R.- En general, mostrar como detrás de muchas decisiones de naturaleza económica de los gobiernos de turno se esconden motivaciones y estrategias políticas o partidistas. En particular, analizar cómo episodios fundamentales de la batalla entre los nacionalismos y el gobierno central, con independencia de su color político, han tenido lugar en el terreno económico. Cualquier proyecto independentista, para ser viable desde el punto de vista económico, necesita contar con una entidad financiera que pueda asumir la gestión de la moneda, una compañía de telecomunicaciones, otra de electricidad y otra que provea de hidrocarburos, tanto petróleo como gas natural. Esta es la estructura económica mínima para garantizar
P.- ¿Cuál ha sido, en su opinión, el caso más flagrante de intervencionismo en la reciente historia económica de España?
R.- Creo que la palma se la lleva el caso de las opas sobre Endesa. La primera, de Gas Natural, ya tenía un componente político al venir apadrinada desde el Gobierno cuando debería haber sido simplemente una cuestión entre empresas privadas. La segunda, la de la eléctrica alemana E.On, fue parada por todos los medios a su alcance por el Ejecutivo por considerar que detrás de ella se encontraba la mano del PP, para que, al final, Endesa terminara en manos de Acciona y de otra empresa extranjera, la eléctrica pública italiana Enel. Nunca se ha visto nada semejante en
P.- Usted reúne la doble condición de profesor universitario y periodista especializado en cuestiones económicas. ¿Cómo ve la salud del Periodismo en España y, en concreto, del económico?
R.- El Periodismo económico está viviendo una auténtica revolución. Por un lado, hay tantos diarios económicos de ámbito nacional como periódicos generalistas. Por otro, porque, por ahora, el ámbito informativo que está teniendo más éxito en el mundo de Internet es el de la información económica. Una vez que ha pasado la burbuja de las tecnológicas, la mayor parte de los proyectos de empresa informativa en la red que están saliendo adelante tienen como base la información económica y financiera. Implica nuevas formas de hacer las cosas, nuevos conceptos a tener en cuenta, como la gratuidad de la información, pero también nuevas oportunidades empresariales y de empleo para todo aquel que tenga algo que aportar. El mundo de Internet ha revolucionado el negocio periodístico al abaratar ostensiblemente los costes mínimos y reducir el número de personas necesarios para lanzar un proyecto informativo, lo que ha dado mucha vitalidad a todo lo que tiene que ver con la difusión de noticias a través de la red, del teléfono móvil, etc.
P.- ¿Qué modificaciones introduciría para mejorar la formación técnico-universitaria de los periodistas españoles?
R.- Creo que habría que poner mucho más énfasis en aquellas asignaturas básicas para dotar de contenido y análisis a las informaciones, como historia o economía. Pero, sobre todo, creo que habría que inculcar a los estudiantes de Ciencias de la Información, y a los de todas las carreras en general, que la principal responsabilidad de su formación recae en ellos, no en terceros. Recuerdo que una vez, siendo todavía estudiante, conocí a Emilio Romero y no se me olvidará jamás un consejo que me dio: «para ser buen periodista hay que leer mucho, porque la lectura proporciona los conocimientos para tener una visión más profunda de la realidad de que se escribe y enriquece el lenguaje, el instrumento básico del periodista». Creo que esto es aplicable a todos los universitarios en general, con independencia de la facultad en la que cursen sus estudios.
P.- ¿Usted es o se considera más periodista o economista?
R.- En el Periodismo económico es difícil separar ambas cosas, porque la información económica requiere, más que ninguna otra, un tratamiento más analítico, un ir más allá de
P.- ¿Y la universidad española, ¿cuál es su estado de salud desde su experiencia?
R.- La mayor parte de los males de que adolece parten de un sistema educativo ineficiente que provoca que a la enseñanza superior lleguen demasiados alumnos sin la debida preparación académica ni el debido grado de madurez personal necesarios para afrontar lo que implica