viernes,19 agosto 2022
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La negociación del poder

Goliardos s.XXI
Cuando comprobamos que algunos políticos se convierten en mercaderes del Poder, empiezas a perderles el respecto. No puedo soportar éticamente ese mercadeo de los votos de nuestros delegados electorales, ya que los convierte en mercachifles.

No me refiero a Pedro Sánchez, sino a aquellos que sabiendo la necesidad de que éste de sus votos para poder ser proclamado Presidente del Gobierno negocian con propuestas que van más allá de la Constitución, pidiendo, por ejemplo, que se comprometa a realizar un referéndum en Cataluña, cuando saben que es una promesa imposible pues la Ley de Leyes no se lo permite. Lo que tendrían que hacer es luchar por cambios en la Constitución,  hecho con el que estaríamos de acuerdo gran cantidad de ciudadanos españoles,  pero sin olvidar lo que afirmaba José Ortega y Gasset en su libro La España invertebrada: “Pero esta suplantación de lo real por lo abstractamente deseable es un síntoma de puerilidad”. O como afirmaba Cervantes cuando se refería a lo imposible en La Galatea: “ La causa es –dijo- que no cabe en razón natural que las cosas que están imposibilitadas de alcanzarse, puedan por largo tiempo apremiar la voluntad a quererlas, ni fatigar al deseo por alcanzarlas, porque el que tuviese voluntad y deseo de alcanzar lo imposible, claro está que, cuanto más deseo le sobrase, tanto más el entendimiento le faltaría”

Ésta es la nueva casta política que rompe con algunos de sus preceptos al entrar en contacto con el Poder, cuyo temprano éxito les ha contaminado intelectualmente, como dijo nuestro filosofo José Ferrater Mora en su obra Ventana al mundo.

Esa forma de negociar, poniendo en riesgo la expulsión de un gobierno de extrema derecha, que la legislación me impide calificar de otra manera, para conseguir el cambio gubernamental, propicia el uso de técnicas mercuriales de la peor especie. Sus efectos secundarios sobre los ciudadanos son la desconfianza y la generación de una opinión que de alguna forma atenta contra el sistema democrático europeo.

Esa característica del ser humano que es la ambición, cuando pierde el control, se convierte en desdicha, y sólo puede transmitir desgracia. “Aprended a limitar vuestras ambiciones; es un funesto delirio suspirar por lo que no se puede tener”, decía un sabio. De esta forma en la educación humana y social se debería transmitir la aplicación de la autocrítica y del auto análisis.

A lo largo de la historia tenemos numerosos ejemplos de los grandes desastres que produjeron las ambiciones incontroladas, y en este caso deberíamos tener en cuenta que pedir lo imposible podría consolidar en el gobierno a la extrema derecha, que volvería a dar el poder delegado de los ciudadanos a la industria financiera. Hecho que propiciaría el aumento, aún más, de las diferencias sociales y que la banca siguiera legislando a su favor, olvidando a los ciudadanos comunes. Suspiremos por ambiciones que podamos disponer por justicia y con razón que nos corresponden. Difícil ejercicio.

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