jueves,18 agosto 2022
Espacio euroiberoamericano de diálogo sobre la innovación social, profesional y académica
InicioOpiniónBlogsNueva economía, nueva medición
Internet Economy

Nueva economía, nueva medición

Futurolandia
Vivimos una economia rapidamente cambiante en su estructura productiva y en su entorno social, mientras tratamos de medirla con un enfoque de hace más de medio siglo, poniendo parches para cubrir los agujeros más evidentes. En la Economía de Internet y de la innovación tecnológica generalizada, un nuevo cuerpo exige ropa nueva. Hay que ir más allá del PIB como medida absoluta del bienestar económico

Nadie debiera negar la magnitud y la utilidad del esfuerzo estadístico realizado durante décadas para disponer de una Contabilidad Nacional realizada con normas estrictas y aceptadas a escala internacional. En sus entrañas se encuentra ese PIB que nos sirve de termómetro permanente de la salud económica.

Sigue teniendo validez la idea original de medir toda la producción de un país (o su equivalente en términos de demanda o rentas generadas). Todo empezó con las propuestas iniciales, en los años 30 del pasado siglo, de Simon Kuznetsk y Colin  Clark, completadas hacia 1940 por Keynes y transformada por Richard Stone, diez años más tarde, en una maqueta de cálculo del PIB adoptada, para todo tipo de países, por Naciones Unidas.

Desde entonces se han hecho mejoras importantes en la integración sectorial (Input-Output), espacial (Contabilidad Regional), social (Contabilidad Social y Cuentas Satélites); en la consideración  patrimonial además de la de flujos; en la rapidez en la disponibilidad de resultados (Contabilidad Trimestral y acortamiento de plazos); en la incorporación de actividades habitualmente ocultas (contrabando, drogas, prostitución, …); en la incorporación de la inversión en intangibles (software p.ej.); en la mejora de los deflactores utilizados (índices de precios permanentemente actualizados o corrección por cambios en calidad).

Sin embargo lo realizado no es suficiente para cerrar la brecha creciente entre lo que debiéramos medir y lo que realmente medimos. Porque el PIB (o cualquier sustituto que utilicemos) debería dar un diagnóstico preciso de la situación real de la economía, con todos los cambios que se suceden día a día en bienes y servicios físicos o digitales y facilitar una valoración del bienestar de la población.

A efectos de organizar la amplia discusión sobre limitaciones, posibilidades y opciones a futuro para mejorar o sustituir el PIB,  ya propuse seguir seguir tres etapas en mi post Del fetichismo del PIB, al PIB-plus y más allá:

  1. Errores y "fetichismo" del PIB
  2. Hacia un PIB-plus más integrador
  3. De PIB a"dashboard" del bienestar económico y social

En mi opinión, lo primero era reconocer los errores, tanto de interpretación como de cálculo, del PIB en su versión actual. No es un problema de especialistas, sino de conocimiento parcial de  muchos utilizadores de una medida de uso prácticamente universal que se ha transformado en un "fetiche", un ídolo de culto supersticioso, para seguidores del crecimiento económico.

He comprobado personalmente que una elevada proporción de utilizadores del PIB "creen" en una medida que suponen refleja con precisión la marcha de una economía. Cuándo comparten la información de que el PIB ha crecido en España el 3,2% , muchos no tienen claro si incluye o no la variación de precios, si es una media del periodo o el ritmo con que terminó año, qué tipo de actividades recoge, etc. Incluso he oído identificar PIB con una medida de la "riqueza"  acumulada de un país y no de la renta generada en un año. Pero, además, ese 3,2% es un dato que suponen exacto. La noticia de que se hubiese corregido en unas décimas de punto de porcentaje podría cambiar su valoración, más o menos optimista, sobre la situación de la economía o el juicio sobre la eficacia de la gestión económica del Gobierno.

Convendría que todos fuéramos conscientes de que el PIB es una "estimación" que sabemos conlleva un margen de error, por mucho que la realicen estadísticos competentes con normas precisas de cálculo acordadas, a escala internacional, por amplios comités de expertos. Desde el dato provisional que se publica unos dos meses después de finalizar el año, hasta dos o tres años después, cuando se dispone de una estimación final, ese 3,2% puede, fácilmente, bajar  o subir en el orden de medio punto o incluso superar un punto de porcentaje.

Según recoge el número de primeros de mayo de hace un año,de la revista The Economist ("GDP revisions. Rewriting history") un profesor de la University of Illinois ha localizado 18 diferentes respuestas a la pregunta de ¿cuanto ha crecido el PIB del Reino Unido en 1959?, que van desde un 2,7% dado en 1960 hasta un 4,7% reestimado en 2012. Naturalmente, en un periodo tan amplio, de más de 50 años, han cambiado criterios e información estadística de partida, pero es un ejemplo de la relatividad con que debemos tomar los datos de PIB.

Pero errores y desconocimiento aparte, debemos aceptar con The Economist ("The trouble with GDP") que  hoy día el PIB "no es un indicador fiable de la producción, aparte de ser una pobre medidas de la prosperidad". Desmontado el fetichismo nos queda buscar un PIB-plus más integrador y adaptado a la nueva economía del siglo XXI,  para pasar, después, a una medida más completa del bienestar humano.

El objetivo del PIB siempre ha sido calcular la producción neta (suma de valores añadidos para evitar duplicaciones) y pasar de valores nominales a su cómputo a precios constantes, es decir eliminado el efecto de la inflación. Este segundo paso siempre se ha enfrentado con un doble problema técnico: el del cambio estructural de los bienes producidos (es decir, su peso relativo en el PIB) y el del deflactor adecuado, que debe comparar cambios de precios a calidad constante.

Respecto al cambio estructural, se empezó con pesos que sólo se corregían después de cinco o diez años, para llegar al sistema actual de "índices encadenados" que se adapta año a año. El problema de comparar precios a calidad constante tiene mucha más difícil solución y es un punto crítico de presente y futuro. Cuando un producto físico tiene una calidad explícita y permanente, no hay problema de partida. Cuando el cambio de calidad es lento, pueden realizarse ajustes relativamente sencillos y con poco impacto en los resultados.

La situación se convierte en crítica cuando el cambio es rápido y no hay producto o servicio comparable, como es habitual en ciertos bienes (automóviles, ordenadores, televisores, servicios de telefonía, financieros,…). No se pueden comparar directamente precios de p.ej. dos ordenadores que responden a prestaciones distintas; pero el ordenador antiguo no existe ya (o está obsoleto). Posiblemente, el nuevo modelo costará incluso menos, pero con una calidad superior. Si se tuvieran en cuenta las mejoras los precios habrían caído incluso fuertemente y el cómputo a precios constantes de la producción del sector daría un mayor crecimiento a trasladar al PIB.

Ya he comentado la posibilidad (ya ensayada en algunos países) de utilizar precios hedónicos, corregidos por esas mejoras en las prestaciones de los productos. La preocupación viene ya de lejos y un economista de Yale University (Nordhaus) estimó que el precio de la luz se habría multiplicado por 100 entre 1800 y 1992 si el cálculo se realizase a igual intensidad de luz (por lúmen), lo que supondría una diferencia de precio de hasta un 3,6% en media anual.

También he comentado la posibilidad de introducir el capital intangible (I+D,bases de datos, mejoras organizativas…) junto al físico, así como dar un valor a los  bienes y servicios disponibles gratuitamente, en particular la creciente variedad de productos digitales (comunicación on-line, música, información, software, juegos…).

Estas propuestas para ampliar el contenido del PIB y pasar a un hipotético PIB-plus, chocan con algunas convenciones que han constituido la columna vertebral del cálculo del crecimiento de la economía de los países durante más de 80 años. En el centro, está la exigencia de valorar lo producido a partir de los precios de mercado, admitiendo sólo y excepcionalmente que los servicios de no mercado (en particular los suministrados por las AAPP) se valoren por su coste o por un precio de mercado alternativo (p.ej. el servicio de alojamiento de la vivienda en propiedad).

Las sugerencias de diversos economistas y estadísticos para valorar servicios gratuitos por el coste hipotético de producirlos (precios-sombra) o por el beneficio o excedente implícito para el consumidor,  plantean dificultades de fondo, más allá de la "contabilidad creativa" que supondría su implantación. En particular, exigiría acabar con la restricción de no contabilizar la auto-prestación de servicios del hogar (cocina, limpieza, atención sanitaria… ), para poder dar un valor al tiempo dedicado a los nuevos "servicios digitales del hogar".

Se ha estimado para EEUU (Brynjolfsson y Oh) que los hogares dedican semanalmente entre 3 y 6 horas de su tiempo libre, que valorado a precios de mercado podría suponer unos 2600$ por usuario y supondría elevar la tasa de crecimiento del PIB en unas 4 décimas de punto adicionales.

En Europa Occidental el tráfico en Internet ha aumentado a un ritmo del orden del 35% anual durante 2006-14. Suponiendo que los servicios hubieran crecido en forma similar, se ha estimado que el PIB del Reino Unido podría estar subestimado en 0,7 puntos de porcentaje en promedio anual

Personalmente, admito que introducir estas novedades en la estimación del PIB puede llevar a arbitrariedades y manipulaciones interesadas, hipótesis arriesgadas y caer en "pesar el aire". Pero no podemos dejar fuera de nuestra principal medida del crecimiento económico la creciente proporción de servicios suministrados por una nueva economía que incrementa el bienestar de las personas sin reflejo en los costes/precios  calculados con los procedimientos hasta ahora habituales.

Pero, por encima de todo lo anterior, es preciso aceptar que medir la producción de bienes y servicios de un país no equivale a medir su bienestar económico; por supuesto sin ir más allá, hasta su bienestar social en sentido amplio.

En particular valorar servicios producidos y consumidos en Internet por ciudadanos, empresas, administraciones públicas o instituciones sociales, plantea retos aún pendientes de una solución mínimamente aceptable con carácter general.

Tratar de vestir un cuerpo radicalmente nuevo y en cambio, con viejas ropas heredadas es un sinsentido que debemos tratar de remediar. Se trata de construir una estructura de medición de la economía adaptada  a los nuevos tiempos y eso exige otorgar a este objetivo una prioridad a escala internacional, más allá de los parches que venimos utilizando.

Antonio Pulido http://www.twitter.com/PsrA

De interés

Artículos Relacionados

Centro de preferencias de privacidad