viernes,19 agosto 2022
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Es posible la esperanza

El Envés
Regresamos a los quehaceres de cada día. El duelo sigue su elaboración y altibajos... pero ya es tiempo de retomar mis tareas, compromisos, cooperación... y sobre todo.... compartir los saberes. Esa es la misión de la universidad con toda la sociedad. Como decimos, los RDM: nosotros... seguimos


Conocemos a algunos de los culpables de la pobreza que afecta a 3.00 millones de personas y que mata cada día a decenas de miles de seres humanos en todo el mundo, denuncia Federico Mayor Zaragoza. Aunque no sea reiteración nombrar como responsables a las multinacionales, a los bancos o a la Organización Mundial de Comercio, es fundamental observar las complicidades que se producen en la sociedad civil. Hablemos de los pasivos, los acomodaticios, los resignados, los indiferentes, los que hacen de su pesimismo la excusa para anquilosarse en su egoísmo. Denunciemos a los que toleran la injusticia, la desigualdad y la pobreza como si fuera una enfermedad incurable; a los que afirman que "No se puede hacer nada". Hay personas que no han utilizado nunca su voz, su protesta y su esfuerzo en añadir un solo peldaño en la arquitectura mundial de la solidaridad. El antiguo Director General de la UNESCO ha afirmado que hay que vencer a los "irremedistas" porque "son siempre los que han facilitado la opresión, las injusticias y la barbarie" y desafía a los "intelectuales silenciosos" a que hagan frente a las desigualdades sociales. También el Nobel de literatura alemán Günter Grass sostiene que "podemos perder el compromiso por culpa de la indiferencia". Eduardo Galeano afirmaba que nos paralizamos porque "estamos demasiado acostumbrados a aceptar la injusticia". La transformación comienza en las mentes de los ciudadanos, en creernos nuestra potencialidad. Y de este desafío parte la subversión invisible, callada, cadenciosa, de la sociedad civil.

La sociedad civil es más que una idea, es un movimiento y un despertar de las personas que se sienten interpeladas ante la desigualdad. Se trata de participar en movimientos organizados con objetivos muy diversos: el voluntariado, tanto social como de medio ambiente y cultural; los grupos de mujeres, las organizaciones de promoción de la salud, la educación y el desarrollo, las micro empresas, las cooperativas, los sindicatos, las asociaciones de vecinos, y toda una gama infinita de maneras de agruparse las personas para expresar sus opiniones y participar en acciones concretas que mejoren el bienestar de los pueblos, en lucha por una sociedad más justa y solidaria para todos. Rafael Díaz Salazar, profesor de Sociología dice "Sólo puede frenarse el avance de la desigualdad con una contracultura ciudadana alternativa… Sólo una contracultura de la solidaridad internacional podrá activar la presión ciudadana para impulsar políticas de redistribución internacional de la riqueza. La contracultura ciudadana está taponada por el imperio del individualismo”. Señala cuatro objetivos de la sociedad: generar ideales colectivos altruistas, formar el hombre-mundo frente al hombre-patria, adiestrar en la práctica de virtudes públicas e insertar a las personas en asociaciones y movimientos de participación social.

"Dejemos el pesimismo para tiempos mejores", alertaba una pintura en una calle de Montevideo. Sin voluntad, sin compromiso, sin esperanza, no podremos avanzar en esta lucha que se ha intensificado en el siglo veinte: nunca antes como ahora ha habido tantas desigualdades entre los seres humanos. Nadie sobra en este proyecto en el que cada día hay que inventar el futuro.

La pobreza y la marginación no son naturales. Ninguna de las personas de los países ricos podría pasarse sin las materias primas y las aportaciones que los pueblos del Sur tienen que hacer a la fuerza para que los ciudadanos del Norte podamos mantener el nivel de consumo y despilfarro, al que denominamos vida.

Algo no puede ir bien cuando la vida se transforma en espera, muchas veces sin esperanza.

¿Y el placer de crear, de participar, de saberse responsable solidario? El placer infinito de saborear los silencios y de salir al encuentro de quienes tienden sus manos hacia nosotros para escucharlos con atención, porque los encuentros sólo se producen una vez en la vida? La gota de agua que se sabe océano, la persona que se sabe humanidad y, por lo tanto, necesaria, tiene una actitud radicalmente distinta a la de las gentes manipuladas por el consumismo, las prisas y el miedo. Es preocupante el constatar cómo la historia de los pueblos del Sur, sus tradiciones culturales y religiosas enriquecedoras por lo diversas, su realidad vivida y sufrida, no tenga cabida en la actualidad de los medios de comunicación.

Para ello es preciso mantener más de veinte guerras vivas que consuman armas y municiones y que destrocen lo suficiente para así tener que conceder al Sur empréstitos como "fondos de ayuda al desarrollo" para su reconstrucción. Es preciso que más de tres mil millones de personas continúen en el umbral de la pobreza sin acceso a los alimentos necesarios, a los cuidados sanitarios primordiales y a una educación elemental para bastarse a sí mismo. Es preciso contaminar la Tierra y todo el medio ambiente del que formamos parte substantiva… haciendo de muchos pueblos pobres los cementerios de los residuos nucleares de las centrales del Norte. Es preciso que millones de niños menores de 14 años trabajen explotados, que centenares de menores tengan que ser prostituidos. Es preciso sostener nueve personas en uniforme militar por cada uno con bata blanca… o por medio maestro. Es preciso mantener sembrados con las minas de la muerte campos que antes servían para la labranza. Es preciso que cada minuto se gasten dos millones de dólares en armamento y que cada hora se mueran 1.500 niños de hambre o de enfermedades causadas por ésta. ¿Es preciso que cada mes el sistema económico mundial añada 85.000 millones de dólares a la deuda del billón y medio que grava a los pueblos del Sur?

Pero, junto al grito de protesta, las adecuadas propuestas para compartir solidariamente la justicia de la causa de los pueblos del Sur y de muchos ciudadanos empobrecidos del Norte. La pobreza y la marginación no son naturales, sino consecuencia de la desigualdad injusta. Frente a este sistema de producción alienante se alza la solidaridad que es radical porque va a las raíces de la injusticia que domina las estructuras imperantes.

Un Informe del PNUD afirmaba hace más de dos décadas que “nunca la humanidad ha dispuesto de tantos recursos para eliminar la pobreza” y da estimación del costo adicional para garantizar servicios sociales básicos en todos los países empobrecidos: Para que todos accedieran a la Enseñanza Básica se necesitarían 9.000 millones de dólares al año, durante una década. Salud reproductiva para todas las mujeres, 12.000 millones. Salud y nutrición básica de todos los seres, 13.000 millones. Para que todas las personas tuvieran agua limpia e instalaciones de saneamiento, 9.000 millones. Suman 40.000 millones de dólares al año que, durante una década, serían unos 400.000 millones de dólares. No asustarse, es lo que cada año los bancos blanquean del narcotráfico y la mitad del gasto mundial en armamento.

Erradicar el hambre y cuidar la salud básica de todos se ha demostrado posible e inaplazable porque la vida sobre el planeta corre peligro. Si no por justicia, al menos por interés se impone la cooperación. Algo va mal cuando se mantienen 34 guerras, EEUU e Inglaterra bombardean poblaciones civiles en Iraq, el mundo libre tolera que Israel extermine al pueblo palestino y asistimos a la terrible masacre en Oriente Medio, y hasta en la antigua colonia de Hong Kong.

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