jueves,18 agosto 2022
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Angel Luis Vazquez - Economista - Mediador Civil, Mercantil

La empresa familiar, un reto para los mediadores

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La empresa familiar quizás sea uno de los segmentos empresariales donde mejores resultados puede dar la mediación como sistema de resolución de conflictos, pero también es donde más difícil se lo van a poner al mediador, por lo que este tipo de mediación se convierte en un desafío para el mediador.

La mediación en la empresa familiar, ni es solo una mediación familiar, ni tampoco una mediación exclusivamente empresarial, pues aunque el conflicto sea de este segundo orden; debajo del mismo subyacen o pueden hacerlo motivos propios de las relaciones familiares, las cuales hacen que, en muchos casos, la postura ante el conflicto sea mucho más enconada y visceral que en un caso normal.

Tenemos que ser conscientes de que, en una empresa familiar, lo normal es que bajo la superficie existan unas relaciones familiares que, a lo largo del tiempo, han desarrollado una historia, una experiencia y unos sentimientos que, aun no manifestados a simple vista, se expresen en forma de rencor (por acontecimientos en el pasado), envidias (entre hermanos, cuñados, etc.), competitividad (entre hermanos, cónyuges, ..), funcionales (qué es lo que hace cada uno en la empresa), e incluso afectivos (del tipo: “me quieres menos que a …”), y normalmente son estos sentimientos los que realmente están condicionando la resolución de conflicto y hasta que las partes no tomen conciencia tales circunstancias, va a ser muy difícil encontrar una solución a los problemas mercantiles.

No debemos olvidar nunca que, en nuestra escala interna de poder, la emoción siempre está encima de la razón, por lo que hasta que los aspectos emocionales no estén resueltos, no va poder entrar a jugar la razón.

Otro aspecto importantísimo son las creencias y valores que sustentan la cultura de la empresa familiar, creencias tan arraigadas que, en algunos casos, rozan la categoría de lo sagrado y resultan, por lo tanto, incuestionables para sus miembros, y en la cúspide de esta cultura suele estar un “patriarca”, quien ha creado la empresa y con su esfuerzo, sacrificio y entrega, es el que la ha conducido al éxito.

Precisamente, es el propio “patriarca”, el primer escollo a sortear por el mediador, pues incluso siendo él quien haya solicitado los servicios del mediador, en relación, por ejemplo, a abandonar el papel de líder en el proceso de mediación; el mediador debe dejar claro desde el principio del proceso que su papel no es el de un abogado o un consultor, a quien le pagan por prestar unos servicios y presentar un informe con sus conclusiones.

Con la apropiada empatía, el mediador tiene que trasladar al “patriarca”, que es un profesional altamente cualificado, a quien le van a pagar por resolver un conflicto, que el proceso es totalmente voluntario y que el promotor del mismo puede contratarle, o no, pero nunca puede, ni tiene, ni debe decirle cómo hacer las cosas, pues ese es su trabajo.

Una vez superado el primer escollo, el mediador tiene que obtener “la legitimación” del resto de la familia, porque de lo contrario nos van a ver como “un extraño” y se van a activar todos los mecanismos emocionales de defensa, haciendo nuestra labor prácticamente imposible.

Para obtener el respeto a nuestro trabajo del resto de miembros de la familia es fundamental explicar en qué consiste la mediación y, sobre todo:

• Que la mediación se basa en el principio de autodeterminación de las partes. Nuesro rol no es el de un abogado o el de un consultor, ni tampoco el de un terapeuta, por lo que tienen que asumir que, en sus manos, está la solución y de ellos es la responsabilidad de obtenerla.

• Que, por voluntad de la Ley y por código deontológico, somos neutrales e imparciales ante el proceso y que, independientemente de quién nos haya contratado, nuestro único objetivo es la resolución del conflicto en sí mismo con independencia de los intereses de las partes.

• Que, por voluntad de la Ley y por código deontológico, todo el proceso es confidencial, y lo que cada parte pueda decir al mediador está sujeto a esa confidencialidad. Es decir, el mediador no va a dar ninguna información a nadie respecto de lo que dice, opina o le comunica otra parte en el proceso.

Si conseguimos superar esta etapa, podremos empezar la labor de mediación y aunque al principio nos verán como un bicho raro, si lo hacemos bien, poco a poco se irán abriendo los canales de comunicación entre el mediador y las partes, y entre las partes entre si, y con un poco de suerte y mucho “saber hacer” al final puede llegarse a un acuerdo asumible por todos que solucione el conflicto, de estabilidad a las relaciones familiares y haga sentirse bien a todo el mundo ….. esto es la mediación

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