viernes,19 agosto 2022
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Auténticos voluntarios sociales

El Envés
Lo que está haciendo Urdangarin dos días a la semana fuera de la prisión No es voluntariado social ni está de acuerdo con la normativa legal de cumplimiento de la parte necesaria de la condena para salir. Llamemos a las cosas por su nombre y no juguemos con la realidad.

 

El voluntario se forma y desarrolla una sensibilidad, un respeto y la aceptación del otro como es. No se trata de cambiar a nadie, sino de ayudar a que lo haga quien lo desee, desde su propia realidad en la maduración de sus señas de identidad.

Los que vivimos a pie de obra sabemos que no importa la edad ni la salud que tenga el que se “conmueve” ante tanto dolor e injusticia para que aporte regularmente una contribución, más cuando esto le convierte en socio de pleno derecho dentro de una organización de voluntariado social.

Dentro de la actitud fundamental del voluntario, aceptamos el término “curar” desde su significado más auténtico: “cuidar”, que conlleva “consolar”, “acompañar”, “simpatizar”, “empatizar”, “compadecer”, “compartir”, “vivir-con”. De ahí “compañero” (copain): el que comparte el pan.

Se trata de conocer al otro no sólo como “alteridad”, sino como “reciprocidad” que supera la “tolerancia” como postura de posesión de la Verdad, algo que nadie puede tener en propiedad.

Esta actitud es un activo irrenunciable ante tanto reduccionismo, fanatismo, fundamentalismo, falso espiritualismo, antropocentrismo, con un alienante “perfeccionismo” que tiene mucho de cátaro, de calvinista y de pelagiano. Nadie es más que nadie. Por lo tanto, se trata de ser consecuentes y adaptarnos a la realidad. Un necio, el que no sabe, calificaría esta actitud como sincretismo, relativismo, materialismo o panteísmo.

Sólo una actitud contemplativa, brotada del silencio, puede fundamentar y dar sentido a un vivir coherente. Si el ser humano ha nacido para ser feliz, la felicidad no puede ser separada de sus raíces: ser uno mismo en plenitud y en libertad, aunque las circunstancias nos encadenen, nos enreden, nos zahieran o nos hieran. La libertad es consustancial a la persona, aunque como individuo pueda padecer las mayores limitaciones por efecto de las culturas, de las tradiciones, de las circunstancias, y siempre de los abusos de  poder. De ahí que la paz sea fruto de la justicia y la felicidad tenga aroma de serenidad, de sosiego y de radical alegría en un ser que asume su condición y dice: “Está bien así. Yo sé quién soy”.

 

 

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