Es, por ejemplo, lo que ocurre con el derecho a la autonomía del enfermo, es decir, a participar en las decisiones sobre su salud e, incluso, a negarse a recibir tratamiento. Pues bien, según el citado estudio, publicado en el último número de la revista ´Gaceta sanitaria´, la mayoría de los enfermos se muestra sumiso a la autoridad del galeno: «Exige información pero no necesariamente participar de manera activa y decisiva en el proceso asistencial», reza el artículo, firmado por un equipo de profesionales del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Rovira i Virgili de Reus.
La cosa cambia a los ojos del médico. «Su visión es más técnica, no da importancia a los problemas derivados de la dignidad o la intimidad del paciente, considera que éste no tiene conocimientos ni formación para entender los temas clínicos», dicen los autores, que añaden que llega a percibir en él a un «enemigo potencial». De esta manera, trámites como el consentimiento informado o, los mismos derechos del paciente, se le antojan meras «trabas burocráticas».
Menos mal que al enfermo siempre le quedará la enfermera: el profesional sanitario más sensible a sus derechos. El 86% de ellos los conoce y muestra una posición «muy respetuosa», manifestándose explícitamente incluso como «sus abogados y defensores».
Así, se les interrogaba sobre cuestiones como si el enfermo podría negarse a que se le practicaran ciertas exploraciones o terapias, o si el médico ha de consultar al enfermo antes de tomar una decisión…
Se recogieron las opiniones telefónicas de 403 ex pacientes, así como 55 respuestas por escrito de médicos y 93 de trabajadores de enfermería.
Los ex pacientes más favorables respecto al ejercicio de sus derechos resultan ser las mujeres, los más jóvenes y aquéllos con mayor nivel de estudios. Las féminas muestran mayor conocimiento que los varones sobre su soberanía y perciben más que ellos la insuficiencia de información por parte del médico. Aun así, hasta el 66% de los pacientes encuestados ignoraba esta facultad.
Como subrayan los autores, otros estudios han demostrado que no todos los pacientes desean tener responsabilidad sobre su salud y que para algunos es más importante sentirse implicados que estarlo realmente. De hecho, un 38% de los encuestados españoles directamente no deseaba participar en la toma de decisiones sobre su enfermedad.
En el otro lado de la balanza se posiciona la enfermería, que se opone al poder absoluto del médico como decisor y defiende la autonomía del paciente, con más entusiasmo que los propios enfermos. El 85% contestó negativamente a la afirmación ´Tan sólo el médico, que es quien tiene los conocimientos necesarios, es quien debe decidir lo que se debe hacer para curar mi enfermedad´.
En cuanto a los médicos, pese a que el 91% cree que el paciente puede negarse a recibir un tratamiento, cae en la contradicción al afirmar que transfundiría sangre a un Testigo de Jehová, dijera lo que dijera, si corriera peligro de muerte. Queda mucho por hacer para «extender e interiorizar» estos derechos en nuestro ámbito, concluye el estudio.