jueves,18 agosto 2022
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Las patentes, tercer pilar de la universidad

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La crisis financiera ha reducido drásticamente los fondos de capital riesgo y otras formas de financiación de la innovación, por lo que afectará a la marcha del sistema ciencia-tecnología-economía-sociedad. Será por ello un motivo para poner de actualidad lo que se llama el tercer pilar de la universidad: enseñar, investigar y ahora, también, contribuir a la innovación. Y en la medida en que mermará los fondos públicos, todavía mayoritarios en la financiación de los esfuerzos investigadores de muchos países, es previsible que agite el ya caliente debate sobre las patentes como incentivo para mantener viva la llama de la creación de conocimiento aplicable a unas economías desarrolladas que ya dependen mayoritariamente de este factor.

 

 

El impacto de esta crisis será, por lo que hoy cabe entrever, mayor que el de otras crisis anteriores. Claro no todas han perjudicado a la innovación. Al contrario, la de los años setenta, ante la necesidad de reconvertir el tejido industrial para hacerlo menos intensivo en energía, terminó favoreciendo como alternativa la posterior revolución de las tecnologías de la información y de las comunicaciones. Pero entonces no falló tanto como ahora el sistema financiero en su papel de intermediar entre el ahorro y la inversión por la vía del crédito o de las inversiones en capital, cuyo grifo se ha cerrado en la mayoría de los países desde hace algo más de un año. Encima, ahora el Estado ha tenido que socorrer a las instituciones financieras anunciando planes de intervención por más de tres billones de euros, lo que mermará los recursos para otros fines en un contexto en el que además caen automáticamente los ingresos públicos y aumentan algunos gastos por la menor actividad económica.

Aunque muy discutidas, las patentes siempre han sido vitales para captar y asegurarse financiación; nadie compra una casa si no está inscrita en el registro de la propiedad, y lo mismo pasa con la innovación: nadie invierte si esa innovación no es protegida por patentes, porque incurriría en el riesgo cierto de tener que correr con el coste e inseguridad de la inversión, para que luego cualquier espabilado la copiara o pirateara por un coste bajísimo…Por ello, las sociedades de capital riesgo requieren que haya un portafolio de patentes en todos los proyectos que financian.  Esto nos lo recuerda desde hace tiempo la industria farmacéutica y lo dejo muy claro recientemente en una conferencia uno de los altos ejecutivos de innovación de Microsoft.

En el caso de la innovación en tecnologías de la información, a las que debemos gran parte de las transformaciones y del ciclo que ahora toca a su fin de inusitada prosperidad económica mundial durante los últimos quince años, la problemática es mayor. Las patentes que incorporan software en Europa son polémicas y están politizadas: el Parlamento Europeo hundió recientemente una propuesta de Directiva de la Comisión para armonizar el tratamiento en Europa de este tipo de patentes; solo 11 Diputados de 750 votaron a favor, el resto en contra, record absoluto.

Esto pone aun más de relieve la imperiosa necesidad de agilizar y mejorar la transferencia de tecnología (technology transfer) desde las universidades y centros de investigación públicos hacia la industria. De ahí que la Comisión ha publicado recientemente una Recomendación para que estas trasferencias de tecnología vayan acompañadas de una gestión adecuada de las patentes que se genere n. Previamente en Abril de 2007, la Comisión adopto una Comunicación mas general sobre la necesidad de mejorar este technology transfer.

Para mayor actualidad del debate, hace dos semanas el famoso juez británico especializado en patentes, Lord Jacob, ha dictado una sentencia en un litigo sobre patentes de software que abre la puerta, o deja mas claro el camino, para este tipo de invenciones; fallando además en contra de la postura de la oficina de patentes británica.

Estados Unidos es el paradigma en todo esto. Todo comenzó con la Bayh-Dole Act de 1980. Esta norma otorgaba la titularidad de las patentes generadas por los investigadores de las universidades americanas a la universidad; a cambio, el profesor o investigador recibe una recompensa, pero no la patente, que se la queda la universidad. Así las universidades norteamericanas se armaron de un robusto portafolio de patentes, crearon oficinas de transferencia tecnológica y se pusieron a crear empresas mixtas con el sector privado, licenciar las patentes, recibir royalties…. Todo ello dinamizó enormemente el Silicom Valley, la zona del MIT desde la que los EEUU han irradiado su hegemonía en materia de TICs durante las dos últimas décadas… copiada hoy con mucho éxito por Cambridge y Oxford, aunque también por países como la India. Esto ha dado origen a Google, y tantas y tantas empresas conocidas.

En Europa se debate si hacer o no nuestra propia Bayh-Dole Act. De todas formas muchos aspectos de esta ley modelo americana ya se han adoptado en Europa, donde las universidades también se quedan con la titularidad de las patentes que generen sus investigadores (salvo en Italia y Suecia, pero en la practica las universidades suecas y sus profesores llegan a un acuerdo de cesión de la titularidad).

Así llegamos a la rabiosa actualidad del tercer pilar de la universidad, que tampoco está exento de polémica, porque este tipo de actividades introducen a las universidades en una zona gris. Por ejemplo Berkley ha dado un paso más y ha firmado unos acuerdos con British Petroleum, que va a financiar investigación a cambio de quedarse con las patentes. Aquí ya empiezan las dudas de si Berkley se va a convertir en una subsidiaria de BP.

En el campo de la industria farmacéutica, los años de lanzar medicamentos superventas, tras una investigación relativamente económica y fácil, ya han pasado. La industria farmacéutica necesita nuevos modelos de investigación y colaboración para seguir generando nuevos medicamentos, y aquí puede jugar un papel importante la universidad y la transferencia de tecnología, al igual que los nuevos modelos de partnerships.

Las universidades están llamadas a colaborar enormemente con la industria. Duke University es puntera en investigación médica y farmacéutica, y su escuela de derecho esta estudiando y proponiendo nuevos modelos de colaboración entre las universidades. Estas tienen know-how y recursos para inventar nuevos ensayos clínicos que permitan testar la efectividad de nuevas moléculas, principios activos, macromoléculas y demás en los genes, así como proteínas expresadas en individuos con enfermedades. La industria, por su parte, tiene bibliotecas de moléculas y principios activos identificados, pero sin saber muy bien para qué sirven o al menos conocer todas sus aplicaciones, muchas veces guardadas bajo patente o secreto industrial.

GUSTAVO MATIAS y ALFONSO CALLES

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