jueves,18 agosto 2022
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Líneas en el cielo

La escritura, la mano derecha y el curso del sol

José Ángel García Landa Vanity Fea
Existe una relación no completamente obvia entre la direccionalidad de la escritura y la lateralización cerebral, y una relación todavía más indirecta entre esa direccionalidad de la escritura (o de la lectura) y la dirección de giro del planeta Tierra. Procuraremos exponer esta cuestión sin caer en determinismos, como resultado complejo de la fenomenología del cuerpo y de la percepción, y de procesos históricos que complican la cuestión.

Habiendo disfrutado mucho con las memorias alfabético-caóticas de Gérard Genette, Bardadrac, ahora estoy leyéndome su continuación o Codicille. Leo como sigue en el artículo-entrada "Côté", sobre sus perplejidades con la reversibilidad de derecha e izquierda, según desde donde se miren, y sobre la asociación entre el paso del tiempo y el movimiento de izquierda a derecha.

Traduzco: "El hecho decisivo que orienta de la izquierda hacia la derecha (…) la mayor parte de nuestros gestos direccionales, incluidos sin duda los de los zurdos, es el hecho que domina desde hace muchísimo más tiempo (más de dos milenios) nuestra orientación cultural: es el movimiento dextrógiro (de izquierda a derecha), que es para nosotros el de la escritura y el de la lectura. (…) Escribimos y leemos de izquierda a derecha, y esta costumbre gobierna nuestra vectorialización del espacio y del tiempo, por ejemplo en nuestras gráficas y otras curvas de crecimiento (o declive): una línea ascendente o descendente lo es siempre, para nosotros, de izquierda a derecha (…). Ciertamente podríamos considerar esta supuesta causa como un simple efecto, lo que nos impulsaría, ascendiendo más, a buscar otra causa que fuese más universalmente antropológica. Pero si se llegase a determinar esa causa primitiva y natural, no se entendería por qué tantas escrituras ´orientales´ se trazan y se leen, levógiras al contrario de las nuestras, de derecha a izquierda." (Codicille, 2009, p. 76-77).

Meditando sobre esto he ido husmeando por la página de la Wikipedia sobre la escritura, y por otra sobre los sistemas de escritura. Y me parece que la causa antropológica, primitiva y natural podemos localizarla con relativa facilidad. Creo que la direccionalidad del alfabeto va unida a su adopción por los pueblos del hemisferio norte, lejos ya de los trópicos, asociando la dirección de la escritura al movimiento aparente del sol en el cielo. Los primeros alfabetos del mediterráneo oriental se escribían con frecuencia de modo boustrofedónico: es decir, alternando una línea de derecha a izquierda con otra de izquierda a derecha, como el trayecto de los bueyes arando un campo. Esto es menos operativo, claro, que escribir todas las líneas en la misma dirección. Sobre todo en los sistemas alfabéticos, en los que la direccionalidad de la palabra como unidad duplica la direccionalidad de la sintaxis. Y así se acabó imponiendo la dirección uniforme, y de izquierda a derecha, en el alfabeto griego. Grecia está más al norte que Fenicia o que Egipto.

Los jeroglíficos egipcios se solían escribir con frecuencia de derecha a izquierda, pero abundan otras direcciones, lo que prueba que la direccionalidad no era percibida como algo fundamental—y menos aún la asociación entre el movimiento del sol y la escritura. El cuneiforme mesopotámico, sin embargo, se escribía de izquierda a derecha—al menos a partir de mediados del tercer milenio a.C., pues antes era vertical—lo cual pudo influir en que los alfabetos del sureste de Asia se escribieran también de izquierda a derecha. Es posible que el cuneiforme pasase de escribirse de izquierda a derecha junto con un desarrollo de una mayor conexión entre la escritura y el tiempo: por ejemplo, a través de la escritura de textos más elaborados como son las crónicas o las narraciones como el Poema de Gilgamesh. En el lejano oriente era más frecuente en muchos alfabetos que la escritura fuese de arriba abajo, en otros alfabetos de abajo arriba—y las columnas unas veces de izquierda a derecha y otras de derecha a izquierda. A lo largo del siglo XX, por influencia occidental y para facilitar la inserción de símbolos occidentales, los alfabetos orientales han pasado a escribirse horizontalmente, y de izquierda a derecha.

La escritura árabe es la más "antisolar" que hay de entre los grandes sistemas de escritura, pues va de derecha a izquierda, como el sirio y el hebreo, y un par de lenguas tropicales. En los países del sur, no es tan relevante la asociación del movimiento del sol con la dirección izquierda-derecha: es más bien arriba-abajo o abajo-arriba la espacialidad que se asocia al paso del tiempo.

A lo que voy: aunque la historia de las direcciones de la escritura es en gran medida caótica, es un caos en el que entran diversos ingredientes a modo de vectores de fuerza. El más potente de ellos, sin duda, es la tradición recibida; otro es la influencia de los vecinos. Pero uno de estos vectores de fuerza, y muy influyente a la hora de determinar una tradición, ha sido la asociación entre el movimiento aparente del sol en el cielo, más perceptible en el norte como un movimiento de izquierda a derecha, y el progreso del tiempo en la cadena escrita. La izquierda es "antes" y la derecha es "después", y la flecha del tiempo se asocia pues con la representación natural de un movimiento de izquierda a derecha. Por lo mismo, las culturas europeas asocian el movimiento de las agujas del reloj con un movimiento "natural" o con el paso habitual del tiempo, y el contrario a las agujas del reloj con un movimiento antinatural o retrógrado. Por supuesto que la aguja del reloj viaja también de derecha a izquierda mientras el tiempo sigue avanzando, pero eso es en la parte inferior de la esfera, la que no está asociada al movimiento del sol ni a la postura erecta humana, con la cabeza apuntando al mediodía. Originalmente, el amanecer ha de estar a la izquierda, en la horizontal de la esfera, y el atardecer también, pero a la derecha. Las demás horas ya no son laborables. En cuanto a los demás astros, siguen naturalmente un movimiento aparente similar al del sol, pero su impacto en la experiencia general y en la percepción es mucho menor. Podríamos destacar en todo caso el efecto del complejo Sol + Luna, y sus movimientos aparentes de izquierda a derecha, como fuente de la principal asociación entre el tiempo y la orientación espacial lateralizada.

Hay que notar que en la direccionalidad de la escritura juegan un papel dos asimetrías corporales humanas. Una es la orientación delante/detrás, con rostro delante y espalda sin ojos detrás, que es la que nos hace orientarnos al sol, o a la luna, y verlos delante, y desplazándose de izquierda a derecha, en el hemisferio norte. La otra es la asimetría izquierda/derecha, menos obvia pero bien real, y que tiene efectos orientativos propios.

En efecto, otro ingrediente más que entra en la composición caótica de fuerzas que acaban direccionando la escritura es la lateralización del cerebro, y el dextrismo predominante. La lateralización actúa sobre la escritura por vía del manejo de instrumentos de escritura con la mano derecha. En una escritura con líneas horizontales, habrá mayor tendencia a escribir de izquierda a derecha que de derecha a izquierda: para no emborronar lo escrito, si se usa tinta u otro material que haya de secarse o endurecerse; y, por otra parte, también para ver lo que acabamos de escribir, sin que nos lo tape la mano al moverse de derecha a izquierda. No es extraño que muchos zurdos escriban, en la práctica, líneas verticales, girando el papel para que sea visible lo que acaban de escribir.

En suma, que la escritura occidental (y ahora también la oriental) sigue al sol trazando sus líneas invisibles en el cielo, y en última instancia la direccionalidad dominante en la escritura viene dada en gran medida por la dirección de giro de la Tierra. Es el Sol quien aúna tiempo y espacio en nuestros cuerpos, en una fusión conceptual espontánea, sugiriéndonos la dirección "natural" de la escritura, en origen en los países del norte, donde el sol está bajo. Luego, por virtud del comercio, la industria y el colonialismo, éstos han extendido esa percepción espacial del tiempo por la mayor parte el mundo.

Scripta nonnunquam manent



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