jueves,18 agosto 2022
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Sacyr-Panamá, la hora de los negociadores

Humor y Comunicación Política
En La Voz Libre, he escrito un artículo sobre la actual crisis entre la constructora Sacyr y el Gobierno de Panamá. Queriendo adelantarme a los acontecimientos, avisaba de que no convenía que intermediase la Ministra Ana Pastor. Mientras lo hizo bien como Ministra de Sanidad, me parece que, como Ministra de Fomento, no sabe afrontar las crisis. Aunque tiene fama de seria, habría que plantearse a fondo qué es la seriedad.

 ¿Es serio adoptar una conducta de cesión ante las reclamaciones de Artur Mas o ante la crisis de los pilotos de Iberia? A mí no me lo parece. Sencillamente, creo que no sabe negociar como esperamos de una ministra que defiende los intereses de los españoles.

En el citado artículo, ya avisaba de lo que parece que se ha confirmado. El Presidente de Panamá ha hablado, con euforia, de una solución salomónica. Es decir, tanto Sacyr como el Gobierno de Panamá van a aportar la mitad de los fondos que pueden arreglar el desacuerdo actual. Y eso, después del viaje de Ana Pastor.

¡Así, cualquiera!. ¿Y quién asegura que una solución salomónica es la mejor cuando dos partes negocian? Espero que los contribuyentes españoles no tengamos que pagar los costes de esa solución.

¿Por qué hay que dar por supuesto que cualquier ministro del Gobierno de España sabe negociar? A mí no me lo parece. Más bien, algunos de ellos dan la impresión de que juegan con la ventaja de estar negociando con el dinero de los contribuyentes. Ventaja para los ministros, claro está. No para los contribuyentes.

Si los Ministros o los cargos públicos supieran negociar, no nos encontraríamos un día sí y el otro también con el espectáculo de ministros que ceden y ceden hasta extremos increíbles. Y que luego compensan sacando pecho con otros políticos y contribuyentes que no se pueden defender. El Ministro Cristóbal Montoro debería pasar a los libros como quien cede ante todo lo que pide Artur Mas y se pone inflexible con el Presidente de la Comunidad de Madrid.

Cuando el Presidente de Panamá ha querido politizar el asunto de la ampliación del Canal de Panamá, es porque sabe que el Gobierno español acabará presionando a Sacyr para que ceda. Lo que no podemos pagar los contribuyentes ni las empresas españolas es que Rajoy y sus ministros presuman de la imagen de España en el extranjero como una nación generosa. No olvidemos que lo hacen a costa de nuestros impuestos.

En cada Ministerio tendría que haber funcionarios especializados en negociación. No de asesores que muchas veces no demuestran conocimientos especializados sino que los ponen las cúpulas de los partidos para asegurarse favores.

¿Dónde constan los éxitos de Ana Pastor, Ministra, como negociadora? ¿Dónde han demostrado otros ministros unas habilidades negociadoras? No estoy pidiendo que sean tan hábiles como Talleyrand en el Congreso de Viena, cuando acudió como representante de Francia después de las derrotas napoleónicas. Los historiadores reconocen que Talleyrando no destacaba en todas las ocasiones por su Ética o por su Moral. Sin embargo, su Política fue muy beneficiosa para Francia.

Los políticos acostumbrados a ceder y ceder logran retrasar engañosamente los problemas y que luego surjan con mucha más fuerza y enconados.

Las empresas que tienen negocios en otros países también han de contar con negociadores profesionales, no sólo con Asesorías Jurídicas. Los tiempos actuales exigen una reconversión de muchos abogados en negociadores. En Estados Unidos, sólo el 30% de los casos que empiezan en pleitos acaban en juicios.

Entonces, ¿por qué en España no va a ser igual? Una perspectiva muy desfavorable es que esos países vean a España como la que cede fácilmente. Sobre todo, si entran en acción los políticos españoles y los representantes de esas naciones notan que esos políticos tienen los complejos asociados con la Leyenda Negra.

Como no quiero acabar este artículo con un tono de desánimo, ¿por qué no suponer que la ministra Ana Pastor haya realizado una buena negociación? Desde luego, la esperanza es lo último que podemos perder.

Lea el artículo de La Voz Libre


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