Éste fue un problema ya planteado por Aristóteles en su obra titulada Ética a Nicómaco cuando dice: “Las medidas del vino y del trigo no son iguales en todas partes, sino mayores donde se compre y menores donde se vende". Esa diferencia de medidas (o sea de precio), está vigente, por lo menos desde el año 322 antes de Jesucristo. Y desde ese discurso se fue profundizando el origen de las plusvalías a lo largo de la historia. En los tres últimos siglos se fue analizando en qué momento del proceso de industrialización se producían las mayores plusvalías y el menor coste, es decir dónde residía el mayor beneficio. El novelista francés Alejandro Dumas, confirmando esa milenaria preocupación sobre el sistema comercial, en su novela La Dama de las camelias, afirma “cuánta razón tenían los antiguos que atribuían el mismo dios a los comerciantes y a los ladrones".
Pues bien, en estas vacaciones choqueiras al leer la prensa gallega vi varias noticias sobre los precios de la leche y su diferencia de precio entre lo que les pagan a los ganaderos y el precio que tienen que pagar los consumidores, así como el boicot que los ganaderos franceses hacen a los productos gallegos. Me gustaría saber lo que diría nuestro insigne Ortega y Gasset, o el francés Fourrier sobre los comerciantes. Fourrier respaldaría lo que afirmó en El Espectador el filósofo español, en su artículo La psicologia del cascabel: "El comerciante -a mi entender, el tipo inferior del hombre- encuentra un tanto infantil al poeta y al sabio, al general y al político; le parecen gentes que se ocupan de cosas superfluas y cuyo trabajo tiene siempre un aire de juego".
Hoy en día las estructuras económicas y políticas han derivado hacia el control de la distribución y la comercialización, abandonando la dimensión extractiva y productiva, por la de la comercialización, pues muchos industriales y políticos comparten el pensamiento de Benjamin Franklin, que creía que “ninguna nación se ha arruinado por causa del comercio", pero han sido muchas las que se han arruinado por abandonar la parte industrial de la distribución. La obligación de los políticos y los comunicadores es desenmascarar el gran control que estos elementos ejercen sobre el mercado, haciendo subir o bajar los precios según su interés personal.
Respecto a la leche, nos hemos olvidado de las lechereas que traían a tu puerta la leche recién ordeñada, y cómo farmacéuticos y veterinarios ejercían los controles sanitarios y de calidad de la leche distribuida por los pequeños vaqueros, hasta que la legislación empezó a conceder concesiones a grandes empresas de distribución, que desnataban el producto, o los enviaban a grandes industrias lecheras, llegando, incluso, a impedir la creación de cooperativas municipales, que se pudieran encargar del control ejercido bajo la responsabilidad de los colegios farmacéuticos y veterinarios, ya que su idea fundacional la resumió el poeta Marcial en su obra titulada Epigramas muchísimos años antes diciendo que "la vida no es para vivir sino para vivir con salud". A lo que añado con placer y coherencia que
El control del comercio, de la leyes, se impulsó en el franquismo con concesiones exclusivistas que impedían la venta directa, la creación de cooperativas de distribución de leche por parte de los pequeños productores y repartidores locales y otorgando la exclusividad nacional a grandes empresas, justificando este hecho en motivos de salud y garantías de calidad. El resultado fue la pérdida del sabor auténtico de la leche, su nata matutina y su mantequilla casera. Ya se sabe, pérdida de beneficio a cambio de calidad, es la nueva ley del comercio.