jueves,18 agosto 2022
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Serafín González

«Nuestros salarios están pagados con los impuestos de los ciudadanos y tienen derecho a saber»

Redacción
A partir de la paja de cereales, Serafín González y su equipo en el Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia ensayan estrategias para proteger los suelos quemados por incendios. Una vez extinguidas las llamas, si se producen lluvias intensas la degradación puede ser aún peor, por eso hay que preservarlos, señala el investigador.

 ¿En qué consiste tu trabajo?

Nuestro grupo trabaja sobre conservación y recuperación de los suelos que por algún motivo están degradados. La degradación puede deberse a un manejo inadecuado, agrícola o forestal, o a causas de otro tipo, como los incendios forestales. En este ámbito llevamos trabajando desde 1990. Al principio estudiamos cuál es el impacto que tienen los incendioss sobre las características y propiedades de los suelos; después empezamos a investigar qué medidas se pueden adoptar en los suelos quemados. Tras el fuego, la degradación puede ser aún más fuerte si, por ejemplo, se dan lluvias intensas y no hay tiempo de que se recupere la vegetación. Esas precipitaciones pueden desencadenar procesos erosivos importantes que degradan aún más los suelos.

¿Qué variables del suelo se alteran?

La combustión provoca una pérdida de nutrientes directa, muy importante en el caso del carbono y del nitrógeno, que se pierden fácilmente. Y además cambia las propiedades del suelo, normalmente hay un incremento del pH y se altera la disponibilidad de muchos nutrientes. Generalmente los aumenta de manera transitoria, pero otras veces los disminuye. En cualquier caso, al cambiar su disponibilidad, altera la fertilidad del suelo, que tiene que ver con su capacidad productiva.

¿Y qué estrategias han desarrollado?

Si alguien se hace una herida en la mano o una pequeña quemadura, su reacción instintiva es ponerse una gasa o venda para protegerla, porque cualquier roce duele mucho más. Con el suelo quemado o ‘herido’ por un incendio no natural sucede lo mismo. Su protección frente al impacto de la lluvia, que arrastra los nutrientes por erosión, se puede conseguir de dos formas: si hay tiempo entre la producción del incendio y la llegada de lluvias intensas pueden sembrarse plantas herbáceas que tapizan el suelo.

¿Cuales son las ventajas?

La ventaja es que se trata de un método biológico y las plantas sembradas pueden multiplicarse, proporcionando una protección duradera. Pero cuando el intervalo es muy pequeño, no hay tiempo de que las plantas germinen y crezcan. Entonces la estrategia es imitar a la naturaleza. En las zonas en las que el incendio no ha sido muy severo, al cabo de varios días las hojas chamuscadas caen al suelo formando una alfombra que protege al suelo. Eso puede imitarse aplicando una cubierta, un acolchado de viruta, serrín o paja.

Estamos ensayando sobre todo con la paja de cereales: al ser fibras largas se entrelazan unas con otras y, al humedecerse, se adhieren sobre el suelo y lo protegen muy bien de la lluvia, incluso en zonas en las que caen hasta 3.000 litros de agua por metro cuadrado al año.

Así que la llegada de lluvias intensas es una variable fundamental.

Efectivamente. Si se producen justo después del incendio y no hay tiempo para que crezca la vegetación sembrada, ni tampoco para aplicar la paja, no hay casi nada que se pueda hacer y la degradación del suelo puede ser muy fuerte.

¿Los incendios no naturales son los más dañinos?

Claro, los incendios son un fenómeno natural, que puede desencadenarse en un momento de sequía o por un rayo. Esto sucede en ecosistemas como los mediterráneos e incluso en los atlánticos. Pero lo que está sucediendo en España y a nivel mundial es que el régimen de los incendios, es decir su frecuencia y severidad, no son naturales, sino que están alterados por la actividad humana, y eso puede generar una espiral de degradación. Si hay un incendio cada 50 o 70 años, el ecosistema puede recuperarse; pero si hay incendios causados por factores humanos cada 4 o 5 años, el ecosistema no es capaz de recuperar su fertilidad entre un fuego y el siguiente.

¿Hasta qué punto es posible prevenir los fuegos causados por el ser humano?

Es absolutamente imprescindible divulgar entre la población cuáles son los impactos que están provocando estos incendios no naturales sobre el ecosistema, pero también sobre la vida de las personas y sus bienes. Hoy disponemos de esa información y hay que aclarar a la ciudadanía que nos está costando una fortuna cada año extinguir los incendios forestales. Luego vienen las consecuencias ecológicas, económicas y también para la salud. Hay que evitar el uso reiterado del fuego como una herramienta agrícola o forestal.

¿Es posible un escenario de régimen cero de incendios provocados o en épocas de sequía esto es prácticamente imposible?

No me atrevería a decir que es imposible, pero hay que intentar que el régimen actual de incendios, que está dominado por la actividad humana, se acerque lo máximo posible al régimen natural. Si solo se produjeran incendios provocados por imprudencias o accidentes, incluso me parecería aceptable. Pero no lo es que en un país civilizado del siglo XXI siga habiendo muchos incendios provocados. Si consiguiéramos que solo hubiera incendios humanos por accidente, además de los naturales, sería un logro muy importante.

Recientemente Ecologistas en Acción ha pedido que se endurezca la normativa contra los incendios forestales y también el refuerzo de las labores de prevención durante todo el año, y no solo en el periodo estival. ¿Qué opina?

En los últimos años se han incrementado mucho los costes económicos y las partidas presupuestarias dedicadas a la extinción, y el problema no se ha resuelto. Hay que dedicar muchísimo más a prevención manteniendo esas funciones durante todo el año, pero sobre todo son necesarias inversiones productivas para que la gente en el medio rural vea que puede tener una calidad de vida y una fuente de ingresos adecuada manteniendo esos bosques y esa explotación tradicional. Hay que darle una alternativa socioeconómica a esa población, invertir más en prevención y disponer de una partida para los gastos de restauración en las situaciones posteriores a los incendios.

¿Cuáles son los efectos que tienen los incendios sobre la salud de las personas?

Las enormes masas de humo que se generan durante la combustión tienen muchas partículas parcialmente quemadas con sustancias que son peligrosas. Si las personas respiran ese humo, será perjudicial para su salud. Por otra parte, con la erosión que se produce después del incendio se arrastra una capa de cenizas hacia otros lugares, muchas veces a embalses que pueden ser de abastecimiento de agua potable.

Recientemente en un embalse de la provincia de Ourense, ubicado en una zona en la que no hay industrias, se hizo un análisis de los sedimentos y se detectaron unos niveles que multiplican por entre 25 y 50 los límites legales admitidos para sustancias tan peligrosas como el benzopireno, que es cancerígeno, mutagénico y bioacumulable. El origen de estas y otras sustancias que se encontraron parece ser la erosión de cenizas en la cuenca del embalse. La calidad del agua potable evidentemente tiene repercusiones para la salud de las poblaciones.

¿Qué más alteraciones causan los fuegos?

En primer lugar, la contaminación atmosférica puede llegar a ser muy intensa, afectando incluso al tráfico aéreo y a la salud de las personas, como ocurrió durante los incendios de Indonesia en 1997-98 y 2013. Otro efecto inmediato es que mueren animales y se quema la vegetación, pero también hay que recordar que durante las labores de extinción lamentablemente fallecen personas (del orden de 8 cada año en España). Y luego está, como ya he señalado, la contaminación de las aguas por las cenizas arrastradas y la pérdida de fertilidad de los suelos.

Aparte de los inmediatos, ¿cuáles serían los efectos indirectos de los incendios?

Esa pérdida de fertilidad puede mantenerse durante años y limitar la productividad o afectar a la biodiversidad. Por ejemplo, los anfibios y otros pequeños vertebrados con distancias de dispersión reducidas pueden tener dificultades para recolonizar zonas quemadas.

Ha señalado que sería necesario explicar más a la población cuál es el impacto de los incendios.

Siempre hay que divulgar el conocimiento. Nuestra investigación y salarios están pagados con los impuestos de los ciudadanos y ellos tienen derecho a saber para qué se está utilizando ese dinero y para qué sirve. Incluso cuando se trate de investigaciones básicas, deben saber que esos conocimientos pueden tener aplicaciones en otros ámbitos. Creo que es una de las obligaciones que tenemos los investigadores.

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