jueves,18 agosto 2022
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El mercado del becario en verano

Marga Peñafiel
Un grupo de cinco estudiantes en prácticas cuentan abiertamente a Ibercampus.es sus experiencias, sus fallos y sus ilusiones durante este verano.

Estudiante universitario, veinteañero, poca (o nula) experiencia laboral y con un sueldo raramente superior a los 500 euros. Este es el perfil que comprenden la mayoría de los estudiantes que trabajan con un contrato de prácticas para su formación. Es decir, los becarios.

Cuenta la leyenda de los que han pasado por el hoyo, que el trabajo es duro y mal remunerado. “En mi caso mi trabajo no es nada difícil”; “¿Duro?, ¡no que va!, supongo que como todos los trabajos”, “Tengo un horario de media jornada y me pagan 300 euros más los desplazamientos. No me puedo quejar”; “¡¿Pero que a vosotros os pagan?!”; “Si pero en mi caso no me llega ni para pagar la gasolina”… Son algunas de las declaraciones de cinco jóvenes becarios que están este verano en Murcia.

Maria Luisa García tiene 22 años. Estudia Ingeniería Química en la Universidad de Murcia y este verano está haciendo prácticas en una academia dando clases de matemáticas y química a los escolares. “En mi caso no estoy aprendiendo nada nuevo, más bien tuve que recordar todo lo que aprendí en el colegio”. Sabe que el trabajo no está íntimamente relacionado con sus estudios, pero se justifica diciendo que “la docencia siempre va a estar ahí” y no lo descarta como una posibilidad en un futuro.

María Luisa García Cano

Consiguió el trabajo en el Centro de Orientación e Información de Empleo de la universidad, aunque confiesa que lo hizo por probar suerte. A los tres días recibió una llamada y respondió que si sin dudarlo. “Me dijeron que trabajaría de 3 horas al día cuatro días a la semana. Mejor beca no se podría pedir”, dice entusiasmada. No le pagan, pero dice que no le importa ya que “al menos me dan créditos para la carrera”.

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Un colega de profesión, Jose Antonio Piornos, también pasará el verano trabajando, pero él lo hará entre pesos, tubos de ensayo y tablas comparativas. Forma parte de la plantilla de una empresa de pimentón y especias de la Región, “la mayor exportadora de Europa”, aclara. No fue su primera opción, porque dice que se la vendieron muy mal: “Me dijeron que iba a trabajar en un molino de especias y claro yo me imaginé un lugar viejo en medio del campo y fue decepcionante”. Por suerte cuando llegó a su emplazamiento sorpendió al conocer su posición en el mercado.

Trabaja en el departamento de calidad. De su primer día, cuenta que tuvo dos, ya que “estaba tan nervioso que no apunté nada de lo que me dijeron, y al día siguiente tuvieron que repetírmelo todo otra vez”, cuenta ahora entre risas. 

Tuvo que empezar desde cero porque los procedimientos que se seguían no los había visto nunca. “¿Que si alguna vez me he equivocado?, ¡pues claro!”, Confiesa que al principio seguía a rajatabla los pasos que le habían indicado, pero que al final no apuntaba los datos: “Yo cogía las muestras, las pesaba y las tiraba a la basura”, explica mientras el resto de sus compañeros se ríen.

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“¡Pues eso no es nada!. A mi un día me dio un ataque de ansiedad”, interrumpe Elena Lozano, una estudiante de periodismo que trabaja como reportera en el canal 7RM. Actualmente ayuda en el programa ´Desde Aquí´ en el que las noticias deben realizarse de un día para otro.

Un día le encargaron buscar a unas señoras, pero no le proporcionaron ninguna ayuda. “Me dijeron que me buscase la vida, pero cada vez se hacía más tarde ¡y yo no tenia nada!”, explica. Las lágrimas empezaron a rodarle por la cara y ya se veía en la calle sosteniendo una caja con las pocas pertenencias que le había dado tiempo a llevar a su mesa de trabajo. Sin embargo, nada de eso ocurrió. “Se portaron muy bien conmigo, me dijeron que no me agobiase y que yo estaba allí para aprender y no para hacerlo todo bien desde el primer día”, defiende a sus compañeros.

A partir de ese día se relajó y empezó a aprender de los más veteranos. Declara que la universidad no enseña todo lo que hace falta para trabajar en una televisión. Por ello piensa que es muy importante hacer un periodo de aprendizaje antes de terminar la carrera: “Se que esto me proporciona bastante ventaja con respecto a los que no han hecho nada”, expresa mientras los presentes la dan la razón.

Elena es una de las pocas afortunadas a las que le remuneran el trabajo. Le pagan 300 euros los cuales pretende guardar para terminar de pagar sus estudios. Aunque explica que no trabaja por dinero sino para adquirir experiencia y curriculum: “Si quisiese ganar dinero, trabajaría en cualquier otra cosa, lo que me interesa es empezar a abrirme paso en la comunicación”. Confiesa que nunca había tenido muy claro si iba a dedicarse a ese mundo, pero que gracias a esta oportunidad se ha dado cuenta que ha nacido para estar micrófono en mano. Se muestra muy ilusionada con su trabajo, sin embargo el día que se emitió su primera intervención se quedó dormida, “encendí la tele y escuche ´hasta aquí el día de hoy´, ¡no sabes la rabia que me entró!”.

Pablo

De sueños y despistes también habla Pablo Ferrán. Este chico de 22 años esta recién licenciado en comunicación audiovisual por la Universidad Católica San Antonio de Murcia y ha conseguido continuar su formación en los informativos de Radio Nacional. Se compagina con su compañera para, bien salir a la calle en busca de declaraciones y noticias, o bien para co-presentar el programa de las nueve de la mañana.

El primer día que su voz iba a ser escuchada a través de los transmisores de la Región, movilizó a toda su familia para que le escuchasen, pero ninguno de ellos lo hizo. “Les avisé de cual era la frecuencia, pero no caí en la cuenta de que existen varias radios de la misma compañía”, explica.

Sin pretenderlo promocionó el informativo de sus compañeros los madrileños y su voz quedó en el olvido. Al día siguiente volvió a repetir la jugada, esta vez asegurándose de no haberse equivocado, pero tampoco le escucharon: “Mi familia se pensó que me había vuelto a equivocar cuando escucharon a una chica en vez de a mi y volvieron a apagar la radio. ¡Lo que no sabían era que yo hablaba justo detrás de ella!”, nos cuenta nervioso mientras le da caladas a su cigarro.

Jose Ramón Alcaraz traza la ultimo linea que cierra este pentágono de becarios de la Región. Estudia tercero de Publicidad y Relaciones Publicas en la UCAM y trabaja en una empresa de venta on-line. Es auxiliar de marketing, que consiste en recibir y anotar a las empresas que quieren formar parte de la compañía, y en manejar programas de bases de datos y cuentas.

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La ilusión de su vida es poder trabajar como director de comunicación y marketing en su propia empresa, pero por el momento pretende seguir con sus mentores: “Se trata de una empresa que acaba de salir al mercado y tiene ganas de crecer nacional e internacionalmente”, explica muy sereno.

Se muestra muy agradecido por haber conseguido un puesto, ya que al principio no sabía si se iba a quedar todo el verano mano sobre mano: “Este año he estado estudiando en Alemania y apalabré con una empresa unas prácticas en Murcia, pero cuando volví el puesto ya estaba ocupado”, se lamenta.

Pasaron los días y no recibía noticias de ningún sitio, hasta que esta joven empresa se interesó por él. Por suerte, a él también le pagan un pequeño sueldo por sus servicios: “Con los 150 euros no me puedo pagar ni la gasolina, pero después de lo que ha contado el resto no pienso quejarme”, declara sintiendo cierta compasión por los demás.

Los que no cobran se sienten muy indignados por el trato, ya que consideran que sus empresas podrían permitirse gastar un poco de sus beneficios en hacerles la vida un poco más fácil. “No pedimos un sueldo millonario, pero si que al menos nos salga a cuenta ir a trabajar”; “Es verdad, hacemos el mismo trabajo que nuestros compañeros; “Es cierto nos hacen un favor, pero no estaría de más alguna ayuda”; “Creo que nos tienen explotados”… Son algunas de las quejas que han ido comentando a lo largo de la tarde.

La lucha del becario pasa de generación en generación buscando una solución. Solo les queda esperar a que llegue su gran oportunidad.

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