Y en este ámbito, será necesario adaptar y 'reciclar' a todas las generaciones, no sólo a los jóvenes: los cambios serán cada vez más rápidos y afectará también a los trabajadores, incluso los que se consideran en la recta final de su etapa laboral.
Pero, ¿está preparado nuestro país para este desafío?
La tasa de paro de nuestros mayores de 55 años lleva 6 años cayendo, del 19,4% en 2014 al al 12,1% en 2020. Sin embargo, este último dato nos mantiene a la cabeza de la Unión Europea, por delante de Grecia.
Esta evolución cobra una perspectiva más compleja si tenemos en cuenta que en 2006, antes de la crisis financiera, la tasa era del 5,5%, menos de la mitad de países como Alemania (11,4%).
Breve historia de historia de talento y crisis
Precisamente Alemania es el país que más ha reducido el desempleo en los últimos años de la vida laboral. Aunque lo hecho con una estrategia que incluye figuras como los famosos y polémicos minijobs.
Por contra, Grecia y España son los países que más han incrementado el paro entre los más seniors. El duro rescate griego y la reestructuración del sector bancario en nuestro país, que acentuó el ya histórico abuso de las prejubilaciones son las explicaciones más aceptadas.
De hecho, en el siguiente gráfico se aprecia cómo la comparativa entre estos tres países se ajusta a las fases de la evolución de la crisis financiera y de deuda que estalló a partir de 2008.
El coste del edadismo
Aunque las tasas de paro son diferentes, la población de desempleados junior y seniors en términos absolutos se acerca cada vez más.
De hecho, nuestro país tiene más parados mayores de 55 años que ningún país europeo, pese a la diferencia de tamaño de su población. Una diferencia que explica que Francia tenga más parados jóvenes que nosotros con una tasa mucho menor.
Pero la relevancia para España de analizar los datos absolutos viene del coste presupuestario del desempleo la diferencia entre paro juvenil y senior en nuestro país: el segundo cobra muchos más subisidios y prestaciones que el primero, ya que muchos aún buscan su primera oportunidad para poder siquiera empezar a cotizar.
El coste del edadismo de nuestro mercado laboral contra los mayores se incrementa cada vez más y puede amenazar incluso la sostenibilidad de nuestro Estado del Bienestar por varias vías además del coste en ayudas públicas.
Por ejemplo, anulando la efectividad de propuestas como la de incentivar el retraso voluntario del retiro.
El obligado cambio de paradigma
En este sentido, la pandemia no ha tenido un impacto ni similar, al menos en sus primeros compases. Pero ha suscitado una inquietud a nivel europeo y global ante la aceleración de la denominada 'transformación digital'. Y esto lleva a que los modelos analizados de ajuste del talento senior, ya no sirvan.
En un entorno de progresivo aumento de la esperanza de vida y retraso de la edad de jubilación en países como España (que se sitúa en 66 años en 2021 y alcanzará los 67 años en 2027), cada vez hay más preocupación por cómo seguir aprovechando esa fuerza laboral senior.
Como hemos visto, el paradigma del relevo generacional, que se utiliza como coartada para las prejubilaciones, ya no sirve ni por criterios puramente económicos, ya que condena a una población cada vez mayor a encadenar el cobrar ayudas públicas durante más y más años.
Por otro lado, hay que plantear este nuevo enfoque de una forma en la que no cierre la puerta a los jóvenes. La única solución es romper con la visión del empleo como un juego de suma cero: tenemos que apostar por crear nuevos puestos de trabajo y hacerlo de forma cada vez más integradora.