Reino Unido aporta casi el 20% del total del gasto turístico en nuestro país, especialmente en las comunidades más vinculadas a eso que se llama turismo de sol y playa.
El gráfico que acompaña este artículo compara la evolución de la afiliación y del número de trabajadores afectados por ERTE cada día desde el 1 de marzo de 2020 hasta el pasado lunes 31mayo de 2021.
Y confirma que, efectivamente, el emplo ha registrado un fuerte impulso tras la tercera ola.
Incluso alcanza cotas similares a las registradas antes de que se declarara el primer Estado de Alarma y el confinamiento, aunque en este caso conviene recordar que, incluso sin coronavirus, marzo es un mes muy diferente a mayo en términos laborales.
Pero, por otro lado, el número de trabajadores con su empleo suspendido total o parcialmente no se reducen con la misma rapidez.
Si antes de la pandemia eran 484, a finales de mayo seguían superando los 542.000. Aunque se está produciendo un descenso, no podemos decir que su evolución sea proporcional al del empleo. ¿Cómo se puede interpretar esto?
LA TRAMPA DEL WHATEVER IT TAKES
España no ha sido el único país en aplicar de forma masiva medidas como los ERTEs, ni siquiera el que lo ha hecho para proteger a mayor número de trabajadores.
El problema del caso de España es que no contaba con una regulación pensada para este escenario –partía de lo aprobado en la reforma laboral de 2012, que ha tenido que ir adaptando sobre la marcha– lo cual lleva a una inseguridad demasiado alta cada vez que se acerca una prórroga.
Al encomendarse a este esquema imporvisado, nuestro país confiaba demasiado en el escenario de resolución rápida de la pandemia: una primera oleada cortada en seco por medidas de confinamiento coordinadas a nivel global.
Desde ese marco, tenía sentido aprobar medidas de choque, pero que, sin embargo, no impidieron que nuestro país liderara la destrucción de empleo en España, tanto en tasa como en valores absolutos –es decir, que mandamos a más personas al paro que países con una mucho mayor población activa–.
Sin embargo, este escenario, incluso en los momentos más voluntaristas de esta pandemia, siempre se presentó junto a su alternativa: que cada país aplicara sus reglas y que el virus se comportara como un virus y mutara en varias cepas y regresara en varias oleadas de impacto irregular.
El peor escenario en un mundo globalizada como el nuestro y el que se acabó materializando. ¿Y hemos aprendido algo de aquello?
Si repasamos las hemerotecas, no son muy diferentes las expectativas que avalaba hace un año nuestro Gobierno de cara a la temporada turística con las que formula estos días.
Con este antecedente es normal que las empresas se vean obligados a mantener las suspensiones.
¿QUÉ FUE DEL PLAN B?
Es verdad que bajo una legislación laboral de 2012 poco se puede hacer en 2020, aunque también este debate pierde el foco. Nos preocupamos de cómo (no) llamar a la nueva reforma laboral que por modernizar nuestro mercado laboral.
Pero aunque esta reforma acierte de pleno en este objetivo –sería la primera de nuestra Historia–, llegará tarde para los desempleados y precarizados actuales.
España se juega el reto de una recuperación más lenta que la del resto de Europa si sigue esperando a que las cosas se arreglen gracias a factores sobre los que estamos viendo que tenemos poco control, ya sean turistas extranjeros o fondos europeos.
Y no lo tenemos porque no hemos tomado las medidas adecuadas para tenerlo: para atraer turistas y nómadas, para diseñar modelos productivos que aprovechen de verdad las inyecciones de financiación.
Ese es el desafío actual y no nos va a permitir perder un año más para lograrlo.