos motivos para que falle la "maqueta" a la hora de explicar una realidad económica, aunque aquí sólo me referiré a algunos de los más relevantes:

El primero es la relativa arbitrariedad a la hora de seleccionar las variables del modelo. La ideología, la experiencia y los recursos del modelizador, condicionan la selección inicial de variables. Y si no se introducen ciertas variables, no sólo no saldrán nunca como relevantes, sino que dejarán hueco para que ganen peso otras que pueden ser más secundarias.

El segundo motivo es la limitación de información disponible , las alternativas de cómputo y la discrepancia entre fuentes de datos. Si no disponemos de información de alguna variable, o la descartamos o la estimamos indirectamente a través de indicadores o "proxys".

El tercero es la posibilidad de utilizar periodos temporales más o menos amplios o seleccionar países de comparación (datos trasversales). Naturalmente cabe la posibilidad de que la selección sea interesada para llegar a  ciertos resultados pero, sobre todo, evidencia que incluso con un mismo modelo de partida puede llegarse a resultados diferentes.

Aún caben añadir las alternativas técnicas disponibles a la hora de "estimar" los coeficientes del modelo o de introducir "factores de ajuste". En resumen, es ingenuo aceptar que un modelo econométrico tiene la garantía de proporcionar una visión objetiva y sólidamente fundada del funcionamiento empírico de la economía de un país, sector o empresa. Menos aún que sea la herramienta que resuelve el arduo problema de evaluar o construir leyes o teorías de validez general.

Frente a la gran ingenuidad extrema está la posición radical que niega el pan y la sal a todo ejercicio de cuantificación, con argumentos (a mi entender de validez sólo parcial)   sobre olvido de lo cualitativo en una ciencia humana, definición instrumentalista de conceptos, correlaciones espúreas tomadas como causalidades u otras múltiples limitaciones que muchos reconocemos de partida, pero que no permiten renunciar a una herramienta que tiene gran valor, siempre utilizada con prudencia.

Por la actualidad de la polémica y su proyección a través de las redes sociales voy a referirme a un post del  economista norteamericano Noah Smith (@Noahpinion) que me sugirió mi amigo y activo tuitero @Manuj_Hidalgo hace unos días, titulado  Russ Roberts and the new empirical world,  que recogía las conversaciones de Roberts con otros economistas en el blog que éste dirige (@EconTalker). Su posición de partida está en linea con la moderna Escuela Austriaca de Economía (Menger, Hayek, Mises…), muy crítica con el papel del empirismo en la ciencia económica.

Utilizando las palabras de uno de los más destacados seguidores de esta escuela en España, Jesús Huerta de Soto (Estudios de Economía Política, 2004, pag. 60) : "Las ciencias naturales desconocen por completo las causas últimas de los objetos que estudian. Por el contrario, las ciencias sociales o, mejor dicho, las ciencias de la acción humana, se encuentran por completo dentro de la órbita del propósito o de la acción dirigida para conseguir determinados fines concretos; son ciencias teleológicas y su método ha de ser, por tanto, plenamente esencialista". No caben en economía planteamientos "positivistas" a lo Popper, sobre si es o no "falsable" una proposición en base a la observación. "La información que proporciona la experiencia histórica no puede utilizarse para construir teorías y predecir eventos futuros" (pag.64).

Como consecuencia de estos planteamientos, "la Econometría no es más que un puro juego de niños que en nada contribuye a elucidar los problemas económicos de la realidad"(pag.66). Respecto a la predicción económica se afirma que no hay posibilidad de un conocimiento científico (objetivo) del futuro, limitándose las posibilidades a un conocimiento práctico (subjetivo). "Corresponde , pues, al hombre en general y al empresario en particular realizar predicciones sobre la evolución futura de los acontecimientos, utilizando para ello sus conocimientos teóricos y su experiencia. Pero el científico de la Economía de ninguna manera, como tal científico, puede efectuar predicción concreta alguna, es decir de naturaleza cuantitativa, geográfica y temporal determinada"(pag.75).

En resumen, planteamientos difíciles de compartir por la mayoría de los profesores de economía de las más diversas escuelas, a pesar de incorporar componentes parcialmente aceptables. Volviendo a Russ Roberts, su radicalismo inicial parece más moldeable después de diversas charlas en red con economistas más inclinados hacia una economía empírica que cada día gana en peso, aunque  exigen una "revolución en credibilidad" que permita un diseño experimental adecuado para identificar efectos causales. Reconocen que los resultados empíricos deben interpretarse con humildad y que una aparente evidencia empírica puede mal- utilizarse ideológicamente para confirmar posiciones previas. Pero también que esa petición de humildad y duda, si no más, debe aplicarse a las interpretaciones puramente teóricas.

Más humildad en los tronos de las diferentes escuelas creo que ayudaría a aprovechar mejor los escasos recursos conceptuales y empíricos de los que la Economía dispone para tratar de entender, explicar, aventurar futuros inciertos o proponer políticas de actuación.

Antonio Pulido twitter.com/PsrA 

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