jueves,18 agosto 2022
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La CE, contra las tasas de intercambio en tarjeta

Redacción
A la CE le gusta hablar de dinero. Su inclinación natural por la armonización y el gusto al dictado a cualquier país nos ha traído otro caballo de batalla: las tasas de intercambio de las tarjetas de débito y crédito

El portal francés Bursorama recuerda que ahora los eurócratas quieren bajarlas, pese a que en España la experiencia tuvo como consecuencia directa un aumento de los costes para los consumidores. 

Las tasas de intercambio son la comisión pagada por el banco emisor al banco de las tarjetas al banco que negocia con los comerciantes, a quienes cobra una parte de las mismas mediante descuentos en las facturaciones que le presentan. El proyecto de reducción europeo, al igual que el impulsado por el Gobierno en España a partir del 2005 y adoptado por asociaciones de redes y comerciantes, se aplicará sólo a las tarjetas del sistema más conocido y participativo, las de Visa y MasterCard, no a las de American Express y otras, donde las tasas no son multilaterales, sino generalmente trilaterales o bilaterales.

El sistema funciona muy bien gracias al mercado, incluso si es desconocido por la mayoría de los usuarios, mientras que métodos como los aplicados por la Comisión Europea a los ahorros de Chipre son próximos al robo o desleales, y en cualquier caso lejanos a la idea de que el proyecto de unificación del Mercado Interior y Servicios significará aumentar el poder de compra de los europeos.

Frente a esa noble tarea del Mercado Interior, el reajuste que desea establecer Bruselas en las tasas de intercambio interbancarias de las tarjetas no es una buena medida para la cartera de los ciudadanos. Aunque se trata de solo una parte del coste de las transacciones, la experiencia de reducción similar que se aplicó en España ha tenido unos resultados desastrosos, según Bursorama. Al final los gastos bancarios asociados con el uso de tarjetas aumentaron para los usuarios un 50%, mientras que al mismo tiempo los comerciantes no les bajaron sus precios a medida que se beneficiaron de dicha reducción de las tasas interbancarias y de descuento.

Este tipo de promesas incumplidas recuerda a Bursorama los resultados franceses del IVA reducido para los restaurantes. Una reducción del IVA que se supone que debía conducir a una bajada de precios para los consumidores tampoco fue notada al final por estos. Pero ese tipo de extrañas experiencias no se han dado solo en España y Francia, sino igualmente en Australia y EE.UU. Pero la Comisión Europea se olvida de todas esas experiencias reales y ahora se aplica al hábito de armonizar lo que puede, en vez de considerar seriamente la cuestión de las tasas de intercambio.

El problema es que, cuando para ello se niegan especificidades nacionales a la hora de imponer a todos los los ciudadanos europeos normas que ni siquiera son buscados por muchos Estados miembros, suele haber víctimas de los excesos de la política europea. Esta política europea debería estar al servicio del interés público, no de causas absurdas como la de las tasas, cuyos resultados irían en contra de los intereses de la mayoría de los ciudadanos.

Sin embargo, la cuestión de las tasas de intercambio es sólo un ejemplo de los muchos que tenemos que dejar constancia y que alimentan el debate de si debe salvarse el euro a toda costa. Y el problema de fondo de todo ello es que la ideología ciega conduce al empobrecimiento de la gente.

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