jueves,18 agosto 2022
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Un retropost de 2011:

Dialéctica de la Religión y la Ilustración

José Ángel García Landa Vanity Fea
Es interesante el tratamiento que da Hegel, en su ´Fenomenología del Espíritu´, a la crítica racionalista a la religión. Mente compleja, Hegel, que por el planteamiento mismo de su teoría del espíritu superando una forma de conciencia tras otra, parece situarse ya por anticipado más allá de toda creencia o doctrina concreta, y más allá de cualquier planteamiento crítico simplista.

Es interesante el tratamiento que da Hegel, en su Fenomenología del Espíritu, a la crítica racionalista a la religión. 

Mente compleja, Hegel, que por el planteamiento mismo de su teoría del espíritu superando una forma de conciencia tras otra, parece situarse ya por anticipado más allá de toda creencia o doctrina concreta, y más allá de cualquier planteamiento crítico simplista. Lo que ha habido y hay, dice Hegel, se ha dado por alguna razón, es una fase del desarrollo del Espíritu, y no queda anulado por su rechazo en forma de antítesis, pues siempre seguirá a ésta una síntesis más compleja que aúne los dos elementos opuestos, en una ecuación superior a ambos—emergente de ambos, podríamos decir. 

Esto es lo que sucede con su tratamiento de la dialéctica entre la creencia religiosa y su negativo—el escepticismo, ateísmo, anticlericalismo, es decir, el pensamiento de la Ilustración enfrentado a las creencias, mitos y dogmas religiosos. Tomemos como paradigma a Voltaire, hablando ya no digo del cristianismo, sino, por tener las manos más libres, del Islam. La frase "Écrasez l'infâme" viene a la mente, y Hegel, sin dar nombres, está pensando en este tipo de crítica demoledora al dogma y a la mente dogmática. No viene mal recordar este debate no sólo para hablar del Islam, que sigue casi igual de vigente a pesar de toda la Ilustración—sino también para reconsiderar la pertinencia del discurso "escéptico" un poco al estilo de la Ilustración clásica, que también cabalga fuerte (me refiero a Dawkins y a sus cruzados contra the God Delusion).

Hay que decir que no estoy muy de acuerdo con el peso que da Hegel a cada término de esta Tesis/Antítesis entre fe y racionalismo—como si fuesen casi del mismo peso intelectual. Me parece un poco desagradecido por su parte el desvincularse tanto del racionalismo y de la Ilustración, y presentarlos como una fase del espíritu, superada, hay que pensar, por la propia síntesis hegeliana entendida como negación de la negación. Es normal que haya en esto un momento de afirmación, claro, una recuperación positiva de lo que la negación Ilustrada negaba. Y sin embargo también se echa de ver que esta síntesis, en cuanto que es ella misma una negación de la antítesis, corre el riesgo de minusvalorarla.  El propio Hegel describe la dinámica pendular por la que esto ha de suceder:
 

"Pues aunque la naturaleza de lo que la consciencia ha recibido en sí era simple y homogénea consigo misma, sin embargo era también la simplicidad de una negatividad introrreflejada que subsiguientemente también se desarrolla, acorde a su naturaleza, para dar lugar a algo opuesto a sí y que por ello mismo recuerda a la consciencia su estado anterior" (331).

En fin, que en esta dialéctica de la Fe y la Ilustración, Hegel no se considera un Ilustrado, y puede estar subestimando lo que le debe su propio razonamiento a la Ilustración.

Veamos primero cómo surge la Ilustración a modo de nuevo ídolo, con tintes paganos (o satánicos) que lo hacen desagradable para el Narrador. El pensamiento crítico, cuando surge de modo consciente, ya ha dado lugar tanto a una positividad consciente como a la negatividad ahora casi abyecta de la que se ha desprendido:
 

"cuando para la consciencia surge en efecto la noción de la pura comprensión, esta última ya se ha extendido [o difundido ambientalmente, como un perfume, dice Hegel—]; la misma lucha contra ella revela el hecho de que la infección ya ha tenido lugar. La lucha llega demasiado tarde, y cada remedio que se adopta no hace sino agravar la enfermedad, porque ha prendido en el tuétano de la vida espiritual, a saber, en la Noción de la consciencia, o en la pura esencia misma de la consciencia. Por tanto, no hay poder en la consciencia que pudiera vencer a la enfermedad" (332).

Observemos la imagen de enfermedad o infección referida a la expansión de la incredulidad o escepticismo. ¡No parece, digamos, muy favorable a este Progreso del Espíritu! Sigue Hegel:
 

"Como esta [enfermedad] está presente en la esencia misma, sus manifestaciones, mientras aún están aisladas, pueden suprimirse, y los síntomas superficiales pueden sofocarse. Esto le es de gran ventaja, puesto que así no malgasta su poder ni se muestra indigna de su propia naturaleza, como sucede cuando brota en forma de síntomas o erupciones aisladas antagónicas al contenido de la fe y a su conexión con la realidad del mundo externo a ella. Antes bien, siendo ahora un Espíritu invisible e imperceptible, se infiltra en las zonas nobles de raíz, y pronto se ha apoderado completamente de todas las entrañas y miembros del ídolo inconsciente; entonces, 'un buen día, le da a su camarada un codazo, y ¡Crac! ¡Plum! —el ídolo yace tumbado en el suelo" (Diderot, Le Neveu de Rameau). Un 'buen día' en cuyo mediodía no hay baño de sangre, si la infección ha penetrado a todos y cada uno de los órganos de la vida espiritual. Sólo la memoria conservará todavía la forma muerta de la fase previa del Espíritu, como una historia desaparecida, desaparecida ni se sabe cómo. Y de este modo, la nueva serpiente de la sabiduría que se ahora ha erigido para su adoración, no se ha desprendido sino de una piel muerta" (§ 545)

—a este ídolo satánico me refería, cuando digo que Hegel no presenta a la Ilustración con imágenes favorables. Para distinguirse de ella, será, quizá con una dosis de la anxiety of influence. La historia de cómo se pierde la fe es aquí demasiado vívida y certera como para no reconocer en ella una experiencia propia—no sólo de la Conciencia universal, sino de cómo la vio y la vivió desde dentro el individuo Hegel: con desilusión en todos los sentidos de la palabra. La Síntesis que proporciona su noción de Noción, o de fenomenología del Espíritu, será en parte una recuperación simbólica de la religión perdida, a un nivel mayor de complejidad intelectual, y un castigo simbólico a la Ilustración por su arrogancia intelectual, más vívida ahora que la arrogancia del dogmatismo religioso (y aquí es donde creo que a Hegel le falla la memoria emocional en lo referente a ese dogmatismo).

El escepticismo se manifiesta pues, por fin, de modo triunfante y explícito, con denuncias a los sacerdotes por falsarios y manipuladores (§ 542), con mofas a la fe y a los dogmas, con manifestaciones de violenta oposición a la religión:
 

"la acción de la esencia negativa es, de modo no menos esencial, un movimiento desarrollado de autodiferenciación, que, siendo un acto consciente, debe dar a sus momentos una existencia manifiesta definitiva y ha de aparecer en escena como puro vocerío y como enfrentamiento violento contra su antítesis" (§ 546).

Ahora bien, veremos cómo Hegel pasa a desarrollar los paralelismos o simetrías entre esta fase negada (la Religión) y su negación (el escepticismo y anticlericalismo, lo que algunos llaman "la religión del ateísmo"). Su razonamiento lo lleva a mostrarlos como fases simétricas, o como alter egos que no pueden reconocerse uno a otro en una imagen especular demasiado abyecta. El terreno estará maduro para la superación de estas dos antítesis en la propia filosofía hegeliana, que ni cree ni deja de creer, sino que va más allá de la creencia y del escepticismo para mostrar la condiciones de posibilidad de ambos. Veamos el parágrafo 547:
 

"Hemos de ver por tanto cómo el puro entendimiento e intención se comporta en su actitud negativa a ese 'otro' que encuentra confrontándosele. El puro entendimiento e intención que adopta una actitud negativa puede ser únicamente —ya que su Noción es todo esencialidad, y no hay nada fuera de él— el negativo de sí mismo. En tanto que entendimiento, por tanto, se convierte en la negación del puro entendimiento, se convierte en falsedad y sinrazón, y, en tanto que intención, se convierte en la negación de la intención pura, se convierte en una mentira y una insinceridad de propósitos."

Observemos que, aunque dirigido el razonamiento principalmente al dogma ilustrado, la simetría misma de los términos planteados nos sugiere que con la misma razón se puede reconocer esta actitud, o corrupción de la actitud y del entendimiento, en la Religión que se resiste a la Ilustración en las guerras culturales Sea como sea, lo interesante es cómo Hegel prepara el terreno para presentar tanto a esta Religión sometida a la crítica ilustrada, como a la Ilustración en su batalla contra el dogma, como dos momentos parciales, superables, fases del espíritu que piden una fase emergente superior. 

Veamos cómo la Ilustración se atasca a sí misma en su lucha contra el dogma, y viene a ignorarse y a desconocerse a sí misma, perdiendo el filo de su impulso crítico más penetrante (el que recuperará quizá en su reencarnación idealista, en boca de Hegel). Hay aquí, por cierto, toda una mina de material para trazar la prehistoria de los conceptos psicoanalíticos de abyección y de los procesos inconscientes; y es que Hegel es mucho Hegel para todo el siglo XIX, y para el XX. Veamos (desde su perspectiva panorámica) esta pelea dialéctica entre Racionalismo y Creencia, vistos desde las alturas de la espiral hegeliana como dos gemelos, Dumbledumb y Doubledee, enzarzados en una estúpida pelea que sus limitados presupuestos no les permiten comprender:
 

"§ 548: [El Entendimiento] se enzarza en esta contradicción entrando en disputas, y se imagina que lo que está atacando es algo que es otra cosa que sí mismo. Sólo se imagina esto, pues su esencia en tanto que negatividad absoluta implica que contiene esa alteridad en sí mismo. La Idea absoluta es la categoría; en esa Idea, el conocimiento y el objeto conocido son lo mismo. Por tanto, lo que el puro entendimiento proclama que es su otro, lo que según afirma es un error o una mentira, no puede ser otra cosa que su propio ser; puede condenar tan sólo lo que él mismo es. (….)  Pero ya que, al enfrentarse a su contenido, la comprensión pura al principio reconoce en él sólo un contenido, y no su propio ser, no se reconoce a sí misma en él. La comprensión completa se alcanza por tanto cuando el contenido, que inicialmente era objetivo para ella, es reconocido como propio. Su resultado, sin embargo, no será ni el restablecimiento de los errores contra los que lucha, ni tampoco meramente su propia Idea, sino una comprensión que reconoce que la absoluta negación de sí es la propia existencia, que es su propio ser, o una comprensión cuya Idea se reconozca a sí misma."

Y es esta posición en la que se ubica explícitamente Hegel, como una síntesis o superación tanto de la creencia religiosa como de la crítica racionalista a la misma, crítica insuficientemente consciente de la dialéctica propia de las formas del Espíritu:
 

"Esta naturaleza que tiene el combate de la Ilustración contra los errores, a saber, que se combate a sí misma al luchar contra ellos, y que condena en ellos lo que ella misma afirma, es algo explícito [comprensible, visible] para nosotros—o, por decirlo de otra manera, es lo que la Ilustración y su combate son en sí mismos." (§ 548)

Aunque los Ilustrados no lo entiendan así. Y tampoco lo entiende así la Religión, que en estos combates también se queda con el aspecto más superficial o simplista de su propio contrario, de la Ilustración, construyendo una imagen abyecta de ésta:
 

"Es el primer aspecto de este combate, sin embargo, el mancillamiento de la Ilustración por el hecho de que su pureza auto-idéntica adopte una actitud negativa, el aspecto que se convierte en un objeto para la fe, que por tanto viene a conocer [a la Ilustración] como una falsedad, una sin razón, y como algo malintencionado—al igual que la Ilustración contempla a la fe como error y prejuicio" (§ 548).

En los párrafos siguientes sigue Hegel desarrollando esta simetría o dialéctica de desencuentros y confrontamientos, con una base de identidad oculta o subyacente, entre la religión y la Ilustración, como formas del Espíritu en busca de lo absoluto. Por ejemplo, presenta este bonito razonamiento de cómo la Ilustración, al igual que la Religión, crea sus propios ídolos, en el acto mismo de denunciar los ídolos del otro, viendo la paja en el ojo ajeno pero no en el propio (viga no hay, en efecto, pero…). El conocimiento crea su propio objeto, como hace la religión con Dios—pero al principio no lo reconoce:
 

"En la comprensión como tal, la consciencia aprehende un objeto de manera tal que se convierte en la esencia de la consciencia, o se convierte en un objeto en el que la consciencia se conserva a sí misma, vive consigo, y se hace presente a sí, y ya que es de este modo el movimiento del objeto, lo trae a la existencia [es decir, al igual que existen Dios o la otra vida para el creyente que se los imagina – JAGL]. Es esto precisamente lo que la Ilustración (con razón) declara que es la fe, cuando dice que lo que para la fe es el Ser supremo, no es sino un ser de su propia consciencia, su propio pensamiento, algo que es una creación de la propia consciencia. Así lo que la Ilustración declara que es un error y una ficción, resulta ser lo mismo que es la propia Ilustración."  (§ 549)
 

Creo, sin embargo, que a pesar de la belleza irresistible del argumento, Hegel es algo injusto con la Ilustración o la crítica racionalista aquí, pues para mí sí suponen un grado mayor de consciencia de la manera en que los objetos de conocimiento son generados por la mente, y no tienen una existencia todo lo objetiva que parecen.  Por lo mismo, me parece "sobredimensionado" el crédito intelectual que le da Hegel a la Religión equiparándola a la Ilustración en cuanto a su consciencia de las realidades sustanciales como proyecciones mentales. (Es una objeción que quizá pueda hacérsele también en parte a la teoría de René Girard, admirable relectura del cristianismo como crítica de la violencia ritual, que revaloriza la dimensión crítica de esta religión). 

Aquí explica Hegel esa consciencia que él encuentra en la religión, y como digo me parece creíble como descripción de algunos tipos de religión pasados por la Ilustración (desmitologizados, por ser exactos, en la línea de Bultmann y Ebeling y los anglicanos ateos; descripción avant la lettre, claro, y tanto mayor el mérito de Hegel al concebirlos)—pero creo que en absoluto puede aceptarse como una caracterización adecuada de lo que es la Religión en su propia salsa, la generada por ella (y no por la Ilustración). Dice Hegel que
 

"La Idea del entendimiento puro implica no sólo que la consciencia se reconoce a sí misma en el objeto de su entendimiento, y que está inmediatamente presente en él sin antes dejar el elemento del pensamiento y volver a sí misma; también implica que la consciencia es consciente de sí en tanto que es el movimiento de mediación, consciente de sí como la actividad misma que produce el objeto. Esta unidad de sí misma como unidad de sujeto y objeto está por tanto explícita para [el entendimiento puro] en el pensamiento. La fe, también, es precisamente esta consciencia (…)" (§ 549)

—aunque la honradez intelectual, o el realismo, le hace matizar a Hegel que, claro, "no es que esta acción de la fe le haga representarse que el Ser absoluto mismo sea producido por ella" (§ 549). No es lo mismo, podríamos decir, aunque el Espíritu sintético se reconozca a sí mismo en parte en las acciones de la mente del creyente. Y Hegel quita importancia al hecho de que la gente pueda creer (¡y de hecho normalmente crea!) literalmente en los dogmas religiosos del Más Allá, el Dios vigilante, el Cielo, la resurrección de las almas, y la Vida Eterna… —Pasa Hegel a quitarle importancia a la idea de que todo esto pueda considerarse en algún modo una estafa intelectual para nadie, puesto que "nadie" lo cree de modo factual (!!). Vaya, hemos pasado de la fe universal y sustancial, a la simulación universal de la fe, o a la transubstanciación simbólica, sin solución de continuidad. Todo esto se hace con criterio dudoso, a mi entender (y altamente conservador, claro, en su inspiración, conservador dentro de la Ilustración). 

Más acertado suena Hegel cuando observa que cuando la fe entra a discutir con la razón en sus propios términos, cargándose de razones, es que ya ha perdido la batalla:
 

"Si la fe quiere apelar a evidencias históricas para hacerse con el tipo de cimentación, o al menos confirmación, de sus contenidos, de la que habla la Ilustración, y pasa a pensar y actuar seriamente como si eso fuese un asunto importante, entonces se ha dejado ya corromper por la Ilustración; y sus esfuerzos por establecerse y consolidarse de modo tal no son sino pruebas que da de cómo la Ilustración la ha corrompido" (§554)

Quizá podríamos volver contra Hegel su propia argumentación, observando que lo antes comentado al efcto de que la no factualidad de los objetos de la fe no puede en ningún caso considerarse en algún modo una estafa intelectual para nadie, puesto que "nadie" lo cree de modo factual… esto es, a su manera, un síntoma de que Hegel parece no poder concebir la fe en la era contemporánea sino a su propia manera —ya penetrada de Ilustración y escepticismo, olvidándose de las viejas certidumbres de la fe ingenua, para la que no hay diferencia entre la factualidad de los objetos de la fe y los del mundo tangible. De esa fe a la que sí le supone una diferencia que haya cielo o no lo haya, que las almas de los difuntos existan o no existan y nos estén contemplando realmente o no.

Tras afear a la Ilustración su crítica simplista a la fe, Hegel da una vuelta de tuerca más a su síntesis negativa, y observa cómo la Ilustración supera necesariamente a la fe, puesto que saca a la luz un impulso que está latente en el sentimiento religioso mismo. Y le da una expresión perfeccionada (esperando la perfección última del razonamiento sintético Hegeliano, claro está). Es el impulso de negatividad y superación de lo sensible, la actividad de la Idea siempre en busca de sí misma—shedding off one more layer of skin, siempre un paso más allá del perseguidor interior (Bob Dylan, "Infidels"). El ataque de la Ilustración a la fe es, en su raíz más profunda, un impulso espiritual, sostiene Hegel. Su razonamiento es, de paso, un uso magistral de las nociones del pensamiento implícito en la acción humana, y de cómo se hace explícito mediante la reflexión—o, si se quiere, un análisis magistral de los conceptos de lo implícito y lo explícito:
 

"Pues la Ilustración no emplea principios que le sean propios y exclusivos en su ataque a la fe, sino que emplea principios que están implícitos en la propia fe. La Ilustración presenta a la fe meramente sus propios pensamientos que la fe inconscientemente deja dispersos, pero que la Ilustración reúne y aúna: le recuerda a la fe, meramente, cuando una de sus modalidades está presente, las otras que también tiene, pero que siempre olvida cuando tiene presente una de ellas. La Ilustración se muestra a sí misma ante la fe como puro entendimiento, por el hecho de que ve el conjunto completo en un momento específico; hace presente el otro momento que está opuesto a ése, y, convirtiendo uno en el otro [por ejemplo, confrontando Islam y Cristianismo, pongamos, o catolicismo y protestantismoJAGL] trae a la atención la esencia negativa de ambos pensamientos, la Idea. Para la fe, le parece esto una perversión y una mentira, porque le señala la alteridad de sus momentos; por el hecho de hacerlo, parece hacer de ellos algo distinto de lo que son por separado; pero esta 'otredad' es igualmente esencial, y, en verdad, está presente en la propia conciencia creyente, sólo que no piensa en ello, sino que lo aparta a algún lado. Por consiguiente, ni es ajeno a la fe, ni la fe puede desautorizarlo." (§564)

Magistral, y sin embargo también inexacto, creo. Porque algo esencial para la religión es esa visión imperfecta de lo espiritual—la que viene de adherirse a dogmas, ritos, creencias, mitos, símbolos, objetos e instituciones temporales, específicas y limitadas. La fe tiene el impulso de lo espiritual, pero para la religion es todavía más crucial la adhesión a lo temporal, a los ritos, dogmas y creencias específicos de un grupo humano, de una comunidad, que los sustenta y a la que sustentan. 

Podríamos decir: para la religión auténtica (y me refiero con ello a la que se da y se practica efectivamente, la religión de a pie, más allá o más acá de deísmos ecuménicos y teologías racionales) es esencial la idolatría.  El creyente no adora a un leño, o al sol, éstos son sólo símbolos (como analiza Hegel en §567, la fe se indigna y ofende de que se la confunda así con la idolatría). Pero el objeto simbolizado por el ídolo es, en sí mismo, otro ídolo, un ídolo de la comunidad, en el que se fija la atención y la identidad de la Religión, impidiéndole reconocerse en las demás religiones (o permitiéndole no reconocerse en las demás religiones). El aferrarse al leño, a la cruz, es esencial para el creyente (es su cruz).

Una religión autocrítica e ilustrada, como la que parece promover Hegel, sería una religión desmitologizada, que se entendería a sí misma como una fase del espíritu. En realidad dejaría de ser religión y se convertiría en filosofía que simula ser religión. Es magistral a su manera la manera en que muestra Hegel cómo la fe, de por sí, tiende a reconocer en sí misma un elemento de idolatría sin llegar a atreverse a hacerlo. Lo haría una religión "civilizada" que se entendiese a sí misma como una parafernalia simbólica, y a veces parece que sea eso lo que tenemos, cuando investigamos las creencias auténticas de las personas, más allá de la religión oficial o pública. ¿Pero no es eso la piel de la serpiente abandonada? ¿No estamos, necesariamente, en otra fase del espíritu? 

El orden social necesita al parecer una religión de ritos y mitos, de ofrendas a la Virgen, misas, entierros, procesiones y bautizos. Pero no habría que confundir eso con la religión como impulso espiritual o entendimiento puro. Ese impulso está en otra parte, sobre todo desde el momento en que entiende el ritual como un ritual simbólico o un apego comunitario a una fase previa del desarrollo espiritual de la humanidad. En términos de honestidad intelectual, una religión no puede ser a la vez dogmática y crítica, mitológica y desmitificada, ilustrada e ingenua. Es sin embargo lo que se lleva, claro, y es lo que recomiendan el Papa y las mejores autoridades políticas. 

Pero los místicos siempre han ido por otro lado, y cuando algo se percibe como peso muerto o idolatría, es hora de dejarlo porque la religión auténtica, o lo que haya de ocupar su lugar, está en otra parte. La solidaridad humana o los compromisos sociales nos pueden hacer transigir con los rituales religiosos de otras personas, y procurar no ofenderles, pero la espiritualidad auténtica no puede apegarse a ritos o creencias que ella misma reconoce como meras maniobras simbólicas o productos culturales transitorios. Es decir, la espiritualidad no puede apegarse a las religiones, esas idolatrías.

Un análisis semiótico de la idolatría nos diría que es la confusión del signo con el referente; un defecto de atención o análisis, quizá. Y sin embargo hay pocos partidarios de comprender la circulación universal de los signos; se busca darles un asentamiento final, una base que detenga esta huida hacia el infinito de la consciencia y del sentido.  Quizá Hegel también lo haga a su manera, buscándole estas justificaciones a la religión, frente a la crítica de la Ilustración,—negándose a ver en ella el elemento necesario de idolatría que contiene, el alto que le echa al entendimiento puro, como un corruptor de las creencias. 

Por mi parte, a mí me desagrada más la corrupción del entendimiento que la de las creencias—aunque transijo con ambas.

 

 
 
 
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