jueves,18 agosto 2022
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Vida rural

Ser de pueblo

Presidenta del Consejo Editorial en Ibercampus. Controller experta en digitalización de procesos.
La España vacía está de moda, como lo están la ruralidad y la sostenibilidad. Sin embargo, antes de intentar urbanizar lo rural sin medida, como si lo urbano tuviera que integrarse en lo rural y no al revés, deberíamos pararnos a pensar, ¿qué es ser de pueblo?

Hoy es el Día Internacional de los Bosques, lo que en mi colegio llamábamos el Día del Arbol. Pero también es día para hablar de la vida rural y del campo, tras la manifestación de ayer en Madrid para reivindicar la vida en los pueblos como base para la vida en y del campo.

Mi pueblo está rodeado de pinar, vega y roca de granito, un contraste tan amplio como nuestra biodiversidad. Tras un devastador incendio en 1986, cada 21 de marzo hacíamos una excursión para plantar árboles que había preparado el guarda forestal y después comíamos bocadillos y hacíamos juegos. Estudié en un Colegio Rural Agrupado con dos cursos por clase. Ojalá todos los niños de entornos urbanos tuvieran la oportunidad, cada año, de tener al menos un día de integración con la naturaleza. Porque el campo es la vida misma pero en nuestro caso, éramos niños de campo, niños de pueblo, niños con suerte. No recuerdo todas las zonas de nuestro término municipal donde plantábamos árboles los 21 de marzo, pero sí algunas, y reconforta verlos crecidos. Algunos se volvieron a quemar hace tres años pero en cualquier caso, esos árboles son nosotros mismos, que también hemos crecido.

Tiempo después acabé en Madrid haciendo el bachillerato. Podría haber esperado hasta los 18 pero el incipiente e inexplicable fracaso escolar que llevaba en el centro asignado desde la Consejería, me forzó a salir de casa antes de tiempo. Porque esta es otra de las circunstancias de vivir en zonas rurales. La educación es pública y gratuita pero únicamente en el centro asignado, en mi caso de secundaria, a 30km.

Con 16 años dejé de vivir con mis padres para irme a estudiar a un instituto del centro de Madrid. Allí, en un instituto de un barrio tan respetuoso, tolerante y liberal como Malasaña, un profesor me dijo una vez «no se nota que seas de pueblo».

¿Cómo?

Ser de pueblo es una condición pero no un adjetivo, es lo que respondo ahora cuando alguien dice algo sobre la gente de pueblo. Por supuesto le añado un «yo soy de pueblo», a lo que suelen responder, como aquel profesor: «pues no se te nota». Otras veces se han creído que por ser de pueblo pero haber estudiado, mi familia tenía un cortijo o algo similar. Y entonces me doy cuenta de la necesidad de este tipo de artículos.

Directa o indirectamente nuestras familias en el pueblo viven del campo. Eso supone trabajar al aire libre, pasar frío o calor pero además, mirar al cielo para tomar las mejores decisiones. Desde cortar leña antes de que llueva para poder venderla seca, hasta sembrar o cosechar en el momento óptimo. O «simplemente» que llueva para que haya pasto natural durante más tiempo y el ganado no necesite piensos. Esta variable meteorológica para tomar las mejores decisiones de inversión, no la enseñan en las escuelas de negocio que rodean el Paseo de la Castellana de Madrid. Sin embargo, cada día mi padre tenía que ver el programa del tiempo como parte de su rutina profesional. ¿Piensan en esto los políticos cuando legislan? ¿Piensan en esto los profesores de riesgos empresariales más allá del agroseguro? Una tormenta o una lluvia inesperada, pueden fastidiarte miles de euros con los que esperabas dar de comer a tus hijos.

Nadie tiene más CULTura que alguien que se dedica a CULTivar. Porque la verdadera cultura, como sinónimo de conocimiento, es entender cómo se comporta la naturaleza. La naturaleza tiene unos ciclos pero los ciclos no son exactos según un calendario ni un mercado. En el sector primario, el más cercano al medio ambiente, el conocimiento de la naturaleza es clave para tomar la decisión más acertada en el rendimiento de la producción. O incluso para no perder todo lo invertido.

Determinados trabajos se presuponen de baja cualificación y es por ello, supongo, que la idea de ser de pueblo se asocia a la del jornalero arrastrado con un trabajo indigno o que no tiene un mínimo de cultura. Además son trabajos desarrollados casi siempre al aire libre, lo que curte el cuerpo, aunque no se piensa que estar 12 horas sentado también lo curte, pero por dentro. Además hay algo importante, son trabajos que casi siempre se realizan todos los días de la semana, muchas veces, como en el caso de la ganadería, en alerta durante 24 horas. Son trabajos directamente relacionados con la naturaleza, dependen de factores incontrolables pero sí observables, que afectan de manera continua; una luna llena, una sequía o una nevada en el mes de mayo.

Culturalmente los núcleos de población rural son un elemento integrador que no podemos ignorar. Por ser entornos pequeños de una gran cercanía entre personas y generaciones, son fuente de creación y propagación de tradición y cultura. Algo esencial en la necesidad del ser humano de integrarse con el entorno y con su verdadero ser.

Los montes, los bosques, los cultivos, las montañas, las rocas donde no hay vegetación; flora y fauna, todo lo que compone el medio ambiente forma parte del escenario donde vivimos los humanos. Cuidarlo es una tarea egoísta para cuidarnos a nosotros mismos, y por ello estoy concienciada de la necesidad de transitar hacia un modelo económico más sostenible. Pero la palabra sostenibilidad no puede alejarnos del foco, el planeta es el escenario donde actúamos, pero el objetivo mismo es mantener el escenario sin dejar de actuar. No podemos hablar de sostenibilidad si no hay bienestar. Por este motivo, para entender cual es la mejor manera de transitar hacia «lo sostenible», lo primero que se ha de hacer desde las instituciones es entender la forma de vida de las personas, y por extensión las posibles consecuencias y externalidades de los cambios que se lleven a cabo. Pero las externalidades no pueden ser sólo las obvias. Valorar el impacto social es tan importante como valorar el medioambiental y también hacerlo con ambas variables juntas. Todo forma la idiosincrasia de las culturas. Es llamativo que se hable de cooperación al desarrollo en Africa y no se haga en los mismos pueblos de España.

Las tradiciones, la historia, la demografía, la economía, la orografía… muchísimas variables para un resultado que es difícil predecir correctamente in situ, pero imposible hacerlo desde un despacho.

¿Por qué se ha de urbanizar lo rural más allá de la mejora en la calidad de vida? Tal vez se deba plantear la opción de ruralizar lo urbano y volver a lo sencillo, a lo esencial. En este proceso de cambio de modelo económico en el que nos encontramos, la transición puede convertirse en el propio modelo de sostenibilidad, un modelo de cambio que requiera un proceso constante de valoración de la realidad.

 

 

 

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