jueves,18 agosto 2022
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Nadie podrá decir que no lo sabíamos

El Envés
Las asociaciones humanitarias no pueden ser "sucedáneos" para paliar las injusticias que es preciso subsanar en sus estructuras. Es de justicia reconocer cuanto de bueno, de justo y de eficaz se ha hecho hasta ahora en la beneficencia, la solidaridad, la justicia y la caridad por movimientos que han sembrado la historia de ejemplos impresionantes de entrega de sí mismos y de la creación de obras que testimonian la ejemplaridad de su conducta.

El trabajo de los voluntarios sociales no puede ser una "moda" para suplir la falta de convocatoria desde otras instancias políticas, sociales, o religiosas, ni para encubrir los errores, las injusticias y la explotación de los pobres por parte de los ricos, de los pueblos empobrecidos del Sur por los intereses económicos del Norte.

El voluntariado es un fenómeno sociológico que nace de una exigencia contra toda forma de discriminación y marginación por causa de raza, sexo, creencias, cultura, situación económica, edad o ideas políticas participando en algún proyecto de solidaridad dentro de alguna organización humanitaria de experiencia contrastada.

Es posible comprometerse ante el testimonio de personas corrientes que saben arañar unas horas de su tiempo para servir a los demás, sobre todo a los más necesitados, aquí "a la vuelta de la esquina", en nuestro entorno.

Las asociaciones humanitarias que han asumido su responsabilidad al servicio de los más débiles, no pueden erigirse en protagonistas de la acción social sino como cooperadores en esta tarea que nos compete a todos. Ni cabe un Estado providencia con pretensiones de regularlo todo ni es imaginable una sociedad utópica que camine al margen de las instituciones públicas con grupos de presión que trastornen el orden social querido por los ciudadanos.

Existen asociaciones que desarrollan proyectos sostenidos por voluntarios sociales que quieren trabajar con los más necesitados: desde ancianos hasta niños, desde enfermos terminales hasta reclusos, desde inmigrantes hasta presos, desde drogadictos hasta enfermos de sida, desde los que padecen algún tipo de discapacidad hasta los que la sociedad margina en cualquiera de sus formas.

Los mueve una solidaridad auténtica que trabaja en busca de la justicia y de la concordia, con plena gratuidad, sin buscar nada a cambio ni imponer ningún modelo de desarrollo o concepción de vida alguna que pueda desarraigarlos de sus tradiciones y de sus señas de identidad. Es la persona humana, en su comunidad y en su ambiente, lo que los mueve a servirles en su desarrollo personal y auténtico, integral y equilibrado.

Nadie podrá ya decir que no sabía cómo arrimar el hombro en una sociedad tan injusta y que no nos gusta.

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