jueves,18 agosto 2022
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El curso más difícil del siglo

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El mismo cuadro clínico de octubre del 2008 se repite estos días en la economía occidental, aunque con agravantes, como la falta de anticuerpos estructurales y la creciente indignación global ante el desgobierno y la desigualdad reflejadas por las ubicuas infraestructuras digitales. Cuando todavía no se había alcanzado el nivel de actividad económico perdido entonces, acechan similares miedos a caer por la pendiente recesiva, que confirmaría la perspectiva de al menos otros cuatro años de intentos por recuperar aquel listón perdido. Quizá mas, porque a la falta de regulación o control de los mercados se han sumando la de los líderes políticos y de los medios de comunicación, desregulaciones que configuran la apretada agenda de inicio de un curso económico que puede ser el más difícil del siglo.
Tomo a préstamo este título de una crónica bursátil del diario Cinco Días previa al nuevo batacazo de ayer: caídas generalizadas próximas al 5%. Es aplicable al conjunto de indicadores económicos y de opinión sobre la incapacidad de respuesta, así como extensible a todo tipo de autoridades institucionales, dadas como Groucho Marx a destruir el tren que alimenta la caldera. Ya que se echa en falta la adecuada regulación o sintonía de unos con otros, como requiere la interdependencia de la actual globalización, cabe pedir que también se autoregulen eficazmente los mercados e incluso a los medios de comunicación que deben informar de y controlar a ambos poderes. O la indignación de los ciudadanos.

Los diagnósticos previos a las vacaciones veraniegas siguen en la antesala, como los pacientes. Pero los poderes han utilizado la generalizada inactividad de agosto para actuar con menor resistencia, desafiando leyes que imitan a las de la física. Los mercados han negociado un tercio mas que otros años en agosto y han huido de todo riesgo, por lo que muchos valores bancarios (sobre todo de Alemania y Francia) han perdido ya desde la primavera cerca del 50%, como el conjunto de las bolsas  durante el 2008.

El efecto recesivo del consumo y de la inversión que tendrán como entonces esa pérdida de expectativas de riqueza (tras las cuales además de la especulación profesional están los fondos de pensiones y una parte de los ahorros de las clases medias) se sumará a la nueva asfixia del crédito por el temor a otra crisis financiera (ahora causada por las tenencias de la deuda pública engrosada por los estímulos monetarios y fiscales de hace tres años), el efecto también contractivo de las nuevas rondas de los ajustes sin fin, la caída del comercio internacional, las pérdidas de rentas por las subidas de un petróleo y unas materias primas que actualmente se moderan menos que entonces porque no están tan contaminadas las economías emergentes,  etc., etc.

Como entonces, existe el temor a que caigan entidades financieras, aunque ahora también arrastren a algunos países.“Resulta obvio que muchas entidades no sobrevivirán si hay que valorar las carteras de deuda soberana a precio de mercado”, declaraba ayer el presidente del Deutsche Bank, Josef Ackermann, al comparar la situación con la vivida en el otoño de 2008, cuando la quiebra de Lehmann Brothers extendió la recesión mundial.

Mientras el contagio nos afecta pese a las medidas preventivas (la prima de riesgo española escaló ayer otra ve hasta los 340 puntos básicos al situarse el bono a 10 años en el 5,2% aun cuando el Banco Central Europeo sigue comprando bonos españoles e italianos), las autoridades políticas muestran tanta incapacidad como la exhibida este agosto por el dúo europeo Merkel-Sarkozy. Al frente ya del FMI, Lagarde, exministra francesa, ha contribuido el pasado fin de semana a extender los temores al recrudecimiento de la crisis financiera europea y ha pedido ahora añadir a la estabilización fiscal medidas a favor del crecimiento, además de “una recapitalización de los bancos europeos”, ahora que los presupuestos públicos están exhaustos. Es pura retórica su afirmación de que ” todavía podemos evitar la recesión”, o la del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, al responderle que la eurozona tendría un “crecimiento modesto” y no una recesión. Ni siquiera los EEUU ha recuperado el nivel de actividad previo al 2008, y menos Europa o Japón, por lo que pueden llamarlo como quieran, recesión o rarefacción.

Más días decisivos que consensos políticos

La apretada agenda política-económica europea tras el ferragosto se nos hecha encima con mayores interrogantes que los de los últimos años, a la espera de remedios a la creciente incertidumbre. Ni los hay ni se los espera pronto a corto y medio plazo, al margen de acentuar y perseverar en los ajustes, por lo que incluso la esperanza de que tiren del carro los beneficios de las empresas se desvanece ante la pérdida de la actividad. Lo han dejado claro  el ministro alemán de Economía y Finanzas, Wolfgang Schäuble, al intentar explicar hoy en una tribuna de Financial Times por qué la austeridad es la única cura de la eurozona (Why austerity is only cure for eurozone), y ayer el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, al dar también la voz de ya mismo para que los gobiernos europeos pongan en marcha las reformas pactadas en la eurocumbre del pasado julio, que acordó el segundo rescate griego. Pero ya se sabe que la economía de Grecia, espejo de vates y augures para otros países como el Nouriel Roubini ahora llamado “doctor muerte” por pronosticar hasta las crisis que no se producen, decrece este año al 4% porque ha seguir esos ajustes impuestos, lo que impide cumplir sus compromisos de menor déficit y deuda. Allí su Gobierno rompió el viernes las negociaciones con la troika que pretendía tomar el timón (el FMI, la Comisión Europea y el BCE).

Menos mal que no todos los políticos están en esa línea, ni alguno que va a tener mas poder, como el inmediato sustituto de Trichet al frente del BCE, ni los lideres europeos (entonces de mayoría socialdemócrata) que en los años ochenta y noventa sacaron a Unión de su crisis mientras Margaret Tatcher encaraba una recesión solo superada por la actual de Gran Bretaña. El conservador que todavía gobierna el Banco de Italia, Mario Draghi, dice que aplicar los acuerdos de la cumbre de julio “no es suficiente” porque la crisis de la deuda soberana deriva del carácter “incompleto” de la Unión Económica y Monetaria. Al otro lado, viejos y nuevos rockeros de la socialdemocracia apeada de los grandes gobiernos piden más Europa para conjurar el riesgo de ruptura de la eurozona a base de eurobonos, el nuevo frente de la casi rota política de cohesión que ellos lanzaron. Ahí están nuestro expresidente González, el ex canciller alemán, Schröeder; y el ex primer ministro británico, Blair, a  quienes  en su manifiesto por aumentar el fondo de rescate de 440.000 y emitir eurobonos les acompañan el expresidente de la Comisión Europea Jacques Delors, el exprimer ministro belga Guy Verhofstadt y el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz.

Tendrán que sortear los calendarios a que nos somete el dúo Merkel-Sarkozy, animado en  nuestra política autóctona por piezas como el Aznar que este domingo declaraba a España “ya intervenida” o el Monago señalando que “Zapatero ha arruinado España para esta generación y la siguiente”. Mientras hoy salen los datos que confirmaran la recaída de la eurozona y el Parlamento francés vota la enmienda al Presupuesto que aprueba la contribución gala al segundo rescate financiero de Grecia, mañana el Tribunal Constitucional alemán hace público el veredicto sobre si el Gobierno ha quebrantado la ley al aprobar el rescate a Grecia y otros países de la Eurozona afectados por la crisis de deuda. Esos serán aparritivos para las grandes modificaciones de los tratados de la UE que desea Alemania los próximos años, mientras el jueves el Banco Central Europeo (BCE) decide si frena la iniciada subida de tipos de interés y en EEUU el presidente Obama presenta un plan de empleo, en tanto el viernes los ministros de Finanzas del G7 y los gobernadores de sus respectivos bancos centrales se reúnen en Marsella para debatir la necesidad de un esfuerzo global que apoye como en el 2009 el crecimiento, el empleo y la estabilidad financiera. Temas estos sobre los que se pronunciará semanas después la asamblea conjunta del FMI y del Banco Mundial que ahora se suma a la retórica de que no hay riesgo de otra recesión. Antes se caldeará la cosa el 14 de septiembre, cuando la citada troika vuelva a Atenas para seguir evaluando los ajustes en Grecia, y el 23 de septiembre el Parlamento alemán vote el último fondo de rescate europeo acordado el 21 de julio, tras lo que el 27 de septiembre se disolverán las Cortes españolas para dar paso a la campaña electoral.

Sin embargo, los peores hitos del calendario de los próximos meses radicarán en las fechas de vencimiento y necesidad de amortización de las deudas, así como en las menos determinadas reacciones que den los poderes públicos ante las crecientes muestras de indignación global.

El espejo de la prensa

Tampoco la prensa está a la altura de las circunstancias de esta crisis de las economías desarrolladas. “España sigue al borde del precipicio financiero a pesar de las últimas buenas intenciones del Gobierno”. Ayer la Bolsa se desplomó un 3,4% y la prima de riesgo superó los 310 puntos, intervención del BCE incluida. La realidad demostrable (Bloomberg) era que las caídas de otros grandes países eran mayores: el Russell norteamericano hasta un 3,61, todo el Euro-stoxx el 3,69%, el cac francés el 3,59 y el dax alemán el 3,36 y el mib italiano el 3,89. Además,  prima de riesgo subía 5 puntos menos que la italiana y su ampliación se debió mas que a la subida de España a la bajada de Alemania, nada menos que en 14 puntos, hasta un rendimiento del 2% en los bonos a 10 años, casi el mismo que el de los bonos usa (1,99%). Ni el medio ni sus lectores enmiendan el error.

El otro gran diario nacional en tirada e influencia decía que la reforma de la constitución no ha sido un mensaje a los mercados, sino a Francia y Alemania. Lo cierto es que ambos países, al margen de quien los lidere, son los dos principales mercados españoles, casi la mitad de su comercio e inversiones. Y también que, a la luz de los resultados de agosto, los mercados financieros han tratado a España mejor que a ambos países líderes, pues el ibex cayó un 9% el ferragosto mas movido de los últimos años (un tercio mas de contratación en plenas vacaciones estivales) y el Dax alemán el 20%.

¿Es que no ha servido para nada la reforma constitucional, además de para crear el marco para meter en cintura a las autonomías y alejar a los nacionalistas del consenso? La menor caída de las bolsas e incluso el riesgo país indican que sí, contra la calentura de los principales editorialistas mediáticos.  Ante el batacazo de ayer mismo, la bolsa española volvió a ser de las que menos bajó en Europa, donde la mayor penalización correspondió otra vez a la Bolsa alemana, que tuvo un descenso del 5,28%, seguida de la italiana, con el 4,83%, le siguió la de Francia, con el 4,73% y la británica, con el 3,58%.

Aunque la prensa española tiene un merecido prestigio de estar menos contaminada por la política o los intereses que las de otros países, ese menos no ha de entenderse como negación de su alta contaminación en las ideas, en los intereses o en la mera ignorancia de los poderes a los que debería ayudar a controlar, según su función teórica. La realidad, mejor reflejada en las secciones de economía de ambos medios, era que las bolsas se hundían de nuevo desde el miércoles pasado, después de cinco días de recuperación, por el mal dato de paro en los EE.UU, donde no se crearon empleos en agosto pese a que se esperaban casi 100.000. La interpretación generalizada de esos datos abunda en reafirmar los temores a la vuelta a la recesión, o –lo que sería más correcto técnicamente– al retroceso en los pasos hacia la salida de su túnel. Se trata de una conclusión mas que justificada, pues el empleo asiste a un problema estructural en todas las economías desarrolladas: la necesidad de recuperar competitividad frente a las emergentes, por lo que en los próximo años tendrá que depreciarse mas el dólar y hacerlo de una vez también el euro y el yen, con el permiso del creciente poder de China y otros emergentes.

Entre tanto converjan por esa u otra vía los precios y rentas del mundo desarrollado y del emergente, tendremos que acostumbrarnos a ese paro estructural, mayor ya que en ninguna otra recesión, salvo la Depresión de los años 30. Todavía hay riesgo de que la superemos, como tendremos oportunidad de ver en los próximos meses. Ese paro hará mas difícil pagar las deudas publicas, aunque refleje un cierto y necesario intento de desapalancamiento del sector privado. Su carácter queda en evidencia por el hecho de que llevamos cuatro años de crisis y nunca antes había tardado tanto en recuperarse el nivel empleo previo. En los EEUU apenas se ha iniciado ese camino.

Solo Japón mejora algo, como en las potsguerras, por la reconstrucción de sus catástrofes naturales. Pero allí los problemas empezaron hace veinte años y tampoco es una referencia por sus diferentes estructuras, aunque el paro apenas ha bajado unas décimas desde el máximo histórico del 5,6% de julio del 2009. Algunos dicen que es un ejemplo que debemos evitar,  porque allí se inició la recesión casi dos décadas antes, y también por una burbuja inmobiliaria. Mas relevante es que también antes Japón sufre la competencia de otros países emergentes asiáticos a los que en décadas previas ayudó a desarrollar (los dragones y tigres asiáticos), además ahora de la China.

Conforme crece esa recesión y sus crisis vinculadas (financiera, alimentaria y de otras materias primas), es previsible que crezca además la indignación de los ciudadanos. Esta no es rasgo peculiar, sin embargo,  del decadente Occidente; se ha globalizado  desde Europa a África y viceversa, aunque también amenaza a países emergentes de Asia  e Iberoamérica, aunque no a los EE.UU. Algunos hablan ya de que el año 2011 pasará a la historia como el año de la indignación global. Es un diagnóstico más que acertado que deberá encontrar hueco en las agendas del poder.

En suma, ante el abismo o cisne negro en el que siguen las economías desarrolladas al empezar el difícil curso económico y político actual, la demagogia de las autoridades políticas y mediáticas ayudará menos que el desbocamiento de los mercados a decidir cómo salvarnos todos, ni siquiera a ver quién cae primero ante la pasividad de la autoridad competente.

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