jueves,18 agosto 2022
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Mercachifles

Goliardos s.XXI
Cuando comprobamos que algunos políticos se convierten en mercaderes del Poder empiezas a perderles el respecto. Éticamente no puedo soportar el mercadeo de votos de nuestros delegados electorales, ya que los convierte en mercachifles.
No me refiero a Pedro Sánchez, sino a aquellos que sabiendo de la necesidad de sus votos para poder ser proclamado Presidente del Gobierno, y aplicar una política más lejana del capitalismo salvaje, negocian con propuestas que van más allá de la Constitución, pidiendo por ejemplo que se comprometa a realizar un referéndum en Cataluña, cuando saben que es una promesa imposible pues la Ley de Leyes no se lo permite. Pero sobre todo me preocupa que en ellos prime su deseo de llevar adelante ambiciones personales o programas ideológicos, de momento, imposibles. Olvidándose del estado de necesidad de más de 12.000.000 de conciudadanos y prometiendo una sociedad actualmente imposible se está favoreciendo la permanencia en el poder de la extrema derecha, apretando a las clases más  desfavorecidas. Una derecha que, como históricamente se sabe, ha estado y está al servicio de la industria financiera, y que al tiempo que estimula a las ONGs (y no es una crítica a estas organización no gubernamentales) para que cubran, mediante la caridad, cualquier tipo de solidaridad, tapa algunas conciencias y disfraza el estado de justicia injusta, que ya anuncio Platón en su libro La Republica: “A menos que los filósofos reinen en las ciudades o cuantos se llaman reyes y dinastías practiquen noble y adecuadamente la filosofía y el poder político,… no hay, amigo Glaucón, tregua para los males de la ciudad, ni tampoco, según creo, para los del género humano”.

Son muy pocos los políticos que denuncian la direccionalidad del sistema social e intentan legislar de manera que se cumpla el principio que afirma que “las partes influyen en el todo, como el todo influye en las partes”, y su acción política se reduce a grandes definiciones y promesas, de momento, de pequeños hechos, orientados a aparentar que legislan para los más necesitados, cuando en realidad sirven a  los más poderosos. Como decía Mateo en el Nuevo Testamento: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. De tal manera que no podrán corregir los abusos de los poderosos y a menguar su poder sobre las acciones legislativas y gobernativas, para ir socavando poco a poco su poder.

Me temo que no se podrá avanzar hacia una sociedad de derecho mientras la confrontación directa contra el elemento más poderoso del sistema social no cambie. Mientras los ciudadanos no tengan una conciencia ético-social  basada en el conocimiento y la formación nada cambiará.

Ante esta realidad social deberían tener en cuenta que los cambios radicales pueden ser traumático. Deben considerar las consecuencias que se producen en un proceso revolucionario. Recuerden lo que decía Ortega en sus Discursos Políticos: “El verdadero revolucionario lo que tiene que hacer es dejar de pronunciar vocablos retóricos y ponerse a estudiar economía”, a lo que añadimos nosotros: enseñarla explicándola. Y por desgracia, nos movemos en una sociedad estructurada en una economía de pensamiento único y globalizada ¿Piensan, acaso, que la Unión Europea permitiría una economía planificada y estatificada, no controlada por el dinero?

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