viernes,19 agosto 2022
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Cuentos 080 El baño de los patos

El Envés
Dime, y perdona mi atrevimiento, Roca Impasible, ¿cómo puedes disfrutar tanto en tu jardín, entusiasmarte con un alcorque bien cuidado o extasiarte ante el baño de los patos, mientras tu corazón ha sido golpeado?

084 El baño de los patos

 Caminaban el Maestro y Sergei cerca del río contemplando los ánades que se bañaban al atardecer. El Maestro estaba arrebatado ante tanta belleza, elegancia y armonía. Los últimos rayos de sol arrancaban destellos irisados en las plumas azulonas, blancas y verdes de las anátidas que se acicalaban para entregarse al sueño.

– Sergei – le dijo -, así nos debemos preparar para emprender el gran viaje que se inicia con un profundo sueño.

– ¿No temes a la muerte, Maestro?

– ¿Acaso temes tú, Sergei amigo, a la vida que tenías antes de nacer?

– Ni siquiera la recuerdo, ¿cómo voy a temerla o a echarla de menos?

– Así es la muerte que tantos temen. Te voy a contar una historia.

– Mucho te gusta contar cuentos, Maestro, y a tus verdaderos discípulos escucharlos.

– ¿Por qué introduces ese matiz de "verdaderos", joven pícaro? – preguntó sonriendo el Maestro.

– Tú lo sabes, Venerable Señor, y sé que, a veces, te hacen sufrir.

– No soy yo el que llora en su corazón, ¡es mi cuerpo! Y tiene sus derechos, Sergei. ¡Aviados estaríamos si fuéramos insensibles!

– Dime, y perdona mi atrevimiento, Roca Impasible, ¿cómo puedes disfrutar tanto en tu jardín, entusiasmarte con un alcorque bien cuidado o extasiarte ante el baño de los patos, mientras tu corazón ha sido golpeado?

El Maestro sonrió, frunció los labios en un gesto característico y, agarrando a Sergei por el brazo, le dijo:

– Un poderoso monarca tenía un ministro al que respetaba por su sabiduría. Pero un día, mientras el soberano cortaba una fruta, se rebanó el dedo de una mano y gritó lamentándose. Su primer ministro le dijo con gran serenidad, mientras lo atendía: "Será para bien, Majestad".

El rey se dejó llevar por la cólera y mandó encarcelar al ministro. Éste se inclinó con respeto y dijo en voz baja: "Será para bien". Pasaron los meses y un ejército enemigo conquistó el reino. El monarca invasor mandó sacrificar al rey vencido, pero los sacerdotes no pudieron hacerlo porque le faltaba un dedo y el ritual sagrado no permitía ofrecer víctimas imperfectas.

– "¡Pues que sacrifiquen al primer ministro!", ordenó.

– Pero como el ministro estaba en prisión -intervino Sergei-, no pudieron encontrarlo.

– Eso es – prosiguió el Maestro-. Pero sucedió que fuerzas leales, capitaneadas por el hijo del rey, reconquistaron el reino. Entonces, éste se dio cuenta de la sabiduría del ministro que había enviado a prisión y le pidió que volviera a ocupar su puesto. A lo que éste, con toda humildad y decisión, respondió:

– "Es todo tan contingente, Majestad, tan contradictorio e inestable, que he decidido dedicarme a cuidar mi pequeño jardín mientras practico la meditación y la serenidad para vivir en paz y prepararme para el gran viaje"

– ¿Lo has comprendido, verdad, Sergei?

– Bueno, Maestro, estoy algo confuso porque yo, en este caso que te aflige, hubiera invertido los papeles, pero no soy yo quien inventa los cuentos. 

– No, Sergei querido, yo no los invento, tan sólo cuento los que ya existen, y los dejo brotar como el agua que busca su cauce.

José Carlos Gª Fajardo. Emérito U.C.M. Fundador de Solidarios

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