jueves,18 agosto 2022
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Adrià Morron, economista de CaixaBank Research:

«La automatización trae efectos redistributivos, pero amplía el bienestar potencial del conjunto»

Redacción
La automatización conlleva efectos redistributivos, pero amplía el bienestar potencial del conjunto de la sociedad, dice el economista de CaixaBank Adrià Morron. La clave aconsejada frente a ello en una entrevista para Ibercamous es que las personas potenciemos nuestra creatividad y nuestras habilidades sociales. ¿Políticas? Desde potenciar infraestructuras y educación a velar más para que las primeras empresas en llegar no abusen de un poder de mercado excesivo que impida la entrada a otras.

Adrià Morron, economista de CaixaBank Research, vaticinó que un 43% de los puestos de trabajo actualmente existentes en España tienen un riesgo elevado (con una probabilidad superior al 66%) de ser automatizados a medio plazo, mientras que el resto de los puestos de trabajo quedan repartidos a partes iguales entre el grupo de riesgo medio (entre el 33% y el 66%) y bajo (inferior al 33%). He aquí sus respuestas a algunas de nuestras preguntas:

Sus trabajos sugieren que los robots también elevarán las desigualdades. ¿En qué ámbitos principales sucederá, además de entre quienes tienen trabajo y quienes no?

Tradicionalmente, la automatización ha afectado a tareas repetitivas, tanto manuales como cognitivas, que van asociadas a puestos de trabajo con salarios medios. Este proceso, en los últimos cuarenta años, ha provocado una reasignación del empleo hacia ocupaciones con salarios más altos y más bajos. De ahí que se apunte como una de las causas de la desigualdad. Los nuevos avances tecnológicos (inteligencia artificial, sensores visuales, etc.) tienen el potencial de ampliar la automatización a tareas no repetitivas, siempre que no sean exigentes en términos de creatividad e inteligencia emocional, y que están más presentes en ocupaciones de salarios más bajos. Por ello, la clave es que las personas potenciemos nuestra creatividad y nuestras habilidades sociales, sea cual sea nuestra ocupación.

¿Qué territorios, profesiones y sectores serán en España a priori los más afectados por esas tendencias?

Como comentábamos antes, la automatización afecta a tareas principalmente repetitivas pero también a aquellas no repetitivas que no sean exigentes en términos de creatividad e inteligencia emocional. Así, a priori, profesiones creativas (por ejemplo, artistas) y que requieran habilidades como la empatía (pensemos en el médico de familia) y la capacidad de comunicar y motivar (algo cada día más importante en la profesión de economista) se ven menos afectadas, mientras que aquellas profesiones menos exigentes en estas cualidades tienen un mayor riesgo de automatización. Pero enfatizo los términos “tareas” y “a priori”: las profesiones se reformulan continuamente y, en este proceso, se pueden volver menos susceptibles a la automatización. Por ejemplo, con el desarrollo de programas estadísticos sofisticados, los economistas delegamos los cálculos repetitivos al ordenador y nos centramos más en tareas como el avance intelectual de nuestra disciplina y la comunicación de los conocimientos al conjunto de la sociedad. Lo mismo aplica a los sectores. Por ejemplo, asociar robotización con la pérdida de peso del empleo en las manufacturas es solo una parte de la historia. Paralelamente, la industria ha desarrollado una economía terciaria a su alrededor que genera empleos en las etapas de preproducción (como los diseñadores de coches) y postproducción (vendedores, servicios de mantenimiento, etc.).

¿Qué márgenes le quedan a España de actuación en sus principales políticas públicas y estrategias privadas?

Frente al cambio tecnológico, hay tres direcciones de actuación clave para las políticas públicas: agilizar la implementación de las nuevas tecnologías, paliar sus impactos negativos a corto plazo y potenciar la educación como mecanismo de adaptación al nuevo entorno. En primer lugar, propiciar que las nuevas tecnologías se puedan trasladar rápidamente a la economía facilita que se creen nuevas empresas y nuevas ocupaciones. En esta dirección, los Gobiernos podrían, por un lado, favorecer infraestructuras básicas y eliminar barreras institucionales que dificultan la difusión tecnológica. En el caso europeo, por ejemplo, se puede avanzar en la creación de un mercado único digital que aumente los beneficios potenciales de las empresas y los individuos. También sería positivo adaptar la legislación para dar mayor facilidad a la creación de empresas y start-ups, así como velar más para que las primeras empresas en llegar no abusen de un poder de mercado excesivo que impida la entrada a los competidores. En segundo lugar, para los trabajadores negativamente afectados es importante que existan unas políticas de empleo pasivas y activas adecuadas para ayudar a que encuentren un nuevo trabajo. La economía digital ha permitido, a su vez, que hayan aumentado algunas modalidades de trabajo, como el trabajo a tiempo parcial, los autónomos o los trabajadores de la economía gig. En este sentido, la regulación laboral debe adaptarse para englobar las nuevas relaciones de trabajo, porque ya no responden a los patrones clásicos. Finalmente, las políticas públicas deben facilitar que la fuerza laboral tenga las habilidades adecuadas para sacar provecho de las nuevas tecnologías en el mercado laboral, en particular en tareas complementarias a las automatizables, mediante políticas educativas y de formación.

Todo ello obligará a las familias a adaptar la educación informal y formal ¿Cómo hacerlo mejor a la luz de las tendencias indicadas por sus estudios?

Una buena política educativa es crucial para que los avances tecnológicos no nos lleven al clásico dilema entre eficiencia y equidad. En el siglo XXI, es imposible concebir la educación como un simple proceso de transmisión de información. Frente al énfasis tradicional en la memorización, en una era digital y de rápida evolución tecnológica, la educación debe enseñar a aprender. Para aprovechar el potencial tecnológico, el énfasis de la educación debe centrarse en el desarrollo de habilidades, como el pensamiento crítico, la capacidad de resolución de problemas, la creatividad y la innovación, la cooperación, la capacidad de hacerse preguntas y las habilidades comunicativas. Además, la formación digital es clave para todo trabajador porque internet se convierte en la puerta de entrada a un nuevo mercado laboral. En este sentido, también hay que tener en cuenta que la emergencia de la gig economy puede provocar relaciones laborales menos estables y más diversificadas, con lo que es importante potenciar una formación continuada a lo largo de la vida profesional que facilite la capacidad de adaptación de los trabajadores.

¿Cómo valora usted que Bill Gates pida que tributen los robots?

La automatización conlleva efectos redistributivos, pero amplía el bienestar potencial del conjunto de la sociedad. El reto político es encontrar las herramientas que permitan que este enriquecimiento sea compartido por todos. Una de ellas ya la hemos mencionado: la educación. Pero, como Bill Gates pone sobre la mesa, también tiene que haber un debate sobre el papel de la tributación. Es una cuestión compleja porqué habrá que tener en cuenta cómo conseguir una distribución justa de la riqueza generada sin desincentivar la implementación de nuevas tecnologías. Cada sociedad deberá escoger cómo quiere definir el término “distribución justa”. Pero no es solo un debate político. Los retos técnicos sobre cómo, dadas unas preferencias sociales, la política tributaria debe adaptarse a los avances tecnológicos son de gran magnitud. Hay muchas propuestas, pero sabemos poco sobre su efectividad. La realidad es que es una discusión abierta sobre la que, entre los economistas, no hay todavía una respuesta definida.

¿Cambiarán con ello también las prácticas de RSC e ISR de las empresas? ¿Hacia qué direcciones?

La RSC es clave para que la actuación empresarial contribuya a que los beneficios del cambio tecnológico se filtren al conjunto de la sociedad. En este sentido, es relevante el concepto de "stakeholder capitalism", frente al tradicional de "shareholder capitalism". Cuando la visión y los objetivos empresariales integran los intereses de todos los stakeholders (clientes, accionistas, empleados y el conjunto de la sociedad) nos movemos hacia una ética empresarial que facilita el funcionamiento armónico de las economías modernas. 

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