jueves,18 agosto 2022
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Otro instructor sin formación jurídica, al servicio de la casta Complutense

Juan Luis Galiacho
En mi artículo anterior, me ocupaba de María Isabel Colado Megía, la instructora de un expediente disciplinario que acabó, después de más de un año, en nada, lo que provocó el desprestigio de la instructora. Así es como el denominado «crespoaliato» -liderado por el coordinador de expedientes José Crespo Alía- utiliza a personas con formación jurídica en entredicho, pero que están dispuestas a quedar bien con el poder.

Mis investigaciones indican que José Crespo Alía, que recibe unos emolumentos superiores al Rector -como les ocurre a más de cien miembros de la Casta Complutense- propone al Inspector-Jefe de turno los nombres de instructores, después de que también haya profesores, PAS y alumnos que delatan a sus “enemigos”. Son la «materia prima» del «crespoaliato». En esta serie no me puedo ocupar a fondo de los delatores, pero invito a que otros profesores y PAS escriban sobre ellos, para que la comunidad universitaria los conozca. 

Y ahora paso a centrarme en el caso del instructor de un expediente que, como ya he titulado, no tiene formación jurídica solvente, pero se pone totalmente al servicio de la Casta Complutense. Su currículum no parece extraordinario. Primero fue Ingeniero Civil Aeronáutico en 1973. Diez años después, defendió su Tesis Doctoral en Historia. Llegó a Profesor Titular en 1986 y tardó más de veinte años en llegar a Catedrático (2009). Se trata de Víctor Manuel Fernández Martínez.

Fuentes de la Universidad Complutense indican que está entregado a la Casta Complutense desde hace años, ya que el Rectorado de Relaciones Institucionales y Cooperación le encargó la instalación del museo regional de Benishangul-Gumuz en Assosa, Etiopía, en 2005 y 2007. Este hecho no explica una relación tan estrecha con la Inspección de Servicios como la que mostró durante la tramitación del Expediente disciplinario Nº 103/2012.

En las entrevistas que he mantenido con el profesor al que incoaron el Expediente y con su abogado, los dos me han hecho constar la extrañeza que les causó el tuteo que el Secretario del Expediente, Carlos Aparicio Pérez empleaba en el trato con el instructor, Víctor Manuel Fernández Martínez. Es decir, desde el principio, Carlos Aparicio establecía la distinción entre el «nosotros» y el «ellos». Del Acto de Comparecencia salieron convencidos de que el desenlace del expediente disciplinario iba a ser negativo. Por eso, es muy importante que la Universidad Complutense grabe en video los encuentros entre todos los que toman parte en un expediente. Como ocurre en los juicios. Así sería posible analizar, de manera muy precisa, las intervenciones de cada parte e impugnar, si procediera, al instructor y al secretario. Ahora es posible interpretar con garantías el lenguaje verbal, el paralenguaje, el lenguaje corporal y la proxémica de quienes intervienen en un expediente.

Aunque ya lo he puesto por escrito en otro de mis artículos, conviene repetirlo: Carlos Aparicio Pérez, Asesor Técnico de la Inspección, está registrado en el Colegio de Abogados como ejerciente desde el 10/04/1989 y dispone de un Despacho con teléfonos. Su horario de citas es de 17:00 a 20:00. Pertenece a la Escala de Técnicos de Gestión de la UCM, Nivel 26, Asesor Técnico, jornada partida de mañana y plena disponibilidad horaria. Percibe retribuciones complementarias que incluyen complementos específico y de productividad y entre ambos superan presuntamente el límite del 30% del artículo 16.4 de la Ley de Incompatibilidades.

Es lógico pensar que las autoridades académicas al servicio de la Casta se dedican a conservar los grandes sueldos de los privilegiados y a inventarse, de vez en cuando, maniobras distractoras. Estoy convencido de que los Rectores Villapalos, Puyol, Berzosa y Carrillo van a aparecer en los libros de las Escuelas de Negocios españolas e internacionales como quienes crearon y favorecieron este costosísimo tinglado de la Casta, que representa una ruina para la Universidad Complutense.

Un instructor, contrario a la libertad de expresión

La extensión de este artículo puede parecer exagerado, pero me ha obligado a ello el desmontar, paso a paso, un expediente de 406 páginas.

Examinando los documentos del expediente citado, me llama la atención la pregunta nº 12, de las 15 que el instructor le hizo al expedientado en el Acta de Comparecencia:

12. En el título de su artículo en (nombre del diario digital donde apareció), de X de noviembre de 2012 aparece un (“y 3, por ahora”) y en el interior de este artículo indica que "no será la último vez que me ocupe de él". ¿Quiere dar a entender con ello que tiene intención de proseguir esta actividad con más artículos dirigidos al profesor X?

Víctor Manuel Fernández parece no querer darse cuenta de la importancia que tiene la libertad de expresión. Pregunta a otro colega si está dispuesto a escribir más artículos. Esa es una pregunta más propia de un servidor de los Gobiernos totalitario, que detestan el ejercicio libre de la crítica. Este servidor de la Casta Complutense ignora, por ejemplo, que los periodistas de investigación Drew Pearson y Jack Anderson escribieron “sólo” 400 columnas sobre los senadores Owen Brewster y Joseph Mac Carthy.

Víctor Manuel Fernández Martínez, un instructor al que gusta la denominada falacia pseudocientífica El lecho de Procusto.

Procusto era un bandido del Ática que se mostraba amable con cualquier viajero solitario al que se encontraba. Lo llevaba a su posada y le invitaba a que descansase en una en un lecho de hierro. Cuando el viajero se dormía, Procusto lo amordazaba y ataba a las cuatro esquinas del lecho. Si el cuerpo del viajero sobrepasaba la longitud de la cama, Procusto serraba las partes de su cuerpo que sobresalían: los pies y las manos o la cabeza. Si era de menor longitud de la cama, lo descoyuntaba a martillazos hasta estirarla.

Al final, Teseo derrotó a Procusto, aplicándole los mismos procedimientos que él había empleado con los viajeros solitarios.

Aunque diversos autores han explicado detalladamente la mencionada falacia, recomiendo la definición de Alfonso Aguiló, en www.interrogantes.net (consultada el 20-7-2014):

«Una cama de Procusto es un estándar arbitrario para el que se fuerza una conformidad exacta. Se aplica también a aquella falacia seudocientífica en la que se tratan de deformar los datos de la realidad para que se adapten a la hipótesis previa». 

Aplicado a la actualidad, los profesores se encuentran ante un instructor que presuntamente está dispuesto a cualquier acción para servir a la Casta Complutense. Todo indica que si José Crespo Alía decide inculpar a cualquier profesor o personal de Administración y Servicios, el acusado, inculpado, delatado o expedientado debe considerar que el «crespoaliato» no se detendrá ante nada para acumular acusaciones, que no pruebas.

Un instructor que parece emplear las mismas tácticas que Vishinsky y Mc Carthy

Víctor Manuel Fernández Martínez dirige todo su escrito a apoyar los puntos de vista del profesor delator, cuya causa han hecho suya José Crespo Alía y Carlos Aparicio.

A quien pueda sorprenderle relacionar las tácticas del Senador McCarthy con esta Resolución, hay que recordarle que las tácticas del senador norteamericano no eran exclusivas suyas. Según el novelista mexicano Carlos Fuentes, lo singular de la campaña anticomunista de Mac Carthy es que empleaba los mismos métodos de sus supuestos enemigos. Las purgas estalinistas de los años 30 son el modelo original de las purgas macartistas de los años 50. Y como el fiscal Vichinky en Moscú, Mac Carthy empleaba las mismas tácticas en Washington. «Víctor», el hombre de confianza de la Inspección y del Secretario Carlos Aparicio, el que llegó tan tarde a ser catedrático, puede inscribirse en el lugar del espectro político que él quiera, pero lo que evidencia su comportamiento es el autoritarismo en diversas manifestaciones.

La falacia del “lecho de Procusto” y los prejuicios ideológicos eran las prácticas favoritas del senador Joseph Mac Carthy, como queda demostrado en los libros de periodistas de investigación que estudiaron y combatieron al citado senador. Confessions of a Muckraker, de Jack Anderson (con James Boyd). Nueva York, Random House, 1979, y Drew Pearson, de Oliver Pilat (Harper’s Magazine Press, 1973).

«El “Caso nº 9 y su mujer habían sido miembros de organizaciones de fachada del Partido Comunista., un familiar había tenido un interés financiero en el Daily Worker… él había fracasado en conseguir el certificado de seguridad de un tribunal de lealtad cuando buscó un empleo en el Departamento de Estado en 1946. No hizo mención alguna de los hechos que equilibraban: que sólo estaban implicados dos frentes; que él afirmaba haberlos abandonado cuando se dio cuenta de su naturaleza; que también había asociaciones anticomunistas; que el “familiar” del Daily Worker era un tío abuelo, bastante remoto; que el “número 9” había obtenido posteriormente el certificado de seguridad. Yo esperaba claves que me asegurasen que McCarthy había conseguido información más allá de la nuestra que justificase la peor interpretación. Pero solo había una floritura retórica: “¿Y dónde piensan los senadores que está hoy ese hombre? Es ahora el escritor de discursos de la Casa Blanca” (Anderson, 1979, P. 221).»

Sustituyendo lo que para el Senador Mac Carthy era el caso nº 9, por lo que para la Propuesta de Resolución es el expediente disciplinario nº 103/2012, Fernández Martínez parece emplear las mismas prácticas. La única diferencia es como en las heridas: las hay de primer, segundo y tercer grado.

El «crespoaliato» puede dar motivo para la Literatura

Víctor Manuel Fernández Martínez puede escribir un texto sobre el humor y contradecirse enteramente cuando lleva sus ideas a la realidad. Sólo hay que comparar y contrastar el comportamiento de este hombre entre un artículo que publicó hace años- «Desenterrando la risa: una aproximación a la arqueología y el humor» (Complutum, 8, 1997: 335-368)- y lo que escribió como instructor. Si un lector de este artículo es aficionado a escribir teatro, aquí le ofrezco materia para varias escenas. De humor, por supuesto. Una de las principales fuentes de humor consiste en ver cómo un personaje se contradice a sí mismo. El «crespoaliato» puede dar motivo para la Literatura. ¿Por qué van a ser únicamente el Inspector-Jefe de turno y José Crespo Alía quienes gocen de la ironía dramática, es decir, de la superioridad que da el conocer información que otros desconocen?

Veamos algunos escritos de Víctor Manuel Fernández Martínez.

«… lo que me convenció del gran poder esclarecedor que la parodia y la ironía podrían tener en la escena teórica actual de la arqueología, simplemente superponiendo esas sanas actitudes a los grandes paradigmas en conflicto» (Fernández Martínez, 1997, P. 335).

«Posteriormente intenté analizar, ayudado por esas perspectivas teóricas, pero sin perder de vista el placer que proporcionan (figura l), aquellos textos y chistes, que había ido seleccionando según mi gusto personal durante estos años, más otros que algunas buenas amigas y amigos me facilitaron amablemente. El resultado de todo ello viene a continuación, y espero que les divierta» (Fernández Martínez, 1997, P. 336)

« Lyons (1994), que se ve a sí mismo como un artista especializado en "arqueología paródica" (mock archaeology), cree que la imitación burlesca puede promover una conciencia´ más crítica de la disciplina, y que es beneficiosa para el público y los profesionales porque ilustra (a la vez que desconstruye) la forma que tienen los museos, con su presentación elaborada y visual, de hacer creíble cualquier cosa, y corrige nuestra tendencia a ser "persuadidos por el estilo" y la forma de las cosas. Es, algo parecido a aquella definición del arte que dio Pícasso: 1a mentira que dice la verdad" (Ibid.). (Fernández Martínez, 1997, P. 357)

«La parcial revisión que aquí termina ha mostrado que la arqueología es, afortunadamente, un asunto mucho menos serio de lo que parece, a pesar de que su presentación pública suele ser, como dicen los ingleses, de "cara de orinal" (po faced). En la opinión de (P. 365 Simon James (1992), del Servicio de Educación del Museo Británico, que fue advertido por algunos conservadores del centro de su estilo poco serio al explicar las colecciones al público visitante, los arqueólogos solemos emplear un discurso afectado por el "Síndrome de las Lápidas de Piedra": historias rígidas y lineales sin sombra de duda, error o fisura, que ocultan cuidadosamente todos sus elementos humanos (Cf. Hodder 1989), con el fin de otorgarse artificialmente cierta dosis de autoridad científica y aparente infalibilidad, que no necesitan más que para ser espuriamente impuestas de forma autoritaria e in-contestable. El público destinatario de este discurso no es otro que la clase media y media alta, seria y bien educada, afectada de una reverente pero superfi¬cial admiración por todo lo que huela a CULTURA». (Fernández Martínez, 1997, P. 364)

«El humor, la risa y la irreverencia, por ser tal vez las armas más eficientes para transformar la realidad (Montiel 1998), son sin duda uno de los po¬sibles caminos de reforma de la situación anterior, como parte de un largo esfuerzo común para que la ciencia deje de ser un "discurso de poder" que toda¬vía justifica la opresión con el falso marchamo de la «verdad objetiva" y pase a ser un instrumento eman-cipador al servicio de toda la sociedad. En eso segui¬ríamos la opinión de Foucault (Tilley 1990: 292), quien por cierto lo primero que hacía al enfrentarse a un texto era reírse de él, al menos metafóricamente y muchas veces literalmente (Ibid.: 300)». (Fernández Martínez, 1997, P. 365)

¿Cuál podría ser, pues, la significación social del humor entre nosotros, la comunidad de arqueólogos? Si fuéramos humildes, quizá nos contentaríamos con pensar que se justifica solo con que nos haga pasar un buen rato, y sí filósofos, creeríamos que un baño de humor sobre todos tal vez nos haga más inteligentes, desprendidos y felices. Además de buenos, pues no hay que olvidar que en nuestro ima¬ginario occidental los villanos nunca han tenido sen¬tido del humor. (Fernández Martínez, 1997, P. 365)

Comentario: En el artículo, Víctor Manuel Fernández Martínez se apoya en Montiel, Foucault, Diane Clifford-González, Lyons, Simon James y Hodder, para sosener una concepción elevada del humor y muy útil para la vida social. En la Propuesta de Resolución el inculpado recibe un rechazo absoluto, aun habiendo publicado varios artículos sobre el humor y haber coordinado un número monográfico dedicado al tema. Un arqueólogo sí tiene derecho a esperar divertir al público lector. Un profesor de periodismo que escribe en un periódico digital, no. Así es Víctor Manuel Fernández Martínez.

«Por último, en la figura 19 se puede ver una crítica típicamente "forgiana" de la pedantería arqueológica, en un chiste inédito de nuestro más querido dibujante, y en las figuras 20 y 2 1, de Henry Hankey (t 985), diplomático británico casado con una arqueóloga para cuyo equipo realizó dibujos de materiales, se aportan algunas ideas sobre cómo animar un poco nuestras aburridas publicaciones». (P.356).

Comentario: ¿Es que sólo los arqueólogos escriben pedanterías? Porque cuando el inculpado señala alguna pedantería en los escritos del profesor delator, en la Propuesta de resolución recibe una sanción, de un mes, eso sí, pero sanción. El instructor Fernández Martínez, además, falsifica las declaraciones del inculpado. Entre diez falsificaciones, escojo dos ejemplos de cómo eleva una observación sobre un aspecto a toda una obra.

  • La obra del Prof. X es una "pedantería que produce rubor"
  • La obra del Prof. X es de una "pedantería risible"

Las actitudes humorísticas son también im¬portantes en el control de las disputas de las sociedades de pequeña escala. Uno de los ejemplos más conocidos son los duelos de canciones entre los Inuít de Groenlandia: tras una acusación, típicamente de un hombre a otro por haberle robado la esposa, los litigantes, acompañados de un tambor, se ridiculizan entre sí por turnos, ganando aquél que consiga arrancar mayores risas del "tríbunal" compuesto por la audiencia de todo el grupo (Harris 1981: 308 9). Corno parte del folklore de sociedades más complejas, el humor también puede ser un excelente indicador cultural, y su estudio proporcionar las claves interpretativas básicas (véase un ejemplo, en que el antropólogo cambió su tema inicial de estudio, la demografía, por las complejas variantes del humor andaluz, en Brandes» 1991). (Pp. 340-341)

Comentario: Si el humor vale para controlar las disputas de las sociedades de pequeña escala, ¿por qué no vale para una disputa entre una díada de profesores?

«Las razones para no preocuparse por las consecuencias de tal proceder son claras: los evaluadores no tienen tiempo para leer todo (aparte de que ellos mismos también son, muy probablemente, "blytonianos") y se sospecha con fundamento que el nú-mero de verdaderos lectores de nuestros artículos es casi infinitesimal». (Bahn 1989: 35). (Pág. 346)

Comentario: Desde luego, en la Propuesta de Resolución no aparecen bien evaluadas las explicaciones del profesor inculpado. Por otra parte, la afirmación en el artículo de que el número de verdaderos lectores de nuestros artículos es infinitesimal queda desmentida por la gran cantidad de descargas que tienen otros artículos que no son como el citado. Además, en la Propuesta de Resolución, Víctor Manuel Fernández Martínez considera una falta la difusión en diarios digitales, cuando prácticamente todos los diarios españoles tienen versión digital.

«Un ejemplo de crítica humorística a la arqueología nacionalista puede verse en uno de los capítulos de la hilarante obra, anónima y tal vez sólo aparentemente colectiva, dedicada por elementos de la Universidad de Santiago a un imaginario profesor, i Avelino Abelleira, que "da cabeza a os pés era portugues" (VV.AA. 1990).

 

Comentario: En el artículo, la crítica humorística de varios autores que acabo de presentar es vista como favorable. En la Propuesta, la crítica humorística del profesor inculpado recibe un enfoque enteramente negativo. ¿Cómo se atreve el profesor inculpado a decir que la obra del Prof. X es "una jeremíada"?

«En los primeros tiempos de la Nueva Arqueología, Lewis y Sally Binford (1966) escribieron un pequeño artículo satírico en contra de las interpre¬taciones que sobre el origen del Neolítico tenían los grandes nombres de la época (Braidwood, Adams), que casualmente eran sus superiores en la Universidad de Chicago. Tal vez por esa razón, y por los conflictos que entonces tenía Binford con esos y otros arqueólogos y antropólogos del departamento (Handler 1995: 185 7), el humor del escrito aparecía enmascarado por la habitual jerga científica, tan del gusto del autor, y aparentemente no fue apreciado por casi nadie (Renfrew 1987: 687)». (P. 348)

Comentario: En el artículo, está muy bien que dos arqueólogos escriban un pequeño artículo satírico, que tengan conflictos con otros arqueólogos y que utilicen la habitual jerga científica. En la Propuesta sancionadora, el profesor inculpado recibe una condena por satirizar la jerga pseuodocientífica del profesor delator.

Víctor Manuel Fernández Martínez y la «tibetización de España»

«Leyendo el título del panfleto recién citado (Binclarke 1970), se aprecia donde residía la clave de este primer humor "teórico": al igual que en los dibujos del Doctor Franz de Copenhague publicados en el TBO o en los más recientes chistes ´Forgendros" de Forges, es fácil hacer reír imitando un lenguaje científico con artilugios o palabras inventadas que recuerden las originales. El lector aprecia entonces que si éstas no tienen ningún sentido, entonces las verdaderas podrían no tenerlo tampoco, y de repente todo su prestigio y poder caen por los suelos, y la expectativa que despiertan se derrumba. Así, la búsqueda “logogenética" de Binclarke se complementa con la aproximación "Iógico deducto analogístico yacimiento formativa" de Prewpaw siguiendo a Binderf, inventor del "Excesualismo"; el "Nihilismo Estructural", el "Post excesualismo" y la "Simple Inacción" de Ivan Hyper; la "Arqueología Práctica Antisintáctica" y el "Guanol ítico de Fred Nedd, y la "Arqueología Banal" de Nelson Shiver (Gifford Gonzalez 1992). En este mismo trabajo aparece también citado un texto de Dierdre Glibford (“Una sistematización compleja de conceptos simples sobre formación de los yacimientos") que demuestra que el humor bien entendido empieza por uno mismo. (P. 348)
La búsqueda sistemática de nuevas palabras, que a veces designaban conceptos viejos, fue justamente criticada por aparentar una renovación que en muchas ocasiones era sólo superficial, Así, en el poema "Un arqueólogo moderno" (Roe y Watson 1986), éste se define a sí mismo como "geoetnoarqucoeco-nomobiólogo con 17 títulos de 15 universidades diferentes., y termina diciendo: "he contratado a un tafónomo y despedido a mi tipólogo / soy el modelo exacto del moderno arqueólogo . También la excesiva labor teórica y el menosprecio del trabajo de campo fueron criticados por los arqueólogos "sucios" y más pegados al terreno: en la parábola antes citada de Flannery (1982), el "filósofo recién nacido" advierte que es mejor proponer las leyes (ser un "productor") para que las comprueben los demás ("consumidores") y que él no necesita romper el suelo periódicamente para reafirmar su condición de arqueólogo, a lo que el personaje "de los viejos tiempos" responde: "creo que acabo de oír a 10.000 yacimientos arqueológicos exhalar un suspiro de alivio". En la misma historia, poco antes de que el avión aterrice, el filósofo y el "chico de los setenta" intentan aprovechar el viaje estudiando la basura que recoge la azafata (comparando la de las clases primera y turista, por supuesto), para publicar un interesante artículo que complete, en los tiempos de las comunicaciones y la globalidad, el famoso estudio sobre residuos urbanos realizado en Tucson por W. Rathje (1974). (P. 348-349).

 

«Resulta curioso que con el paso del tiempo haya sido la Nueva Arqueología, luego llamada Procesual, la puesta en solfa, en muchas ocasiones, precisamente por sus pretensiones de lenguaje científico, y Binford uno de sus representantes más atacados, a veces simulando su estilo bajo una firma apócrifa que recuerda su nombre: Lovis R, Binderf (Gifford Gonzalez 1992), Lovis R. Funb¡rd (Gifford Gonzalez s. a.), Lewis R. Brimfull, "rebosante" (Brirrifull 1963), o combinado con otro de los nombres sagrados de los comienzos de la tendencia: Lewis D.L. Hinclarke (1970)». (P. 349)

 

«Las teorías, como cualquier tipo de discurso, se distinguen por los términos que emplean, y no hay duda de que los cambios y revoluciones científicas implican siempre un cambio en el lenguaje. Este hecho puede ser aprovechado por el lector hábil de textos arqueológicos para conocer fácilmente y a priori la tendencia teórica de cualquier publicación, según las palabras que emplea en su mismo título. Así, los nuevos arqueólogos, luego procesuales, usaban profusamente términos como Modelo, Sistema, Paradigma, Deductivo, Ecología, Medio Ambiente, Paisaje, Territorio, Subsistencia, Estrategia, Comportamiento, Complejidad, Optimízación, Evolución, Proceso, Equilibrio (Isostático), Demografía y Teoría. Pero los tiempos cambian, y ahora no hay manera de que te acepten un trabajo para un congreso anglo si no escoges alguno de estos: Reflexivídad, Construcción, Reconstrucción, Desconstrucción, Negociación, Renegociación, Género, Rol, Identidad, Discurso, Texto, Simbolismo, Ideología, Poder, Estructura, Contextual, Dialéctica, Acción, Práctica, Hermenéutica, Individuo y Teoría Social. Hace unos años se publicaron en Antiquity varios "generadores de galimatías" automáticos, que invitaban a escoger, manualmente o mediante un programa de ordenador, varios números al azar, cada uno de ellos correspondiente a un término teórico (una de las listas empezaba por: cíclico, incipiente, socio , multidimensional, parámetro, dendrítico, red, jerárquico, etc.) y así poder construir frases y dominar sin esfuerzo la teoría arqueológica (Chippindale 1990: 10 11; ver un sistema parecido en la teoría de la insaculación" de Caro Baroja, 1978: 209)». (Pp. 352-353)

 

«También se pueden colocar en este apartado de las parodias teóricas algunas afirmaciones jocosas sobre las excavaciones arqueológicas. Este tema podría dar mucho de sí debido a las numerosas anécdotas que existen sobre situaciones reales del trabajo de campo, como los errores y manías de los arqueólogos, bromas, falsificaciones, comentarios de los visitantes, conflictos con los lugareños, etc., pero lo publicado al respecto, incluso en medios más abiertos ~como el angloamericano que aquí estoy siguiendo en lo esencial, parece ser sorprendentemente escaso o, más probablemente, está escondido en algunos apartados de largas memorias que "no se las salta un gi¬tano" (como una simpática anécdota sobre las aves que la expedición americana en el desierto egipcio usaba como reserva alimenticia, recogida en el prólo-go de Wendorf y Schild 1980)». (P. 355)

Comentario: En estos últimos textos del artículo tantas veces citado, Víctor Manuel Fernández Martínez muestra elementos que el Profesor inculpado ha satirizado en los artículos del delator. Sin embargo, en la Propuesta de Resolución, no aparecen para nada. Da la impresión de que esta Propuesta representa lo que Ortega y Gasset llamaba la «tibetización de España». Los extranjeros pueden opinar lo que quieran; los españoles, no.

Que juzguen los nuevos investigadores después de conocer las tácticas que emplea. Rechazó la comparecencia de un experto, que había estudiado más de trescientos expedientes disciplinarios, para dar una calificación jurídica de garantías. Y también, de tres testigos que propuso el profesor expedientado.

El desenlace de un Expediente, contrario a Víctor Manuel Fernández Martínez y al «crespoaliato»

Una Magistrada-Jueza de Madrid del Juzgado 15 de lo Social de Madrid, Dña Ana Fernández Valentí, en Sentencia emitida el 19 de Mayo de 2014, ha puesto en claro que el «crespoaliato», el instructor, Víctor Manuel Fernández Martínez y, por supuesto, el profesor delator, no defienden la libertad de expresión.

« SEGUNDO: Conforme dispone el Artículo 114 de la Ley de Jurisdicción Social (LJS) la demandada (UCM, añado) ha de probar la realidad de los hechos imputados en su gravedad.

Sobre los hechos, la parte actora (el profesor universitario) no discute que publicó los artículos y con el contenido que se indica en la resolución sancionadora, limitándose a los términos del debate a decidir si dichas publicaciones son constitutivas del incumplimiento contractual imputado al demandante, es decir, si suponen una falta de consideración con los compañeros o subordinados.

El actor contrapone su derecho a la libertad de expresión, proclamado en el artículo 20.1. a) de la Constitución.

Se hace pues necesario comenzar indicando que como bien se indica en la resolución recurrida, el derecho a la libertad de expresión que es más amplio que el derecho a comunicar información  tiene por objeto la libre expresión de pensamientos, ideas y opiniones, teniendo como límite la utilización de frases y expresiones indudablemente ultrajantes u ofensivas y gratuitas o sin relación con las ideas y opiniones, luego innecesarias a este propósito.

También la doctrina constitucional como jurisprudencia que con profusión se ocupan de esta materia, es decir, la naturaleza y límites del derecho a la libertad de expresión, viene ya enseñando que esa libertad de expresión incluye el derecho a la crítica aun cuando la misma sea desabrida o pueda molestar, inquietar o disgustar a quien la recibe. En definitiva, la libertad de expresión tiene como límite el insulto que, como ya es frase acuñada por esa doctrina no está reconocido en la Constitucional, al ser incompatible con la norma fundamental y con la dignidad de la persona.

Dicho lo anterior se hace preciso analizar los textos de los que es autor el demandante, para comprobar si en los mismos el derecho a la crítica ha excedido esos límites. Y lo cierto es, contra de lo que se afirma en la resolución recurrida, es que esos textos, aunque efectivamente traslucen una crítica a la labor profesional del profesor X (el delator) y/o a unos determinados escritos de los que es autor, no traspasan los límites referidos pues no hay en los que ahora se enjuician expresiones ultrajantes, ofensivas, peyorativas o insultantes. Hay, si, una opinión crítica, mas ello encaja en ese derecho a la libertad de expresión, no llegando a la ofensa personal o al insulto, único supuesto en el que hubiera resultado de aplicación la falta imputada.

Por lo tanto, y conforme al artículo 115.1.b) LSJ, esta sanción ha de ser revocada, con condena al demandado al pago de los salarios que no le hayan sido abonados al actor como consecuencia del cumplimiento de la sanción».

El profesor Víctor Manuel Fernández Martínez debe meditar la frase de Gabriel Marcel: «Quien no vive como piensa, acaba pensando como vive». Esto es lo que les puede ocurrir a quienes colaboran con el denominado «crespoaliato».

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