Ante los desbarajustes sociales y económicos, producidos por un modelo de desarrollo que idolatra al mercado, muchos se preguntan si el caos no viene precedido por la decadencia de Occidente. Pero tal decadencia no existe, lo que ha dejado de existir es el Occidente como realidad, y aún como concepto.
No es nuevo el imperialismo económico que Estados Unidos trata de convertir en político con su retirada de los Tratados Internacionales y su violación de los derechos fundamentales para todos como sistema despreciando la soberanía de los Estados que condena como hostiles a su política de forma arbitraria.
Roma decayó moralmente cuando abandonó las instituciones republicanas para reforzar el poder del Imperator y ser más eficaces en la conquista del orbe. No fue extraño que la concepción teocrática del poder en que sucumbió el mensaje cristiano de la fraternidad universal, degradase las conquistas de la mente reflejadas en el derecho para equipararse a la política teocrática de los Califas para extender el Islam. Su concepción del mundo ha sido el paradigma de los halcones de Washington: concebían
El concepto de mundialización es tan antiguo como la razón de la fuerza sobre la fuerza de
El concepto de mundialización, en cada época se corresponde con su concepción del
Pero
Los auténticos sabios de las más grandes tradiciones coinciden en que el sentido del vivir es la plenitud de saberse universo en una gota de rocío. De ahí el
De ahí que el imperialismo que padecen miles de millones de seres, no aporte más novedad que los avances tecnológicos. La enajenación por el poder del tener sobre la conciencia de ser se anuncia como una implosión regeneradora, porque ha alcanzado la linde del no-retorno. Cuando se ha perdido el sentido de la vida y se entiende que no hay nada que perder, muchas personas se hacen bomba que camina y se arrojan en el terror como expresión de su protesta.
No es el desastroso imperialismo de los actuales sátrapas que acogotan a millones de personas con hambre, enfermedad, guerra, marginación, soledad y desarraigo lo que constituye la clave de esta bóveda que agobia. Es el nuevo concepto de Imperio como un magma de poder difuso cuyo centro está en todas partes, pero su circunferencia en ninguna.
Para quienes apostamos por otra mundialización alternativa, sostenida por una conciencia planetaria, se vislumbra la luz generadora de un nuevo amanecer, más humano, más justo y armonioso con la riqueza de convertir el tiempo en un espacio que definimos con nuestra presencia. De ahí que la ética mundial exija una nueva mentalidad, una conciencia planetaria que nos haga recuperar el sentido de las cosas, de las personas y de nosotros mismos.
José Carlos García Fajardo. Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS.