En primavera de 2011 Senior Desing Factory abrio sus puertas, cuando dos recién licenciados en Diseño, Benjamin y Debora, se les acurrió desarrollar su proyecto final de carrera. Consistía en prescindir de todo lo digital para centrarse en la artesanía de las abuelas. ¿El reto? tejer un calcetín de 10 metros diseñado por ellos dos, pero con la técnica de siempre. Para conseguir la experiencia, recurrieron a un grupo de ancianas que tejían cada día en una residencia en Limmat. Cuando les presentaron el proyecto, no lo pensaron dos veces. Gracias a este proyecto las mujeres consiguieron sentirse útiles de nuevo.
"Era muy curioso —recuerda Benjamin— ver a todos aquellos jóvenes diseñadores y expertos en marketing en los otros stands, y en el nuestro, a aquel grupo de abuelas de pelo blanco. Sin embargo, nos dimos cuenta de que en poco tiempo la sociedad entera iba a tener ese aspecto y que lo más natural era crear puentes que nos unieran".
Tres años después, la historia se repite cada día. Aquel proyecto final de carrera sigue en activo. En el taller se reúnen los más vetaranos con los jóvenes para explicarles las técnicas para hacer el mejor ganchillo. Los jóvenes ponen de su parte escogiendo cuáles son los colores más de moda o que formas son el último grito.
"Decidimos abrir un espacio donde jóvenes y adultos se reunieran y empezamos a dar forma a este lugar; pensamos cómo acoplarlos y cómo trabajar conjuntamente, de manera normal, con una relación de total igualdad y no del tipo ‘joven con salud-viejo enfermo’. Y eso hacemos ahora: creamos productos, hacemos talleres donde los jóvenes aprenden en esta misma mesa cómo tejer, cómo trabajar determinados materiales. Nuestros colaboradores conocen las técnicas, nosotros qué colores y formas están de moda… Es una situación en la que todos ganamos", explican.
