jueves,18 agosto 2022
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Lecturas de un viejo profesor

El ciprés en el patio

Una tarde, el Maestro echó de menos una campanilla de plata que colgaba en el dintel de la baranda. Su sonido, cuando la agitaba el viento, le llenaba de alegría.

El anciano Maestro recordaba que uno de los monjes del monasterio le preguntó un día a qué se debía su sosiego y esa alegría que nada parecía turbar, y le había respondido con una sonrisa: “¡Es por el sonido de una campanilla que cuelga del dintel de mi terraza! Cuando el viento la agita, se borran todas las nubes y el corazón recupera su armonía".

El novicio era inteligente, pero con una inquietud interior que le desasosegaba. El Maestro sabía que tan sólo unas buenas dosis de humor y la capacidad de reírse de sí mismo podrían aliviar su ansiedad. Así que el joven monje decidió entrar en el recinto del Maestro y robársela mientras éste paseaba junto al río. Creía que si la instalaba en su celda podría disfrutar de esa felicidad que añoraba.

Al cabo de unos días, se presentó el joven monje con la campanilla escondida entre su ropa. Se echó a los pies del Maestro y confesó su falta y su frustración pues, por más que se pasó horas sentado ante la campanilla, el sonido de ésta no hacía más que incrementar su tristeza.

– Maestro – le dijo entre lágrimas -, ¿por qué esta campanilla es para ti una fuente de alegría y para mí ha sido el colmo de mi desolación?

– ¡El ciprés en el patio! – respondió el maestro alzándole del suelo con solicitud y comprensión.

Y ante su asombro prosiguió: – El ciprés en el patio, la tetera al fuego, el trenzado de los juncos o la campanilla de plata ¿qué más da, hijo, qué más da? Se trata de vivir con plenitud cada circunstancia del día, sin esperar ni recompensa ni reconocimiento alguno. No es lo que hacemos sino cómo lo hacemos. Ni aquí ni allí. Ni por premio ni por castigo. Se trata de aceptarnos como somos y de no castigarnos con fantasmas de la mente.

– ¡Ayúdame Maestro para poder reírme de mí mismo!

 

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