jueves,18 agosto 2022
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Libertad política y corrupción

Goliardos s.XXI
Estoy muy preocupado por la situación política en España, por la falta de análisis estructural que demuestran los políticos, sobre todo aquellos que se llenan la boca de conceptos políticos que saben que serían imposibles de realizar.

Yo les pregunto a esos puristas ideológicos si serían capaces de cambiar el sistema económico sin el compromiso de una mayoría social suficiente en la que participen ciudadanos de derechas y de izquierdas. Por eso no acabo de entender la cerrazón de los dirigentes de Podemos a un compromiso de gobierno en el que esté una parte importante de la derecha democrática, la izquierda socialdemócrata y ellos, que se dicen de izquierda marxista. Ese compromiso entre demócratas para mejorar el bienestar de los ciudadanos es posible siempre y cuando se sepa aplicar un análisis estructural en el que se mida con cautela la fuerza de cada unos de los elementos que configuran el sistema, y que influyen en su direccionalidad. Deberían tener en cuenta el principio estructural-funcionalista definido por Dahrendofr que afirma que “las partes influyen en el todo, como el todo influye en las partes”, de no ser así recuerden de lo que decía Miguel de Cervantes en su novela El curioso impertinente: “Mira el que busca lo imposible es justo que lo posible se le niegue”. Pero no quiero hablar de España, me preocupa lo que está ocurriendo en un país iberoamericano como es Brasil y el tratamiento político informativo que se está dando a los problemas del Presidente Lula.

Es curioso que los grandes corruptores y generadores de todo tipo de perversión hayan montado una campaña de acoso y derribo contra el presidente Lula, y que los medios de comunicación no hagan una sola mención a estos interesados señores. Es curioso que no se pregunten, por lo menos en las noticias que llegan a España, quiénes son los verdaderos culpables de la creación de la corrupción. Yo me cuestiono quién tiene capacidad real de generar esa perversión. Es verdad que en todo proceso de corrupción siempre existen dos figuran: los que corrompen y los que se dejan corromper, pero si esa corrupción ha servido para llevar a los ciudadanos una mayor felicidad y a una mayor libertad que está permitiendo denunciar esos casos punibles ¿acaso en ocasiones pretéritas sería admisible?

Quizás pecando de cierto pragmatismo y renunciando a ciertos niveles de ideologismo sería posible la lucha contra los grandes poderes financieros, agrícolas e industriales de Brasil, si no se aceptaran en principio ciertos niveles de chantaje. No es nuevo el sistema de coacción política por parte de los poderosos, pero como muy bien decía  Presidente de la II Republica: “Prefiero ser derrotado en toda España a que pueda decirse con fundamento que se ha coaccionado a un lector”, pero ese pragmatismo conllevaba dolor y sufrimiento al pueblo, y recordemos, que en nuestro caso acabó en una guerra civil. Quizás el concepto de coacción electoral no se había desarrollado hasta ahora, pues la formación política de los ciudadanos fue substituida por la manipulación electoral y por la emotividad. Y esa falta de formación política social es la causa de muchos de los males que las sociedades multimedia actuales padecemos.

Con esa formación sería posible eliminar la necesidad de la corrupción política social para poder empezar a generar un cambio hacia una sociedad mejor y hacia unos ciudadanos más libres y conscientes de su realidad.

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