jueves,18 agosto 2022
Espacio euroiberoamericano de diálogo sobre la innovación social, profesional y académica
InicioOpiniónBlogsEducación para reducir la desigualdad mundial

Educación para reducir la desigualdad mundial

Infolítico Infolítico
Todos sabemos que la educación, la sanidad y las pensiones han sido los principales instrumentos para crear en Europa, y después en España, el llamado Estado de Bienestar. Lo novedoso y sorprendente, y por ello más loable y relevante, es que la educación haya empezado a ser reclamada como política mundial de igualdad y cohesión social por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Llamo la atención sobre esta gran noticia para la evolución de la nueva conciencia global porque la prensa se ha enredado en sus informaciones de la última asamblea del FMI en otros aspectos menos relevantes. Pero lo cierto es que el informe presentado a ese foro por el organismo internacional se ocupa y preocupa, por primera vez en su historia, por la marcha de la igualdad entre países y dentro de cada país. Y su conclusión es que, como la globalización tecnológica y en menor medida la financiera han incremento las desigualdades (no así la globalización comercial), hay que recurrir como principal instrumento compensador a la educación.
 
En efecto, este último informe (ver Texto completo) , al igual que los capítulos analíticos de la edición de abril de 2007 de Perspectivas de la economía mundial, recomiendan aplicar una gama de políticas educativas tanto en las economías avanzadas como en las economías en desarrollo. Concretamente, añaden que las reformas orientadas al fortalecimiento de la educación y la capacitación contribuirán a garantizar que los trabajadores tengan las calificaciones necesarias para competir y contribuir a la nueva economía mundial basada en el conocimiento.
 
El FMI urge a reenfocar las políticas educativas gubernamentales en los grupos de mano de obra de menor calificación y de menores ingresos, a fin de que no se vean perjudicados por los cambios tecnológicos u otros factores anexos. Predica al respecto buscar el equilibrio entre los mecanismos de mercado y las políticas públicas encaminadas a la provisión de educación y salud en los sectores menos favorecidos. Aunque ve necesarias reformas del mercado de trabajo para garantizar la creación de empleos de manera flexible en los sectores más dinámicos, dice también que deberán mejorarse las redes de protección social.
Tan relevante como el contenido de estos mensajes es el mensajero y sus motivaciones. En cuanto a lo primero, se trata nada menos que de la institución atacada desde su creación como el principal instrumento mundial para que los ricos exploten a los pobres, el gendarme del llamado consenso de Washington, inspiradoren las dos ultimas décadas de las políticas de ajuste para a preservar los desequilibrios (sobre todo la inflación, el déficit público y el déficit exterior, no directamente el empleo ni mucho menos hasta ahora la desigualdad en el reparto de la renta). Respecto a las motivaciones, puede que haya influido algo la sustitución de Rodrigo Rato por el socialista francés Dominique Strauss-Kahn, incluso también el preparar el terreno para el consenso necesario cuya ausencia ha impedido reformar la mayor institución económica creada hace 60 años para encabezar la cooperación internacional.
 
Frente al carácter especulativo de estas hipótesis y a la constatación de que los dos informes eran previos a la sucesión, lo cierto es que el último revela claramente sus motivos al indicar que, pese a la buena marcha de la economía mundial en los últimos años se ha recrudecido la inquietud con respecto a la distribución de los beneficios. El rápido avance tecnológico y la expansión de la globalización comercial y financiera han impulsado extraordinariamente el crecimiento y han ayudado a reducir la pobreza, pero también han contribuido a incrementar la concentración de la renta y la riqueza, tanto en las economías avanzadas como en los países de mercados emergentes y en desarrollo. Los propietarios del capital y los trabajadores muy calificados han cosechado ampliamente los frutos de estos avances. Pero los beneficios han sido más limitados para los trabajadores menos calificados y los que tienen un acceso limitado al empleo o al financiamiento. Por ello, el recrudecimiento de la desigualdad ya ha generado cierta resistencia a la globalización y ha contribuido a los recientes retrocesos en el proceso de liberalización comercial multilateral, y las presiones proteccionistas podrían llegar a ser aún más virulentas.
 
Además de estas causas estratégicas, y más allá de las preocupaciones sociales y de política económica, el FMI admite que la desigualdad también tiene costos económicos reales, porque implica que los recursos humanos no están utilizándose de forma productiva, ya que una proporción importante de la población mundial continúa teniendo un acceso inadecuado a la educación, la atención de la salud y las oportunidades económicas y financieras.
Por tanto, no es que el FMI haya abandonado su papel de guardián de la ortodoxia de las políticas económicas aplicadas por los estados de los 185 países que hoy forman parte del mismo para mantener la estabilidad monetaria, como cuento en el último número de la Revista CONSEJEROS. Prueba de ello es que sigue predicando contra las presiones crecientes derivadas del gasto público en atención de la salud y seguridad social, explicadas sobre todo por el también preocupante envejecimiento de la población en los países desarrollados. Pero al menos reclama un mayor protagonismo de la educación, por lo que podemos estar de enhorabuena, pues en el reparto de papeles de las organizaciones económicas internacionales surgidas tras la II Guerra Mundial para organizar la cooperación ayudando a la ONU a evitar los conflictos ha sido hasta ahora el Banco Mundial (cabeza de la cooperación financiera o crediticia) la única entidad que había coqueteado con el problema de la desigualdad y la equidad. Lo hizo a fondo la ONU al incorporar a las decenas de países que admitió en su seno tras las oleadas de descolonización, hasta el punto de crearles en los años sesenta unas expectativas que nunca pudo atender, entre otras razones porque en las Naciones Unidas cada país tiene un voto (lo que diluye el control de las principales potencias a medida que crece) y sus resoluciones no son vinculantes, salvo en el caso del Consejo de Seguridad (controlado por los cinco con derecho a veto).
Las dificultades de bregar con esa creciente mayoría numérica de países desarrapados, unidas a la creciente capacidad de control indirecto desde los ámbitos monetarios, llevaron a los EEUU a dar mayor prioridad para ejercer su influencia mundial al FMI (donde tiene garantizada la mayoría numérica del voto). Quedaban así en segundo o tercer plano del liderazgo los mecanismos de cooperación comercial (primero los acuerdos GATT, desde hace 13 años la OMC), e incluso el propio Banco Mundial, que ante el fracaso de la ONU frente a los problemas del desarrollo quedó involucrado directamente en ellos al Banco Mundial y su grupo. Sus créditos blandos y de largo plazo facilitaban tanto el crecimiento como el cambio estructural, por lo que este banco ha estado siempre próximo a dichos problemas. Su relación con ellos aumentó cuando las Naciones Unidas empezaron a dar protagonismo a la nueva idea del desarrollo sostenible, consagrada en las cumbres decenales de Río en 1992 y Johanesburgo en el 2002. Ese nuevo evangelio del progreso para ricos y del avance para pobres se resume en añadir a la visión económica del desarrollo la necesidad de afrontar las restricciones tanto medioambientales como las derivadas de la propia organización social, entre las cuales destacan precisamente los problemas de desigualdad y equidad.
Entre medias, y pese al paulatino desenganche de esa meta de la sostenibilidad por parte de los EEUU, el Banco Mundial se convierte en eficaz difusor de esas novedades y en interlocutor para los problemas de la globalización. Estos aparecen precisamente cuando el fin de la guerra fría inaugura oficialmente la etapa de la mundialización en las relaciones internacionales, lo mismo que otras grandes guerras calientes alumbraron etapas anticipadoras del multilateralismo: las dos mundiales o antes las napoleónicas, e incluso a mediados del siglo XVII las de Francia e Inglaterra.
Mientras el FMI siembra la nueva globalización con sus políticas monetarias, el grupo encargado de organizar la cooperación financiera se asoma a la desigualdad y no solo estudia y difunde el desarrollo sostenible con casi tanta efusión como Europa pese a las reticencias norteamericanas, sino que asiste como observador a los foros privados mundiales partidarios de la globalización (Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza) y a otros opuestos (Foro Social Mundial, que en su reunión del 2004 declara como objetivo “la oposición a la globalización, la guerra y todas las formas de discriminación, incluidos el racismo, el patriarcado y la religión"). Antes publica en el 2000 un informe libro sobre el desarrollo sostenible y en el 2002 Globalization, Growth and Poverty, un documento que antes de investigar políticas reconoce la globalización como un proceso confuso que requiere de ajustes y genera problemas y retos importantes. Decía al respecto que unos tres mil millones de personas vivían en países en desarrollo "que son nuevos en la globalización", mientras que muchos otros países en desarrollo tienen dos mil millones de personas y han quedado fuera del proceso de globalización. Pero en la década de los noventa el primer grupo mejoró según el Banco Mundial, al crecer un 5% por habitante en comparación con el 2% en los países ricos, mientras los habitantes en extrema pobreza (quienes viven con menos de un dólar al día) de los países que comienzan a globalizarse disminuyeron unos 120 millones entre 1993 y 1998".
Ahora, el informe del FMI reconoce el aumento de la desigualdad del ingreso en la mayoría de las regiones y países del mundo durante las dos ultimas décadas, tanto en Europa, América Latina y las nuevas economías industrializadas de Asia. Luego señala como principales causas la tecnología y la globalización financiera, mientras que considera la globalización comercial una fuente de igualdad. Explica el efecto desigual de la tecnología porque favorece a los grupos con mayores calificaciones, lo que exacerba la brecha en los países y regiones con menores niveles de inversión en ciencia y tecnología y acceso a la información, al privilegiar a los sectores con mejor formación de capital humano. Sin embargo, dice que, al mismo tiempo, el ingreso por persona se ha incrementado en la mayoría de los países e incluso en las regiones más pobres. Esto significa que los individuos bajo la línea de pobreza están mejor en una perspectiva global, pero que sus ingresos crecen a un nivel más lento que el del resto de la población.
Lo que no dice el FMI es cómo financiar la educación como instrumento de desarrollo e igualdad, sobre todo entre los más afectados por la desigualdad en un futuro donde, si se cumplen sus pronósticos, el envejecimiento de la población tenderá a aumentar las tasas de consumo a medida que se incremente la proporción de la población que se retira de la fuerza laboral, mientras que se necesitarán más recursos para la inversión y para hacer frente al cambio climático (sólo en controlar las emisiones de carbono se irá casi el 1% del PIB mundial), después de que el rápido crecimiento de los últimos años se haya mantenido con unas tasas relativamente bajas de la inversión mundial, impulsadas por los aumentos de la productividad derivados de la globalización comercial y financiera y de la aplicación de nuevas tecnologías de la información, esas nuevas fuentes de desigualdad. Pero deja claro que el dinamismo derivado de la globalización y las nuevas tecnologías podría debilitarse, sobre todo si no se resuelven adecuadamente las cuestiones relacionadas con la distribución del ingreso. Y no podemos conformarnos con que, muerto el burro, se acabó la rabia o la carga, porque también faltará cebada.
(*) Profesor Titular de Organización Económica Internacional en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la UAM

De interés

Artículos Relacionados

Centro de preferencias de privacidad