viernes,19 agosto 2022
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Día Mundial de la Tierra

La tragedia del bienestar

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Ayer se celebró el Día Mundial de la Tierra, una fecha que sirve para evaluar los problemas medioambientales que amenazan el planeta y subrayar la necesidad de conservar los recursos naturales del mundo. Juan Carlos Nuño, Profesor del Departamento de Matemática Aplicada a los Recursos Naturales, de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid, analiza la influencia humana en el ecosistema natural, que ha provocado desde cambios atmosféricos que conducen a un aumento de la temperatura global hasta la extinción de diversas especies.

 

El planeta Tierra forma un ecosistema en continua evolución en el que todos los fenómenos que ocurren están interconectados. Esta interconexión total da lugar a un ente absoluto que algunos ha convenido en llamar Gaia (1). El último informe emitido por un comité de expertos al servicio de las Naciones Unidas (2) admite esta unidad total y pone de relieve el efecto que sobre el ecosistema tiene la modificación de las condiciones de convivencia por parte de una de las especies que habitan en él. Aunque la adaptación a las nuevas condiciones es difícil de predecir en la actualidad, algunas de las consecuencias para el futuro aparecen evidentes a la vista de los análisis que se están publicando en los últimos años.

Desgraciadamente, todo apunta hacia un escenario más incómodo para las lícitas aspiraciones del género humano. A la pérdida irreversible de la diversidad biológica, se debe añadir el aumento de la temperatura global del planeta con la consiguiente exageración de la meteorología adversa. Esta situación tiene como inmediata consecuencia la reducción de los recursos disponibles para saciar las necesidades de la humanidad. Como predice de forma inequívoca la Ecología, en un contexto donde los recursos son limitados la competición cobra un papel predominante. Y, por más que nos pese, uno de los resultados posibles en esta competición interespecífica es la propia extinción.

La humanidad lleva muchos milenios interactuando con su entorno, no solo a nivel biológico sino también a nivel físico. Durante todo este tiempo las actividades humanas han modificado la convivencia de un gran número de especies a lo largo y ancho de todo el planeta. Un número desconocido de especies han desaparecido y otras muchas se encuentran en peligro de extinción. Además de esta nefasta influencia sobre el entorno vivo, los procesos iniciados por el hombre han producido una profunda variación en los parámetros físicos (abióticos) que regulan el ecosistema. En concreto, hay que destacar los dramáticos cambios acaecidos en la concentración de ozono en la atmósfera, con el consiguiente aumento de la temperatura ambiente debido al efecto invernadero.

El peligro del nuevo bienestar

El hombre, sobre todo en los últimos dos siglos, ha requerido de los recursos naturales para asegurarse un mejor disfrute de los placeres vitales. Los avances científicos aceleraron una revolución industrial basada en el aprovechamiento de las fuentes de energía que permanecían escondidas en nuestro planeta. Mientras la demanda energética de la humanidad fue baja, el ecosistema Tierra no se resintió (3). Después de varios siglos de explotación desenfrenada y de una eliminación de desechos descontrolada, el ecosistema está cambiando de una manera vertiginosa.  El planeta Tierra flaquea.

Por paradójico que parezca, la revolución industrial que surgió como un gran avance para el bienestar de la humanidad nos está llevando, si no se pone remedio, a la ruina. Es otra de las consecuencias de lo que Garrett Hardin denominó como la Tragedia (4), esto es, la irremediable inestabilidad de una población que crece monótonamente y que no autorregula el uso de los recursos disponibles. de lo Público

El uso de una técnica que produce una indiscutible mejora individual se transforma en un peligro cuando su acceso se extiende a toda la población. La sociedad se debe percatar de que es necesaria la regulación, al menos, mientras la Ciencia pone a nuestra disposición otras tecnologías. ¿Quién está dispuesto a renunciar a un nivel mayor de bienestar? Aunque nos duela, la democratización de los avances científico-técnicos conlleva inconvenientes que debemos comprender y, sobre todo, enseñar a las nuevas generaciones. 

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