jueves,18 agosto 2022
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Humor y Comunicación Política

¿Qué tal si hablamos de natalidad?

Humor y Comunicación Política
La polémica sobre la Ley del aborto y las estadísticas alarmantes sobre el descenso de la natalidad en España

En estos últimos días, han coincidido varias noticias desde las que podemos partir para abordar el asunto de esta columna. Eduardo Madina coloca, entre los primeros puntos sobre lo que a él le agrada hablar, el del aborto. A la vez, han salido estadísticas, cada vez más alarmantes, sobre el descenso de los nacimientos en España.

No hay que pensar demasiados minutos para deducir que Madina-candidato quiere atraerse el voto de las mujeres. Es un paso obligado como el de Javier Clemente quien, cada vez que iba a jugar contra el Atlético de Bilbao, con el que había conseguido dos Ligas, iba a visitar a Telmo Zarra. Además del cariño que pudiera tener a Zarra, estaba claro lo que Clemente quería transmitir: « A pesar de que entrene a un equipo que no sea el Atlético de Bilbao, mi corazón sigue estando con el club donde acabé como jugador, mucho antes de lo que yo hubiera querido. Una lesión me impidió seguir».

La diferencia entre Madina y Clemente es que éste, cuando su equipo de turno jugaba el partido, se concentraba en que su equipo ganase al Atlético de Bilbao. No buscaba ganarse la simpatía de los aficionados atléticos durante el partido. Madina no quiere molestar a las mujeres hablándoles sobre un asunto que a algunas les puede molestar: la natalidad es un problema político de primera magnitud.

Ahora bien, ¿es Madina el único político que no habla de este problema? No. Es uno más de todos. Para encontrar a un político español que desarrolle un discurso articulado sobre la natalidad, habría que emplear el Carbono 14, que los investigadores emplean para saber la antigüedad de los restos orgánicos de hasta 45.000 años. ¡Qué ruina mental!.

Aun a riesgo de caer en la falacia que Edith Efron denominaba «lectura de la mente», estoy convencido de que no pocos piensan que tener hijos es propio de musulmanes, emigrantes, miembros del Opus Dei y «kikos» (los neocatecumenales, de Kiko Argüello)..

Si los políticos no se plantean una política de natalidad, hemos de ser los contribuyentes quienes se la propongamos

Entonces, ¿qué? Pues que hemos de ser los contribuyentes quienes les hagamos ver a los políticos la importancia de asuntos que ellos no abordan. Ya se han dado cuenta de que son unos privilegiados, gracias a algunos periodistas de investigación y a los internautas que difunden hallazgos sobre los políticos que hasta ahora nos parecían increíbles.

Por mi parte, he escrito tres artículos sobre la natalidad y lo que voy a hacer en esta columna es sintetizar los puntos fundamentales de ellos. Quiero hacerme inacusable de no haberme planteado este asunto y hacer inexcusables a quienes creen que lo mejor de un problema tan grande como el de la natalidad es sumergirlo como a un corcho que alguien quiere mantener en el fondo del agua. Al final, acaba saliendo a flote, como ha ocurrido con las estadísticas que han aparecido estos días en los medios de comunicación.

Los presentadores de televisión leen la noticia de las estadísticas sobre natalidad como si estuvieran informando de las temperaturas de diversas ciudades. Lo cual hace recordar aquella dicho del genial Mark Twain: «Todo el mundo habla del tiempo, pero nadie hace nada para mejorarlo». Aquí sí es posible cambiar la situación. Si los políticos de otros países han elaborado planes y programas que han contribuido a dar la vuelta a la situación, ¿por qué no en España?

La gran perspicacia de Alejandro Macarrón

Aunque no es un periodista de investigación, hay un español que nació en Avilés en 1960, a quien sí le preocupa, y mucho, este problema. Alejandro Macarrón ha triunfado como profesional y, a la vez, se ha preocupado por solucionar este problema que nos afecta a millones. Mientras otros empresarios y asesores siguen acumulando más y más dinero, él tiene una visión del presente, del futuro a corto y a largo plazo, característica que es inseparable de las grandes mentes.

Alejandro Macarrón comenzó a publicar una serie de artículos en 2010 en los que explicaba el gran problema de la natalidad en España. Un año después escribió El suicidio demográfico de España (Madrid, Homolegens, 2011). Gran libro. Además, a mediados de 2013, organizó la Fundación Renacimiento demográfico, para hacer planes y programas que ayuden a combatir ese suicidio, al que yo prefiero llamar «invierno demográfico», pues el suicidio no admite vuelta atrás, mientras que al invierno le sucede la primavera.

Lo mejor de las ideas de Macarrón es que nos ayudan a enfrentarnos con la realidad, por dura que ésta sea. Y partir de la realidad es el primer paso para cambiarla.

Efectivamente, ha habido en el pasado épocas decadentes con baja natalidad. Pero la actual tiene dos o tres factores únicos en la Historia, de enorme importancia para entender lo que pasa y tratar de imaginar lo que puede pasar:

a) Antes, la gente vivía en media la tercera parte que ahora (se estima en 28 años de esperanza de vida al nacer en tiempo de Roma, por 82 ahora). En consecuencia: no se han conocido naciones y regiones enteras tan envejecidas (a modo de ejemplo, en Orense, uno de cada tres españoles residentes tienen 65 años o más. Y en Castilla y León, uno de cada once tiene 80 años o más).

Si a ello sumamos que nunca las sociedades han sido tan democráticas ni han contado con un «estado de bienestar» tan amplio, el resultado es una dinámica depresiva tan peligrosa como inédita: cada vez menos jóvenes, un deterioro constante de la proporción activos/jubilados, y un poder de voto creciente de estos últimos para que el resto de la sociedad les transfiera unas rentas que cada vez cuesta más producir por demografía.

Otra cosa es que haya nuevos y gigantescos avances científico-técnicos que permitan nuevos saltos cuánticos de productividad y compensen el declive demográfico; pero está por ver la magnitud real de dichos avances, ya que la ciencia y la tecnología no siempre producen maravillas todos los años.

b) En algunas de esas situaciones decadentes del pasado (no en todas), la natalidad bajó al disminuir la prosperidad. Ahora la natalidad ha caído brutalmente en todo el mundo justamente cuando se ha dado un aumento de la prosperidad.

c) Nunca ha sido tan poco peligroso tener hijos para las madres (de hecho, antes de reducirse a casi cero de la mortalidad en parto y post-parto explica, la diferencia de esperanza de vida entre el hombre y la mujer era mínima), y sin embargo, nunca se han tenido tan pocos hijos de forma tan masiva.


Baja natalidad: La enfermedad más grave y silenciosa de la sociedad española

Últimamente, Alejandro Macarrón escribe algunos artículos entre los que destaco uno que publicó en Expansión: «45467 millones, déficit real de la Seguridad Social (sic)»..

Lo que hace Alejandro Macarrón es indicar cómo el Gobierno se parece al avestruz, que esconde la cabeza pensando que, no viendo el problema que tiene delante, éste no le va a afectar. Y efectivamente, puede que no le afecte en su vida personal, pero un político de verdad no entiende la política como algo puramente personal.

«En millones de euros, las cotizaciones sociales y tasas (75.420) recaudadas fueron 45.467 menos que la suma de pensiones y gasto corriente de la SS (120.887), que gastó un 60% más de lo ingresado. Tan elefantiásico descuadre se suaviza en la contabilidad pública de dos formas: la Seguridad Social se está comiendo los ahorros almacenados en el Fondo de Reserva, y el Estado ingresa en ella muchos miles de millones de euros procedentes de los impuestos para tapar agujeros. Pero el saldo real de la Seguridad Social, respecto de su modelo teórico –las cotizaciones sociales de los trabajadores pagan las pensiones-, fue el del titular: casi 45.500 millones de déficit, equivalente a un 4,5% del PIB. Sin el agujero negro de la SS, inexistente en 2008 -cuando cotizaciones sociales más tasas superaron en 4.558 millones a pensiones más gasto corriente-, el déficit público de 2013 no habría llegado al 2,2% del PIB (!!!)».

El autor del artículo piensa que este problema es estructural, no únicamente un efecto de la crisis. Y traza un panorama verdaderamente dantesco del panorama que espera a la población española. La baja natalidad es la enfermedad más grave y más silenciosa de la nuestra sociedad. Además, propone una serie de soluciones, que me parecen muy interesantes para no dejarnos con el corazón encogido.

¿A que no le llaman los diputados a Macarrón para que les hable del asunto de la natalidad? Entonces, propongo mantener este asunto vivo en todos los clubs de opinión por donde pasan personajes mucho menos interesantes que Macarrón. Ya verán cómo acude un gran auditorio. Sobre todo, de parejas jóvenes, deseosas de que tener un/a hijo/a en España sea menos heroico que estos momentos.

La polémica sobre el aborto oculta la falta de una política de natalidad

La polémica actual sobre el aborto está llamada a tapar, ante la opinión pública española, un hecho innegable: Los políticos no se plantean una política de natalidad. Y esto es porque no se dan cuenta de que es responsabilidad de un Gobierno y de la oposición planificar y gestionar una política de natalidad. Una nación no puede mantener un buen orden social, una eutaxia, si no se reproduce adecuadamente.

La política de natalidad es un asunto demasiado serio como para dar por supuesto que los políticos van a ocuparse de este asunto. Como la guerra es algo demasiado serio como para dejarla en manos de los militares. Como la economía es algo demasiado serio para dejarla en manos de los economistas. Hemos de ser los contribuyentes, los votantes, quienes les exijamos una política de natalidad, que va mucho más allá que una legislación sobre el aborto.

Añadamos una solución más

Desde hace años, me interesan especialmente las declaraciones de hombres y mujeres que han decidido tener un hijo, aunque no tengan pareja. Dicen que es la decisión de la que se sienten más orgullosos/as. Muchos/as ven que esta decisión plantea un problema religioso: «¿Cómo es posible ser creyente y tener hijos fuera del matrimonio?». Los escolásticos medievales ya se lo plantearon y vieron en el matrimonio levítico una solución inteligente para el problema de la natalidad que sufrían los judíos después de sus guerras con sus enemigos. También Santo Tomás se había planteado muy en serio este asunto y ¡ya quisieran los eclesiásticos actuales tener los puntos de vista tan claros!.

A la objeción que pueden poner algunos creyentes, según la cual una criatura necesita una familia biparental, pueden reflexionar sobre los dos fines del matrimonio que, durante siglos, han enseñado los teólogos. El fin primario es la propagación de la especie. El segundo, el remedio de la concupiscencia. La frase del primero es taxativa. La del segundo, admite una mejora estilística y de contenido. Pues bien, si una persona, hombre o mujer, decide tener un/a hijo/a, cumple muy bien con el fin primario del matrimonio. Y por cierto, con uno de los deberes que un político de verdad ha de plantearse como gran objetivo: que una nación asegure su existencia. Si no, está abocada al fracaso.

Por tanto, yo animo desde aquí a que cualquier hombre o mujer, al que su posición económica se lo permita, decida tener descendencia. Yo considero a esos hombres y mujeres como ciudadanos excepcionales. Y también hemos de hacer ver a los políticos que, en estos momentos, para muchas parejas, que no pasan por una buena situación económica, constituye un heroísmo tener un/a hijo/a. Queremos que nuestros impuestos vayan a apoyar su decisión de traer hijos al mundo. Y no queremos que nuestros impuestos vayan a tantos miles de políticos que sobran.

¿Se hacen ustedes a la idea de cuántos hijos podrían tener las jóvenes parejas españolas si un Gobierno valiente suprimiese el Senado, el Consejo de Estado y tantas televisiones y organismos que sobran en la actual estructura política de España y dedicase los millones de euros a fomentar la natalidad? Cada disminución de la Casta política puede ser una vía para que llegue la primavera demográfica a España.

Parece que el Partido Popular, al que las encuestas de opinión empiezan a dictar la urgencia de su política, quiere reducir alcaldes y diputados. Por algo se empieza. Los contribuyentes hemos de aprovechar esta oportunidad y exigirle una política de natalidad. Las buenas y las malas lenguas dicen que el célebre Pedro Arriola es quien indica al PP el camino. Entonces, esperemos que Arriola, entre encuesta y encuesta, se entere de lo importante que es la política de natalidad.

Por mi parte, confío mucho más en que a Arriola le convenza un catedrático en el que confía y al que admiro: José Juan Toharia. Lean, lean sus artículos. Y en cuanto al PSOE, ¿qué tal si consultan a Julián Santamaría? Ha acertado mucho en encuestas y, lo que es mejor aún, sabe interpretarlas.

Sí, en España contamos con personas muy, muy inteligentes. Lo que queremos es que los políticos les consulten más.

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