Esto es un acierto en estos tiempos poco acertados de la programación televisiva, en especial en las series de producción propia.
A favor de la serie juegan bastantes componentes: la original idea de un argumento que se desarrolla a varios niveles, insiste en los exteriores; la ambientación en diferentes y variados escenarios; personajes con relieve y capacidad de desarrollo y actores eficaces.
´El Ministerio del Tiempo´ ha optado por una trama de difícil desarrollo. Los saltos temporales provocan, en multitud de historias, problemas de concepto y el recelo en el espectador que intenta organizar y establecer las pautas lógicas de un hecho, en sí mismo, ilógico. Para evitar momentos sin salida, la serie sólo toma prestada la idea, que desarrolla al mínimo, y con la que nos conformamos, ya que lo interesante no son los viajes en el tiempo, sino lo que sucede en cada uno de ellos.
Los episodios se abren y se cierran con historias que ayudan a simplificar y a diluir la compleja idea inicial. Pero también se ha aprovechado esta decisión para mostrar diferentes épocas, lo que da variedad y riqueza a la serie y multiplica sus posibilidades.
Uno de los efectos del juego espacio-temporal muy bien aprovechado por ´El Ministerio del Tiempo´ es la desubicación de los personajes, sus reacciones ante una época y unos modismos que desconocen y el humor con el que se integran en las tramas.
En la serie, el presente se enfrenta al pasado y viceversa. Se cuestiona la pérdida de ideales, de fidelidad, el concepto del honor y se ensalzan los avances médicos, tecnológicos y los derechos obtenidos por la mujer. Sin embargo, el amor y la familia siguen siendo claves para la supervivencia emocional y física del ser humano de cualquier época.
Clemente Ferrer
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