El ITER, del que ya han comenzado sus obras, se construirá en Cadarache (Francia), gracias a un acuerdo entre la UE (responsable de aproximadamente el 45 por ciento del proyecto), China, India, Japón, Corea, Rusia y EEUU, con una duración inicial de 35 años con el fin de construir (10 años), explotar (20 años) y desactivar (5 años) las instalaciones de este reactor.Sin embargo, el futuro de este proyecto pasa por un aumento de sus recursos.
Por eso, el pasado mayo, la Comisión Europea hizo pública una comunicación en la que pidió al Consejo y al Parlamento europeos la búsqueda de una base financiera "sólida y sostenible" para el ITER. Y es que, según cifras de la Comisión, la aportación sólo de la UE será de 7.200 millones de euros, frente a los 2.700 iniciales.Para que la UE pueda cumplir estas "onerosas" responsabilidades, advirtió la Comisión, "es necesario abordar la necesidad de encontrar recursos adicionales".
La presidencia española propuso establecer un grupo de trabajo que analice las opciones posibles, entre las que se baraja la posibilidad de pedir un préstamo al Banco Europeo de Inversiones o la financiación complementaria por parte de los Estados miembros.
El coste y el calendario de las obras son dos de las cuestiones que se tratarán en la reunión del Consejo del ITER que tendrá lugar en China hoy.
El objetivo de ITER ("camino" en latín) es demostrar la viabilidad científica y tecnológica de la fusión como fuente de energía y extraer diez veces más energía que la que se introduzca.
La energía de fusión, frente a la de los actuales reactores nucleares, es segura, pues apenas produce desechos radiactivos (los expertos defienden que, aunque éstos tendrían una actividad de cien años, en el peor escenario el impacto para el humano sería como fumar dos o tres cajetillas un sólo día de la vida).
Las reacciones de fusión entre dos isótopos del hidrógeno (deuterio y tritio) constituyen la base para el desarrollo de un reactor de fusión de primera generación, que es como un quemador de gas, ya que el combustible que se inyecta en el sistema se quema.
Para obtener ritmos adecuados de producción se requieren temperaturas de más de los cien millones de grados celsius.
La cantidad de combustible que necesitaría una central de fusión para suministrar electricidad durante un año a una ciudad de un millón de habitantes sería la carga de un camión pequeño.
Además, para los investigadores, este tipo de energía es prácticamente inagotable y no produce emisiones de CO2.
Las previsiones son conseguir el primer plasma en 2019 y en 2050 construir la primera de estas instalaciones de tipo comercial.