jueves,18 agosto 2022
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Angel Luis Vazquez

El cómo juguemos las cartas que nos reparte la vida dice mucho sobre nosotros.

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Da lo mismo si estamos jugando al futbol, al baloncesto, al parchís, o compitiendo por un puesto en nuestra empresa, entre nuestros amigos, o incluso en nuestra familia, pues cada jugador normalmente va utilizar las mismas estrategias que se repiten una y otra vez de forma automática con independencia del juego a que juguemos.

Es ese gran ordenador neuronal llamado “subconsciente” el que nos hace que, independientemente del juego al que juguemos, en base a nuestras capacidades, nuestros criterios, nuestros valores, nuestras experiencias, es decir, en base a nuestra identidad,  reaccionemos de forma automática de forma similar, una y otra vez.

El conflicto como realidad de la vida y parte de la esencia de la persona, puede considerarse como un juego donde las partes en conflicto serán los “jugadores”, y la gestión del conflicto como las estrategias empleadas por cada parte.

Siguiendo este paralelismo, podemos considerar un proceso de mediación, como un juego, en el que los jugadores son las partes, asistidas por un tercero, el mediador, con un propósito, unas reglas y unas estrategias.

El propósito del juego parece claro, conseguir un acuerdo satisfactorio, pero esto puede ser muy sencillo o muy complicado, dependiendo de si está o no alineado con el resto de las partes, incluyendo al propio mediador.

En cuanto a las reglas, no voy a entrar en mucha materia para no tener que pronunciarme sobre si el mediador tiene que intervenir o no, y demás cuestiones, que tanto nos gusta discutir a los profesionales de la mediación. Digamos que existen una reglas y estas se aplican en función de las características de cada proceso de mediación.

Pero es en las ”estrategias” donde me quiero centrar, pues tenemos que tener claro, que cada parte tiene una estrategia definida, aunque en muchos casos no se sea consciente de ello, y que el éxito de la mediación estará en gran medida en que el mediador sepa distinguir la estrategia empleada por cada parte. En principio, vamos a considerar  cuatro posibles estrategias:

  1. Jugar a ganar. Si la estrategia de las partes es jugar a ganar, estamos de suerte, pues los objetivos están alineados, las partes actuarán de forma proactiva adelantándose a los acontecimientos, de una forma creativa, e incluso, cualquier dificultad se considerará como una posibilidad de aprendizaje. Desde ese punto de vista, conseguir un acuerdo satisfactorio, es un triunfo personal de cada una de las partes.
  2. Jugar a no perder. En esta estrategia las partes actúan de una forma reactiva en función de lo que hace la otra parte, defendiendo con uñas y dientes nuestros modelos mentales y creencias. En esta estrategia las emociones omnipresentes son el miedo y el fracaso, además del conformismo, y la frase que más vamos a escuchar es “siempre ha sido así porque tiene que cambiar ahora”.
  3. Jugar a perder. En este caso, como mediadores estamos fastidiados, por no utilizar una palabra más vulgar, pues por lo menos una de las partes está más preocupada en tener razón y ser víctima de las circunstancias, que en conseguir un acuerdo satisfactorio. Nos vamos a encontrar con una estrategia de boicotear cualquier intento de aportar soluciones. En esta estrategia la emoción presente es el resentimiento, los demás tienen la culpa de lo que ocurre, y la frase que más vamos a escuchar es “Ya te lo advertí que no serviría de nada”.
  4. Jugar a no jugar. En este caso, como mediadores lo tenemos muy difícil, pues una de las partes, por las circunstancias que sean ha decidido “romper el juego”, su estrategia es boicotear, oponerse a todo, incumplir las reglas, discutir acaloradamente. En este caso la emoción que está detrás de esta estrategia es el resentimiento, y lo triste del caso, es que cuando se juega a perder, normalmente se pierde.

Para el mediador, conocer a que está jugando cada una de las partes es fundamental, pues en base a la estrategia empleada podremos conocer la emoción que se encuentra detrás e intentar recomponer el reconocimiento, el diálogo y la  interacción mediante las herramientas adecuadas.

El destino reparte las cartas, tú eres el que juega

William Shakespeare (1564-1616).

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#Mediarinteresa

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