jueves,18 agosto 2022
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Borrador de reforma de la profesión docente

Moviéndonos en círculo, pero sin salirnos. En torno a la castigada profesión docente

Director Instituto Emergente de Investigación en Formación de Profesionales de la Educación (IFE.uma), Universidad de Málaga
Hecho público el documento de debate sobre la reforma de la profesión docente, se hace necesario una revisión del mismo. Hay modelo implícitos que se refuerzan, algunas propuestas objeto de debate de hace tiempo, y poco cambio en relación al sentido de la práctica docente y su formación. Se consolida una perspectiva individualista y técnica de la profesión.

El Ministerio de Educación y formación profesional ha hecho público el pasado día 27 el Documento para el Debate: 24 propuestas de reforma para la mejora de la profesión docente. Un documento de 36 páginas que ya ha levantado las suspicacias en los sindicatos y en el cuerpo docente en general. Desde las primeras leyes educativas de la democracia española, configurar una carrera docente que contribuya a la calidad del sistema educativo, ha sido una aspiración inconclusa. En estos casi 40 años de reformas educativas no se ha conseguido el añorado estatuto de la profesión docente, que nunca ha pasado del nivel de borrador. El enésimo intento de una ley educativa estable, la LOMLOE, contempla la necesidad de afrontar, de nuevo, esta tarea.

Como no podía ser de otro modo, ya se ha desatado la polémica y han saltado todas las alarmas en el colectivo docente, y en el de los que nos dedicamos a su formación. Motivos hay para ello, ya que la educación sigue estando en el centro de la confrontación política. La ausencia de consensos generales no es el mejor marco para que estas propuestas susciten adhesiones universales.

Un punto de pesimismo

Una primera lectura no invita al optimismo. Junto a una gran ambigüedad de muchas de las propuestas, otras son bastante controvertidas. En el espacio de este artículo es difícil analizar en profundidad todo el contenido de las 24 propuestas, que iré desglosando en siguientes aportaciones. En este momento planteo una valoración general sobre el significado de esta reforma y su incidencia real en la mejora del sistema educativo.

Mi primera consideración es que resulta difícil plantear una reforma de la profesión docente sin que haya una propuesta real de su trabajo. Uno de los problemas de los que adolece nuestro sistema educativo y sus sucesivas reformas es que mantiene el modelo escolar, fragmentado, individualista, segmentado y rígido heredado de tiempos pasados. Por tanto, esta propuesta del ministerio no puede sino acomodarse a esta herencia. Sus posibilidades de generar un cambio significativo son realmente escasas, ya que no se modifican las condiciones en las que debe actuar. Se echa de menos afrontar el cambio de modelo educativo, incorporando los avances de la investigación sobre el aprendizaje y la enseñanza y sus disciplinas afines. Igualmente hay un olvido de los avances sobre el conocimiento, los modelos democráticos de ciudadanía, los modelos sociales de relación, etc.

Buena parte de la propuesta se construye sobre una idea transmisora del saber, centrada en una cultura del control y una profesión sin progreso posible. Edificar una carrera docente sobre la evaluación y el incentivo no deja de ser la cultura de la zanahoria y la espuela para que el caballo avance. Poco o nada se dice acerca de la posibilidad de una comunidad profesional, que actúe colaborativamente y de acuerdo con unos principios educativos, sociales y éticos. El desarrollo profesional asociado a proyectos educativos relevantes permanece ausente. Priorizar las actuaciones educativas innovadoras y disruptivas no parece tener sitio. El vínculo con la comunidad educativa como base para el ejercicio profesional no merece ni una línea. Son solo algunos ejemplos de un cambio necesario de modelo educativo ausente en la propuesta ministerial.

Modelo educativo

Desde mi punto de vista la mayor parte del documento refuerza lo que yo entiendo como un modelo individualista y tecnocrático, propio de los modelos más conservadores en educación. El peso se pone en el sujeto docente individual y sus “competencias” para desempeñar su labor. Lo cual deja fuera de foco cualquier consideración sobre los escenarios en los que tiene que actuar. En este sentido, se propone una prueba de acceso propia para la formación en la profesión, considerando que un aprendiz de docente tiene que poseer, de entrada, las competencias para el ejercicio de su profesión, cuando esta debería ser la responsabilidad de la institución que los forma. Igualmente, se le somete a una evaluación individual, al margen de cualquier auditoría sobre los propios centros, el sistema escolar o la actuación de la administración educativa. Nos movemos en una ética de la responsabilidad individual, que libera los marcos institucionales.

Entiendo el interés generado en buena parte de la comunidad educativa por establecer condiciones para el acceso a la formación docente. El propio Foro de Sevilla, del que participo, lo lleva en su ideario. Me permito mantener cierta distancia sobre esta idea, que se basa en una definición apriorística de lo que debe ser un buen docente. La experiencia muestra que la profesión de la enseñanza no está sujeta a la estandarización, sino que responde a múltiples variables, no siempre fácilmente identificables. No nos manejamos con entidades discretas, sino complejas. Lo cual abre mucho la definición de cómo alcanzar el “éxito”.

A veces también es difícil definir el propio concepto de “éxito” en educación. ¿Quién y cómo se define quienes son los “mejores”, tal como plantea el documento? ¿Los que mejor se adecúan al estándar oficial? ¿Los que mejor cumplen con el libro de texto y los programas oficiales? Resulta una práctica arriesgada que puede fácilmente devenir en una estrategia de control.

Desde mi punto de vista, más importante que seleccionar quién entra es saber cómo vamos a formar a los que lo hagan. Los centros de formación de profesorado son responsables de gestionar la construcción de una identidad docente de carácter crítico, innovador, flexible, colaborativa, comprometida y responsable. Frente a esto la propuesta propone “actualizar” los contenidos y reforzar el prácticum. Admito que esto último, junto con la posibilidad de una formación dual, es de los aspectos más atractivos de la propuesta.

Un final provisional

Por terminar con esta primera mirada a este documento, una consideración en torno a lo que se define como carrera docente. Tal como decía antes, resulta difícil pensarla sin tener en cuenta las condiciones dadas. Esto es, plantillas al mínimo, elaboradas desde el mero reparto de horas de clase y capacidad docente del profesorado; con un docente trabajando de forma aislada en su aula; con una perspectiva de “promoción docente” basada en la acumulación de trienios y sexenios”; por citar algunas condiciones que definen la profesión en este momento.

Empecemos, por tanto, por definir algunas bases: qué significa la autonomía y la responsabilidad del docente; cómo construimos una comunidad profesional en un centro educativo; cómo atender las diferentes necesidades emanadas de los diferentes contextos educativos; cómo re-pensar los currícula desde un planteamiento constructivista que respete la interculturalidad y la diferencia; o sencillamente, desarrollar modelos democráticos de gestión que supongan un compromiso con las comunidades en las que se insertan los centros educativos.

Valga esta primera revisión para fijar algunas cuestiones que considero importantes. Aspectos más particulares serán objeto de otras aportaciones.

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