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Cuando la intensidad marca tu diferencia
 Muchas veces he intentando transformar la palabra "integración" en una realidad. He acudido a múltiples terapias para "normalizar" mi personalidad. Desde que alguien con una bata blanca me sentenció con trastorno bipolar pensé que tenía que utilizar todos los recursos a mi alcance para cambiarme de cabeza a los pies cuando en realidad me estaba es convirtiendo en dos personas diferentes, la real y la aproximada |
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Muchas veces he intentando transformar la palabra “integración” en una realidad. He acudido a múltiples terapias para “normalizar” mi personalidad. Desde que alguien con una bata blanca me sentenció con trastorno bipolar pensé que tenía que utilizar todos los recursos a mi alcance para cambiarme de cabeza a los pies cuando en realidad me estaba es convirtiendo en dos personas diferentes, la real y la aproximada.
Con los años vas aprendiendo a que tu vida es un cúmulo sin vector de pasiones, intensidad y sinrazones. Que muchas personas no te comprenderán y se alejarán de ti que existen unos protocolos no escritos donde ser distinto e impredecible está penado con el silenciamiento, la marginalidad y al fin la pobreza.
Algunos que dijeron ser tus amigos en realidad eran amigos de una “imagen”, las empresas que abogaban por esa “integración” no toleraban una baja larga por depresión, porque al fin resultaba que aquélla no era productiva. Y entonces quedas tú solo en el camino pues eres tú y tus circunstancias, con la diferencia de que esas circunstancias dependen de esa personalidad compleja, que a veces se apasiona e inicia múltiples proyectos, que ve la vida de color de rosa, que disfruta con cada cosa que percibe por los sentidos y otras es la que lanza al abismo de desesperación, sin trabajo, sin red social, sin poder levantarse de una cama.
¿Qué has hecho mal para que tus emociones se desborden así? ¿ser así?
Con el paso de los años te vas dando cuenta de que miles de medicamentos, miles de psicoterapias, miles de racionalizaciones no están en el derecho de hacerte fingir quién de verdad eres, tu verdadera esencia. Que seas una tragedia, una comedia o una tragicomedia esa eres tú una persona al fin.
Cuando eres una utopía ves que todo es posible pero ¿las utopías no se han basado en esta premisa? cuando eres una desgracia aparecen la injusticia y la tristeza, ¿no son los sentimientos que lógicamente aparecen? ¿por qué guardando la más pura coherencia interna juntos debemos verlos como una patología?
Dicen que vivimos en una época de cambio, cuando en realidad nos resulta difícil aceptar que desconocemos qué son las personas, dicen que las máquinas sustituirán a éstas cuando no toleramos los motivos, las reacciones, las elecciones que no siguen un patrón determinado. Ningún algoritmo sería capaz de predecir el comportamiento humano pues los actos de esta naturaleza aún no generan una completa empatía entre todos.
Y esto queda aún más agravado por esta sociedad narcisista dirigida por la imagen y el discurso manipulado de líderes que se empeñan en hacer de nuestro mundo un lugar cada vez más homogéneo e identificado con símbolos que nos distancian. Estar en los márgenes aún nos permite a algunas defender que todos tenemos una dignidad irreductible.
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Breve biografía:
 Me llamo Beatriz Tarancón Sánchez, tengo 41 años, soy abogada y me considero una persona normal.
Me eduqué en una familia de clase media y tuve una educación académica muy rica , que pude desarrollar con éxito hasta la fase de posgrado. De hecho tuve varias matrículas de honor, disfruté de multitud de becas, tanto para estudiar en España como en el extranjero, y mis profesores, desde la educación primaria me consideraron una "estudiante ejemplar", cosa que nunca quise admitir pues siempre he considerado que el aprendizaje teórico es tan amplio como inabarcable.
Todo era perfecto a los ojos del "sistema", quiero decir a lo que la sociedad (familia, sistema educativo y colegas) esperaban de mi. Pero no EN MI; desde el año 1996 comencé con varios diagnósticos de enfermedad mental (depresión, trastorno obsesivo-compulsivo, trastornos de ansiedad, etc) que para tratar de que no interfiriesen en mi vida social y profesional eran tratados con medicamentos que me convertían en un mero robot de" adecuación" ( los psiquiatras lo llamaban "adaptación"); me aislaban afectivamente para poder ser tan eficiente como lo había sido hasta ahora, que es lo que yo deseaba y todos los que me rodeaban pensaban que entonces todo iba bien porque mi vida seguía girando en ser así; "eficiente" y "productiva".
A los 37 años, un exceso de antidepresivos me desataron un arranque de ultra actividad que llevaron a los médicos a sentenciarme como psicótica ; ahora padecía psicosis maniaco-depresiva, lo que ahora se conoce como "trastorno bipolar".
Desde entonces, comencé un duro deambular entre médicos, dispositivos institucionales, tratamientos e internamientos que me han hecho reflexionar al final de los últimos cinco años sobre mi, sobre mi vida, sobre en qué sociedad vivo, sobre qué me gustaría transformar en mi entorno para que esto que me ha ocurrido no le vuelva a pasar a nadie más.
Espero que con ello muchos puedan sentirse acompañados también en su camino. |
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