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La plenitud del vacío

Lecturas de un viejo profesor
La "fecundidad del vacío" coincide en gran medida con las intuiciones taoísta y budista.

Lecturas de un viejo profesor

La plenitud del vacío, Trinh Xuan Thuan. Kairós 2018

 

“¿Qué es el hombre en la naturaleza? Una nada a ojos del infinito, un todo a ojos de la nada, un centro entre nada y todo, infinitamente alejado de la comprensión de los extremos”, escribió Pascal en sus Pensées. Leonardo da Vinci lo señalaba justamente: “De todos los grandes conceptos que llevamos en nuestro interior, sin duda el de la nada es el más fecundo”.

La existencia -y la omnipresencia- del vacío, ya sea a escala del cosmos (“vacío intersideral”) o del átomo, es una evidencia para la ciencia moderna. Cuesta trabajo imaginar que esa idea haya tardado tanto en imponerse. Científicos y filósofos, como Aristóteles o Descartes, negaron la existencia del vacío.

Con su talento divulgativo que le ha otorgado tanta celebridad, el astrofísico autor de este apasionante libro recrea en esta obra la gran odisea del vacío. Partiendo de la increíble historia del cero, procedente de Oriente, nos hace vivir el nacimiento de la ciencia experimental con Galileo y Pascal; y nos conduce, a través de las teorías de la relatividad y la mecánica cuántica, hasta la física contemporánea. Esta ha demostrado que el vacío no es una nada inerte: en él pueden emerger partículas efímeras, como el bosón de Higgs.

Esta fecundidad del vacío que hoy descubrimos coincide en buena medida con las intuiciones de las tradiciones taoísta y budista, como el autor muestra con su experiencia personal y su maestría.

El vacío se ha manifestado en el mundo de los matemáticos bajo la forma del cero. Existe un enigma: ¿Por qué el cero no nació en Occidente a pesar de los grandes avances de los griegos en matemáticas y de sus contactos con Egipto y con sabidurías que llegaban de Oriente? ¿Por qué hubo que esperar hasta el siglo V para que el genio matemático indio concediera al cero el estatus de un número de pleno derecho?

En el 2º cap. explora los albores científicos de la noción de vacío. ¿Cómo apareció en las ciencias físicas, hacia el siglo V antes de nuestra era, con la teoría del atomismo de Leucipo y Demócrito? ¿Por qué estas teorías fueron silenciadas por las más influyentes de Platón y de Aristóteles que clamaron que “la naturaleza tiene horror al vacío? ¿Cómo en el XVI, después de veinte siglos de horror vacui aristotélico, el vacío dejó de ser tema de filósofos y de teólogos para ser tema de los científicos que pudieron resolverla experimentalmente, como Torricelli, discípulo de Galileo y más tarde Pascal en Francia lo consiguieron?

El autor avanza centrado en la idea aristotélica de una “quinta esencia” invisible el éter más ligero que el aire, el agua, la tierra o el fuego que bañaría todo el universo. Y así de emoción en emoción llegamos a inicios del XX cuando Einstein ofreció gracias a su teoría de la relatividad, la solución definitiva. De paso modificó nuestras nociones de tiempo y espacio. La otra gran teoría del siglo XX, la mecánica cuántica y las partículas subatómicas, también nos presenta una concepción del vacío radicalmente nueva.

Trata del principio de incertidumbre de Heisenberg que rige el mundo de lo infinitamente pequeño y se adentra en la cosmología. ¿Cómo pasó de la no existencia a la existencia, de la nada a ser algo? ¿Cómo pudo el vacío ser causa del bang del big bang, la explosión primordial que tuvo lugar hace 13.800 millones de años lanzando al universo a una terrible expansión? ¿Cómo ha podido el vacío generar toda la belleza y complejidad del mundo?

Finalmente, en el 6º capítulo compara el conocimiento racional del cosmos con la intuición mística oriental. El vacío desempeña un papel primordial en las concepciones taoísta y budista del mundo. Debido a la interdependencia de los fenómenos, nada puede existir por sí mismo ni ser su propia causa.

¿En qué sentido, se pregunta el autor, estas visiones de la espiritualidad oriental podrían confirmar la concepción científica del capítulo? Menos mal que el autor se dirige a todo “ser humano honesto y curioso” ante los avances científicos y filosóficos relativos al vacío. Una vez más, recomiendo al lector que aborde esta admirable lectura, “lápiz en mano”.

José Carlos García Fajardo

Profesor Emérito A.C.M.

 

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