jueves,18 agosto 2022
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Hecha a medida para la reconversión de bancos y grandes empresas

El Gobierno intenta reconducir el fiasco de su última propuesta para la reforma laboral

El Ejecutivo afronta la semana de negociación más complicada en los últimos meses tras su autoenmienda sobre el el que, inicialmente, iba a ser un mecanismo para hacer estable un modelo de ERTEs como el de la pandemia –accesible para las pymes y micropymes– para convertirlo en una herramienta para dirigir –que no frenar– los ajustes de empleo derivados de la reconversión digital. Una fórmula, además, que parece pensada a la medida de banca y grandes empresas.

Podemos decir que toda legislación económica nace de un precario equilibrio entre ideología, eslóganes y tecnocracia. Dicho de otra forma, de la ecuación que dibujan una visión del modelo económico y social, el cumplimiento de unas promesas electorales y la realidad del día a día de la gestión pública con los datos en la mano. Por eso los perfiles técnicos suelen estar mejor vistos que los políticos, aunque a la hora de la verdad esta división entre actores no sea tan clara y resulten ser tan ideológicos unos como otros.  Sólo tienen agendas diferentes.

Esto lo estamos viendo claramente en la reforma laboral: pareciera que el problema es casar el contenido de los papeles que se negocian –y sus compromisos con Bruselas–, con el discurso tirando a maximalista del Gobierno.

Desde esta óptica, lo que ha ocurrido estas dos últimas semanas en la negociación de la reforma laboral ha demostrado dos cosas:

  1. Que la supuesta ‘derrota’ de Díaz en la pugna por dirigir la reforma laboral no era tal. La entrada de los negociadores de Asuntos Económicos y de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones se ha ganado la denominación de “elefantes en cacharrería”.
  2. Que el ala socialista del Gobierno se ha retratado con una visión de la reforma laboral muy diferente a su discurso político. Y no, no me refiero al lío de si ‘derogar’ o no la del PP, sino por cómo prepara una reconversión del modelo productivo –determinada por la automatización y la transformación digital de la que Calviño es ministra.

 

El factor Bruselas

España es el país que ha sufrido un recorte mayor en las previsiones de crecimiento económico publicadas por la Comisión Europea entre los reportes de verano y otoño. Y no sólo para 2021, el tijeretazo para 2022 es importante y nos aleja del ser el ejemplo que nos preciábamos de ser.

Estos datos se conocieron en la semana en la que España firmó  los ‘contratos’ que formalizan los compromisos para poder recibir los Fondos de reconstrucción, resiliencia y etc –que por cierto no hemos tardado ni 24 horas en pedí. En esto también vamos a la cabeza de la UE.

La burocracia bruselense y luxemburguesa sobre Fondos es complicada de explicar, la política no tanto: a nuestros tecnócratas les gusta mandar mensajes contundentes a sus colegas europeos cuando hacen reformas claves en el tema del empleo, aunque te generen un incendio en casa.  ¿Recuerdas a Rajoy ‘cazado’ a micro abierto en una cumbre con aquellos de que “la reforma laboral me va costar una huelga general”?

Quizá por eso, al difundirse la documentación que acompaña los mencionados contratos y resurgir la polémica sobre la ampliación del periodo de cálculo de las pensiones, se tomaron su tiempo en tratar de clarificar las cosas: necesitaban portadas en los periódicos.

Si no tenemos en cuenta esto, no se entiende plenamente la jugada con los ERTEs.

 

Un Diálogo Social tensionado

Un parte relevante de la reforma laboral de la que Trabajo, sindicatos y patronal llevaban hablando en serio un año es el diseño de una herramienta que sustituya a los ERTEs de la pandemia.

Se iba a llamar Mecanismo de Sostenibilidad del Empleo (MSE) y la filosofía era, básicamente, proteger empleos en situaciones de crisis con una fórmula automátizada y que no hubiera que rediseñar por decreto cada tres meses, como ha ocurrido este año y medio.

No olvidemos que los ERTEs no son más que una especie de ‘parche’ extraordinario que hubo que poner sobre lo establecido por la reforma laboral de 2012 en el Estatuto de los Trabajadores. Así que ahora es el momento para modificar la normativa marco y fijar un formato estable.

En esta cuestión, salvo algunos flecos que seguían abiertos, había un acuerdo más o menos general. Sobre todo desde que Díaz aceptó suavizar la idea inicial de convertirlos en prioritarios sobre el despido colectivo y se conformó con poner 6 meses de mantenimiento del empleo.

Tras la entrada de los equipos de Calviño y Escrivá en la negociación la pasada semana, el Gobierno empezó a modular su posición sobre el tema troncal de la reforma: la temporalidad.

El tono de la negociación parecía volver a un carril sosegado y coordinado después de la tormenta política y nada hacía presagiar a patronal y sindicatos grandes sorpresas en la reunión de esta semana, en la que tocaba avanzar en el nuevo diseño de los ERTEs. Se equivocaron.

La reunión iba a ser el miércoles. El lunes por la tarde se envió a los interlocutores sociales un nuevo borrador de 27 páginas centrado sólo en la propuesta sobre los ERTEs (y que en el borrador anterior ocupaba apenas cinco folios) y que enterraba definitivamente el MSE e introducía un nuevo Mecanismo RED de Flexibilidad y Estabilización del Empleo (llamado RED para abreviar).

Lío de siglas y acrónimos aparte, el martes era festivo en Madrid, así que cuando se desayunaron con la exclusiva de La Información adelantando el contenido, quizá alguno de los principales actores de la mesa no lo habían analizado por completo.

Dirás que esto pasa en todas las negociaciones. Sí, pero no. No es normal en esta fase de una negociación, a poco más de mes y medio de agotar el plazo, el mayor interesado en cerrar un acuerdo se haga una auto-enmienda de este calibre.

Aunque lo que está claro es que el verdadero malestar vino por los contenidos más que por las formas.

 

Alerta Roja de Automatización

Muchos hemos escrito –yo también– sobre si la nueva reforma laboral era apropiada para un futuro del trabajo determinado por la transformación digital y la automatización, Mi opinión la tenéis en ediciones anteriores de esta newsletter.

Hasta esta semana, los borradores parecían poco enfocados a esta reconversión tecnológica de empresas y trabajadores. El último se centra en ese apartado.

Pero esta última propuesta es también un giro radical a lo que se llevaba negociando hasta ahora, aun a costa de dinamitar el propio discurso del Gobierno,

El Mecanismo RED no habla de pandemias ni crisis catastróficas, ni siquiera del Estado de Alarma que justificaron los ERTEs de 2020.  De hecho, destierra todo eso a otro artículo del Estatuto y se reserva uno propio para sólo dos supuestos:

  1. Causas Cíclicas, es decir, causas económicas derivadas de una “situación coyuntural de alcance general” que “aconseje la activación de mecanismos adicionales de estabilización”. Una crisis económica, vamos.
  2. Causas Estructurales, que obligaría a la reconversión por cuestiones como por la introducción de “métodos de trabajo y procesos de producción novedosos, tales como automatizaciones”.

Los RED por causas cíclicas aún se parecerían a los ERTEs aprobados durante de la pandemia, si bien no serían un mecanismo permanente ni automático (como se pretendía que fuera el MSE) porque la causa la tiene que definir el Consejo de Ministros.

Los Estructurales —que también pasan por Moncloa— son algo bastante distinto. De hecho, pasan de ser una alternativa a los despidos colectivos en una situación de crisis, a su antesala.

Y es que estos RED estructurales se centran en reciclar y recolocar en otras empresas a los trabajadores de estas empresas en reconversión. Pero los que no superen ese proceso, ese filtro, voluntaria o involuntariamente podrán ir a un ERE con la misma regulación que la reforma laboral del PP.

A la patronal esto no le gusta por la complejidad, el coste –tiene que pagar por recualificar a los trabajadores y por recolocar a través de una fórmula tipo mochila austríaca– ni el ‘dirigismo político’ del mecanismo.

A los sindicatos no les gusta porque esto les parece es una reforma de los EREs más que de los ERTEs.

Su punto es lógico: no cierra la puerta a despidos colectivos y prejubilaciones como las de la banca o las grandes empresas que las están justificando precisamente en “métodos de trabajo y procesos de producción novedosos, tales como automatizaciones”.

Para las pymes es algo fuera de su realidad, sencillamente. Y recordemos que el éxito de los ERTEs en pandemia fue debido a la facilidad de las pymes para acogerse a ellos.

En el fondo, aunque la norma no lo diga, el RED estructural es una vuelta de tuerca a los planes de recolocación que introdujo la reforma laboral de 2012 para los despidos colectivos, pero ahora como paso previo al ERE y no final,

Sin cambiar ni una coma de todo lo que falla en estos planes ni en la estrategia de formación y políticas activas que debería acompañarlos –la reforma de la Ley de Empleo se va a 2022– y que hace que el paro de mayores de 45 años sea masivo, sobre todo entre las mujeres.

Calviño echa balones fuera

La propia Nadia Calviño ha admitido que la propuesta de RED se puede revisar, pero es que lo que se pide es retirarla. Ahora habrá que acelerar el ritmo para ultimar una fórmula que case.

¿Qué pasará si descarrila la negociación? Políticamente el problema lo tenga Escrivá, cuyo departamento ha asumido un protagonismo en los ERTEs durante la pandemia –aprovechando las cotizaciones con los que los incentiva– orientado a eclipsar el papel de Díaz.

En términos de credibilidad, lo tendremos todos. España no ha logrado logra pactar una reforma laboral desde 2004.

En cualquier caso, el daño está hecho: hemos pasado de un frente de fricciones –la temporalidad– a dos. Y los tecnócratas deberían darse cuenta de que a Bruselas le gustan las demostraciones de contundencia y ortodoxia, pero todavía más los acuerdos.

Tienen más claro que garantizando empleos se reduce más el déficit que recortando prestaciones por desempleo y pensiones.

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