Esta directiva ya fue recurrida por varios países por ser incompatible con el Convenio sobre Diversidad Biológica, y por vulnerar derechos humanos fundamentales. Pero los intereses espurios no duermen, sólo se agazapan porque actúan con preferencia en las tinieblas. Ya Alemania, Bélgica y Francia solicitaron la renegociación de esta Directiva, a instancias de sus Parlamentos, pero la codicia es insaciable. No todo lo que proviene de las autoridades de la UE puede ser aceptado sin discusión por los representantes de los diversos pueblos que conformamos Europa.
Es preciso alentar las reacciones contra ese proyecto porque los seres vivos no son un "invento" humano. La materia biológica se puede aislar y reproducir en un tubo de ensayo con técnicas de biotecnología, pero eso no significa que haya sido inventada en un laboratorio. Es tan absurdo como pretender la concesión de derechos de autor a quien fotocopie una obra literaria, alegando que el proceso de fotocopia constituye una innovación.
Las patentes sobre organismos vivos, incluida la materia biológica humana, plantean serias consideraciones éticas y sociales, relacionadas con la dignidad humana y de los seres vivos y con cuestiones de equidad, que no han sido suficientemente debatidas.
La diversidad vegetal y animal es un patrimonio colectivo de los pueblos, en particular de las comunidades indígenas y campesinas del Tercer Mundo. Y las patentes sobre plantas y animales equivalen a una bochornosa licencia para la apropiación de ese patrimonio colectivo, desposeyendo de sus beneficios presentes y futuros a quienes lo han cuidado y conservado.
Las plantas y los animales, así como los genes y la materia biológica humana, son la base de la innovación en la agricultura y en la medicina, y la concesión de derechos de monopolio (patentes) sobre estos bienes es un atropello contra derechos humanos fundamentales: el derecho a la alimentación, el derecho a la salud y el derecho a los beneficios del progreso.
Lejos de incentivar la innovación, estas patentes son un obstáculo a la investigación y a la innovación en el campo de la salud y de la agricultura, sobre todo en el sector público que es el que tiene la mayor responsabilidad de la salud y bienestar de las poblaciones más desfavorecidas.
Su aprobación sería un grave atentado para el progreso y la supervivencia en nuestro esquilmado planeta.