viernes,19 agosto 2022
Espacio euroiberoamericano de diálogo sobre la innovación social, profesional y académica
InicioOpiniónBlogsNace la Universidad y hablamos con Fray Luis
800 años

Nace la Universidad y hablamos con Fray Luis

Futurolandia
Estamos en el octavo centenario de vida de la Universidad de Salamanca y creo que es una buena ocasión para rememorar a dos de sus muchos líderes intelectuales: Fray Luis de León y Tomás de Mercado, a los que ya dediqué atención hace unos años en mi libro Momentos Estelares de Econolandia.

En mis viajes por el tiempo no podía faltar una visita a alguna universidad y aproveché una ventana disponible en 1570. Pensé inicialmente en trasladarme al siglo XIII y conversar con alguno de los grandes maestros de sus centros recién fundados.La cultura tradicional, que durante siglos habían mantenido los monjes en los conventos, más como puros copistas que como partícipes en el pensamiento de la época, había ya desembocado en la creación de las primeras Universidades o Estudios Generales, dependientes de las órdenes mendicantes.

Las primeras universidades europeas se habían establecido en Salerno, Bolonia, Montpellier, París, Modena u Oxford. En la Península sólo existían en el siglo XVI las universidades de Palencia, Salamanca, Valencia y Sevilla.  Ya sabemos que, incluso en esos primeros tiempos, los estudios en las diversas universidades no se limitaban, en exclusiva, a doctrina o filosofía. En muchas se incorporan las enseñanzas del trivium(gramática, retórica, dialéctica) y del quatrivium(aritmética, geometría, música y astronomía, más rudimentos de física, química y medicina).

Pero las universidades (inicialmente Estudios Generales) nacen vinculadas a la Iglesia, que trata de controlar así la evolución de las ideas para evitar perversiones indeseables. En París, en 1210 un sínodo episcopal había prohibido los comentarios de Averroes a textos de Aristóteles. En 1215 los nuevos estatutos de la Universidad prohíben la enseñanza de la filosofía aristotélica, aunque en París se reúnen muchos de sus seguidores. En 1270, el obispo de París, Tempier, ha hecho pública una lista de trece proposiciones que no pueden enseñarse. En 1277 habrá aumentado hasta doscientas diecinueve.

Con estos antecedentes y tras barajar opciones, cambié mi plan inicial de ir a la Universidad de París en el siglo XIII por la de Salamanca a finales del XVI, lo que me permitiría conversar con un catedrático indómito como Fray Luis de León.

Salamanca en 1570 tendría unos 25.000 habitantes, menos de 3.000 «pecheros» que pagaban impuestos, unos 1.000 hidalgos y del orden de 7.000 estudiantes en su prestigiosa Universidad, fundada en 1244, es decir hace más de tres siglos. En aquellas fechas la Universidad disponía de once cátedras de Filosofía y Lógica, diez de Cánones, diecisiete de Gramática y Retórica, siete de Medicina, siete de Teología, cuatro de Griego, dos de Hebreo y Caldeo, una de Música y una de Astronomía.

Desde hace cinco años una de las cátedras de Teología, la Durando, la desempeña Fray Luis de León.Para empezar, también él descendía de judíos conversos y era indomable en la defensa de sus convicciones, algunas de ellas no demasiado ortodoxas para el pensamiento de la época, lo que terminaría dando lugar a un proceso por parte de la Santa Inquisición.

En la Universidad de Salamanca, donde él es catedrático, hay una gran pugna doctrinal (e incluso personal) entre agustinos, su Orden, y dominicos. En 1571, dos dominicos lo denuncian a la Inquisición (que maneja su Orden) por presuntas desviaciones heréticas. Desmenuzarán durante cinco años el texto de sus lecciones de clase y las proposiciones incluidas en la polémica Biblia de Vatablo, que él ha contribuido a editar en Salamanca . Se trataba, en último término, de acabar con la tendencia de una interpretación bíblica abierta que se defendía cada vez más en la Universidad. En 1577 reanuda, por fin absuelto en un largo proceso de 1.750 días, sus clases en Salamanca con esa frase que ha hecho historia: “Decíamos ayer…”.

Para comentar estos y otros acontecimientos había solicitado una entrevista con Fray Luis, que me esperaba en el Colegio Mayor de San Bartolomé. Tras las presentaciones y saludos habituales, le pregunté directamente por estos enfrentamientos. La respuesta fue tajante:

-Desde hace tiempo tengo desavenencias públicas con dominicos y jerónimos, en especial por disputas en mi oposición de cátedra y en mis juicios como miembro de los tribunales posteriores en que intervine, aparte de ciertas discrepancias ideológicas. Pero lo que verdaderamente se dilucidan no son asuntos de fe sino más bien rencillas de cátedra, amores propios heridos y, por supuesto, dineros contantes y sonantes. Enemigos míos son esos ganapanes, felices con los doscientos ducados, más otros gajes e influencias que les proporciona la cátedra, a cambio de farfullar lecciones rutinarias. Individuos que después que han habido sus cátedras no tienen cuidado de estudiar ni aprovechar a los estudiantes.

Los doscientos ducados de una cátedra en Salamanca no eran, desde luego, ninguna cantidad despreciable. Como referencia inmediata, el propio Fray Luis había reconocido que muchos estudiantes de Salamanca vivían con sólo un par de ducados al mes.

En la conversación salieron  otros múltiples temas, como la alta proporción de religiosos; la comparación entre la Universidad de Salamanca y otras nacionales y extranjeras; o los recuerdos de su tesis doctoral y de su oposición a cátedra.

Según admitió Fray Luis, las vocaciones religiosas muchas veces eran simple motivo de supervivencia. En un latín macarrónico, un dicho popular conocido decía que “si arribas al monacatum, garbanzum aseguratum”. Pero además, para una familia acomodada la vía religiosa era norma social el utilizarla para segundones e hijas. El mayorazgo, al concentrar todos los bienes de una herencia indivisible, era toda una garantía para el primogénito, pero los otros hijos varones debían buscarse la vida y para las hijas era preciso disponer de una buena dote para su casamiento. Más barato era una dote para un monasterio.

Conocía Fray Luis el caso de la Madre Teresa de Jesus, que entró a las carmelitas de Ávila con una dote de 200 ducados. Lo cierto es que por auténtica vocación o por razones de supervivencia era bastante factible que en una familia con tres o cuatro hijos, como era habitual, al menos uno siguiera carrera religiosa, bien en la iglesia secular o en la regular (reglada) de las diferentes ordenes de monasterios y conventos. En total se calcula que en España habría unos 40.000 curas, 25.000 frailes y otras tantas monjas.

Respecto a la comparación entre Universidades, Fray Luis admitía el prestigio internacional de la de la Sorbona, con sus nuevos métodos de enseñanza, al que llaman «modus parisiense». Comparativamente reconocía que allí se realizaba una enseñanza más personalizada, estimulando la participación de los alumnos con todo tipo de preguntas. Además, los costes por asistir a sus clases eran comparativamente más baratos, promoviendo el acceso de gentes de toda condición, nobles o plebeyos.

La indignación de Fray Luis llegó a un alto punto cuando pasó a comentar el decreto por el que, ya hace unos años, se prohibía a los españoles estudiar en universidades extranjeras. A pesar de todo, algunos nuevos vientos parece que soplaban en las universidades españolas de más reciente creación, como la de Alcalá. Fray Luis, que había estudiado en ella, ponderaba la visión del Cardenal Cisneros al establecerla, y destacaba que la mayoría de los maestros admiraban y seguían en sus enseñanzas a Erasmo de Rótterdam, el principal de los humanistas y una fuente de ideas renovadoras.

En mi caso y como profesor universitario, estaba interesado en los recuerdos de Fray Luis sobre su tesis y su oposición a cátedra.

-Mira, hijo mío, mi graduación la tuve a los treinta y tres años aquí en Salamanca y según las normas tradicionales de pasar la noche en vigilia en la capilla de Santa Bárbara. Al alba y ante los maestros defendí mis proposiciones, durante toda la mañana y parte de la tarde, en relación con mi tesis sobre el Libro de las sentenciasde Pedro Lombardo. Al final los maestros mostraron sus bolas de votación y todas llevaban la letra A, no habiendo ninguna R de reprobado. Salí, como era costumbre por la puerta grande de la catedral, escoltado por maestros y amigos con seis trompetas y otros tantos atabales según autorizan los estatutos de la Universidad. Renuncié, en cambio, al también habitual caballo ricamente enjaezado, así como a que se corriesen toros. No hubo comida con los examinadores ya que cuando el grado es de Sagrada Teología se sustituye, por respeto, con un tanto en dinero.

-¿Y en relación con la cátedra? -le pregunté.

-La cátedra fue harina de otro costal. Aquel mismo año oposité a la de Biblia, a la que nos presentamos ocho candidatos, y no fui elegido. Un año y medio después me presenté, con otros seis opositores, a la de Teología dedicada a Santo Tomás y la obtuve con mucho exceso de votos: 108 frente a los 55 del segundo. Algunos de mis contrincantes eran dominicos y nunca me perdonaron mi plática final en que me despaché a gusto contra ellos, aparte de que conmigo perdían el casi monopolio que tenía su orden en Salamanca. Hace cinco años decidí presentarme a la cátedra Durando que gané frente al candidato dominico. Ahora entenderá por qué puedo tener algún proceso futuro por parte de “su” Santa Inquisición.

Al terminar este breve relato de mi entrevista virtual con Fray Luis no puedo dejar de pensar en que aquella docta Salamanca de que hablaban, tenía poco que ver con la situación cultural de la España profunda, en que la mayoría de la población seguía siendo analfabeta. Peor aún; aprender a leer y escribir costaba unos cuatro reales por niño y mes, es decir unos 5 escudos al año, cifra fuera de las posibilidades de la mayoría de las familias.

En España, destacaban una serie de doctores, juristas o moralistas, que siguieron las enseñanzas de Francisco de Vitoria en la Universidad de Salamanca, al que se debe una explicación de la doctrina de Santo Tomás sobre la usura y que había muerto ya hace 24 años. En 1570 seguían su escuela, en Salamanca, Martín de Azpilicueta y Diego de Covarrubias y en Sevilla lucía, con luz propia pero conectado a esta red de pensadores, Tomás de Mercado como representante genuino del saber socio-económico de la época.

De él sólo sabía que era dominico, nacido en Sevilla hace 40 años y recriado en Nueva España, México, donde participó en la conversión de infieles y tuvo contacto con el mundo mercantil. Hacía 10 años que había retornado a España, pasando primero por Salamanca y afincándose definitivamente en Sevilla. Acaba de editar una primera versión de su obra más importante, Suma de Tratos y Contratosdedicada al Consulado de Mercaderes de Sevilla.

Fray Tomás era dominico,  la orden encargada por el Papa de mantener la limpieza de costumbres, el control de las ideas y la ortodoxia religiosa, principalmente a través de la Santa Inquisición. El tristemente célebre Torquemada era dominico y también lo eran la mayoría de los enemigos de Fray Luis de León.

Por eso tiene aún más valor el que, cuando a Fray Luis le habían presentado, para su censura, hace un par de años la obra de Fray Tomás sobre Tratos y Contratos, él informase con estas palabras: “Yo he visto este libro del arte y trato de mercaderes, con las demás obras que van junto con él; y paréceme que el autor de él es un hombre de mucho ingenio y doctrina y el libro, muy acertado y provechoso”.

En una reducida sala del convento de los dominicos de Sevilla, Fray Tomás me observaba con sus inquisitivos ojos (que no inquisidores, en su caso) como queriendo descubrir, debajo de mis ropas de funcionario relativamente acomodado, qué tipo de persona tenía delante. La vida le había enseñado a no fiarse demasiado de las apariencias externas, así que fue él quien empezó preguntando:

-¿Cuál es el motivo real de su viaje, licenciado?. Me dicen que está su merced recorriendo varias ciudades tratando de conocer las condiciones reales de vida de los españoles.

-Así es, Fray Tomás, soy escribano de juzgados  y mi inquietud sobre las tensiones políticas, sociales y económicas que vengo observando durante los últimos años me han llevado a solicitar esta misión.

-Las guerras siempre han de ser motivo de preocupación para todos, aunque puedan responder a la justa causa de defender la doctrina católica frente a protestantes o musulmanes. La rebelión empezada en nuestros Países Bajos hace una par de años nos está llevando a enormes ejércitos y gastos militares sin precedentes. Nuestro ejército tiene unos 200.000 efectivos y es, con mucho, el más grande de Europa, pero lo pagamos con una sangría de dinero que está endeudando a nuestra Hacienda.

-¿Pero un país rico como España, no puede mantener los gastos que conlleva administrar todo un Imperio?, -me atreví a preguntar sin ninguna convicción.

-Mire, licenciado, sólo la deuda exterior (principalmente a banqueros alemanes, genoveses o portugueses) durante el reinado anterior del Emperador Carlos, alcanzó los 37 millones de ducados. Para que se haga una idea de su magnitud, esta cifra supera en dos millones al valor de todos los metales preciosos asignados a la Corona que llegaron a Sevilla en esa época. Y el deterioro financiero del Reino continúa con nuestro monarca Felipe II al que dios guarde muchos años.

-Pero Fray Tomás, eso explica solamente una parte de las dificultades que parecen existir. Si el monarca tiene derecho al quintode la producción de metales, ¿qué ocurre con el resto?

-Castilla y los otro reinos de la Corona han ido apartándose de la producción de bienes, como nuevos ricos que ven sus bolsas llenas de ducados y reales ganados por el rendimiento de juros y censos. Nuestros hidalgos (sólo aquí en Sevilla hay más de 6.000) viven sin crear directamente riqueza, como es obligado por su condición. Pero, cada vez más, el mundo del comercio y los intercambios monetarios va imponiéndose sobre la actividad de los agricultores o de los artesanos.

-Es decir, ¿qué compraremos fuera, con el oro y la plata que nos regala el Nuevo Mundo, lo que no producimos dentro?

-Así es, hijo mío. Aquí hay falta de muchos productos y los precios no paran de subir. A la Corona no le queda otro remedio que tratar de impedir que salga del país lo escaso que producimos y cambiar nuestro exceso de metales por nuestra falta de alimentos, vestido u otros bienes.

-¿Pero entonces, Fray Tomás, el oro y la plata del Nuevo Mundo, quedará finalmente en manos de otros países?

-Justa apreciación. De hecho, hoy día Sevilla va reduciendo su papel a ser el punto de reparto de esa riqueza en metal. Mientras, otras ciudades como Amsterdam van acumulando oro y plata y van creciendo en su importancia para el comercio y los pagos internacionales.

-Y a todo esto, ¿cuál es el papel de los mercaderes sevillanos o del reino, más en general? -pregunté sabiendo que le tocaba ahora en uno de sus puntos fuertes.

-En un mundo cambiante como el que nos está tocando vivir, con grandes movimiento de dineros y mercancías entre todos los países, incluidos los del Nuevo Mundo, los comerciantes se encuentran con frecuentes problemas de conciencia sobre lo que es lícito o no. La regla básica de conducta es que el cambio es lícito, pero no la usura -afirmó con convencimiento Fray Tomás.

-He estado con Simón Ruiz, como vuecencia conoce sin duda uno de los comerciantes castellanos más importantes. Él maneja elevados capitales moviendo, a través de letras de cambio, dinero por el mundo entero. Don Simón es un buen cristiano y está convencido de que su actividad es perfectamente lícita. ¿Es así?

-Mire licenciado. El trueque real de unas monedas por otras, incluso en diferente lugar, es legal y moralmente aceptable. La degeneración viene cuando a un préstamo inicial de dinero se le añaden recargos excesivos no justificados en la devolución. Ese es el «intercambio seco» o usura. Sólo resulta aceptable una operación de préstamo cuando sin engaño ni violencia se añada a lo prestado unas cantidades moderadas y justas, es decir que el interés sea piadoso, humano, no subido para la necesidad de otros.

-Permítame una última pregunta, Fray Tomás. Vengo observando una carestía creciente en todo tipo de productos. ¿A qué se debe esta subida de los precios?. ¿Es por falta de producción?

-En mi opinión -ahora Tomás de Mercado se sentía como pez en el agua- hay varias causas para el aumento que viene observándose en los precios. Están los gastos crecientes de la Hacienda Real, principalmente consecuencia de las guerras, que han elevado todo tipo de impuestos y gravámenes. También han contribuido las devastaciones de algunos años por causas naturales o la menor inclinación de las gentes hacia actividades productivas. Pero creo que la razón principal es el aumento de la cantidad de oro y plata, que hace que los demás bienes expresados en dinero exijan mayor cantidad de los mismos, es decir más ducados y reales.

Verdaderamente Tomás de Mercado, como algunos otros pensadores de la época, intuía la que, años más tarde, sería conocida como «teoría cuantitativa del dinero». Dada una cantidad de bienes disponibles, su precio debería elevarse o reducirse según aumentara o menguara la cantidad de dinero disponible. Faltaban algunas precisiones importantes sobre qué es dinero y la velocidad de circulación con que el mismo se mueve de unas manos a otras.

Lo cierto es que en los alrededores de 1570 había en España y otros países europeos un conjunto de intelectuales procedentes del campo de la teología, la moral o el derecho, preocupados por los efectos de las nuevas remesas de metales, los movimientos internacionales de dineros y mercancías, la justificación de intereses en préstamos, la evolución al alza de los precios, los gastos de la Hacienda Real y la forma de sufragarlos, la defensa de lo nacional sobre lo proveniente del extranjero, … Serían conocidos como «arbitristas», por sus proyectos más o menos arbitrarios o irreales, aunque llenos de buena fe, para aliviar los problemas económicos de la época, en particular de la Hacienda. También se les llamaría «memorialistas» por sus frecuentes informes o memorandums. En el fondo eran aprendices de brujo en el complejo campo de las relaciones económicas y sociales, en el que actuaban intentando dar reglas morales de comportamiento y guías de actuación para la Corona.

Antonio Pulido http://www.twitter.com/@PsrA

De interés

Artículos Relacionados

Centro de preferencias de privacidad