viernes,19 agosto 2022
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Eramus se emborracha de éxito

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Erasmus amenaza con morir de éxito. El fervor estudiantil que en los últimos ha despertado esta beca, empieza a traerle ciertos quebreaderos de cabeza. Su dignidad se ha puesto en juego, ya que sus detractores denuncian que esconde más motivaciones en el ocio que en el interés educativo. Sólo sus solicitante saben si vienen a España a estudiar o a emborracharse. Pero, las opiniones al respecto no son pocas.

Toda actividad empírica cuenta con defensores y críticos y, en este caso, la beca Erasmus no es, ni por asomo, la excepción que confirma la regla. El archiconocido programa de movilidad, en el que cada año participan miles de universitarios del Viejo Continente, no ha conseguido salvarse de las llamas de la polémica. El debate sobre si cumple una finalidad académica o simplemente constituye una experiencia inolvidable de ocio y diversión para muchos jóvenes, está servido. Opiniones no faltan al respecto.

Una primera voz que se pronuncia es la de Sixto Sánchez, catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad de Granada, quien apunta que estas becas se rigen más por una cuestión "cultural que académica": "Su principal ventaja es que conoces otra cultura, otros estilos de vida y otro idioma".

Sánchez señala que los profesores suelen darles a los alumnos extranjeros "bastantes facilidades para que aprueben", aunque denuncia que estos criterios "no están unificados", por lo que "cada docente los aplica como estima oportuno". "Muchos de los estudiantes apenas tienen conocimientos básicos del idioma", añade.

Además, asegura que "hay alumnos extranjeros que no aparecen por clase" en todo el año: "Cada uno es dueño de su vida, aunque si pides una beca, lo lógico es ser responsable y aprovecharla, sabiendo compaginar todos los elementos".

Otra visión la aporta Ana Beatriz Delgado, coordinadora de Programas Internacionales de la Universidad de Navarra. Defiende que, en su centro, los Erasmus "cursan sus estudios con la misma exigencia que los estudiantes ordinarios". Además, según recalca, para ayudarles a integrarse, "se organizan jornadas de orientación" al inicio de cada semestre "para minimizar el impacto del cambio".

Muchas de las universidades adscritas a este programa de movilidad cuentan con lo que se conoce como ´Erasmus Student Network´ (ESN): una red de asociaciones formada por alumnos de los propios centros y que trata de ayudar a los estudiantes extranjeros en sus primeros días.

El vicepresidente de la ESN de la Universidad de Valladolid, Eliseo Parra, explica que "pasar un año fuera, sin tus padres y viviendo con otros estudiantes; te permite hacer cosas que antes no harías, como, por ejemplo, salir de fiesta un martes". Añade que, aunque estas becas "se eligen más por la experiencia que vas a vivir que por el aprendizaje académico; nadie regala nada, siendo necesario para aprobar ir a clase y estudiar".

Otro testimonio importante es el de aquellos que han vivido y conocen de primera mano las características de estas becas. Una primera vivencia es la de Jorge, un estudiante madrileño que, hace dos años, cursó su último año de carrera en una universidad holandesa. "Por lo general, ni mis compañeros ni yo estudiamos demasiado; estábamos mucho tiempo de fiesta y conseguimos traer aprobados muchos más créditos de los que habríamos sacado en un año en España. Incluso me aprobaron una sin estar matriculado", relata.

Cuenta que tuvo un compañero, el cual "no tenía ni idea de inglés" -idioma en el que se daban las clases- y que, "gracias a un traductor de internet y a que casi todas las asignaturas se evaluaban por trabajos, consiguió traerse aprobado casi un curso completo -unos 50 créditos-".

"Esto no es una crítica. Al contrario, lo veo magnífico. En esta experiencia lo importante es el enriquecimiento personal y no el académico. Para pegarme un año encerrado en casa estudiando, me quedo en España", añade Jorge convencido.

El caso contrario lo ejemplifica Ana, una estudiante francesa de Derecho que vino a España con una becas Erasmus el pasado año: "Fue muy difícil. Tuve que estudiar mucho para poder aprobar, ya que los exámenes eran iguales para todos, tanto en tiempo como en temario". Explica que tuvo que volver en septiembre para presentarse a una asignatura, la cual no pudo aprobar y de la que ha tenido que volver a examinarse en su universidad de origen. "Es una experiencia única. Tienes menos asignaturas y más tiempo para salir de fiesta. Se suele estudiar poco, pero sería un error pensar que no se hace nada", puntualiza.

Fuente: El Mundo

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