jueves,18 agosto 2022
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Juan Moreno Klemming, investigador de aves en el CSIC

«Sin selección sexual el mundo sería bastante más gris»

Redacción
Con el único objetivo de ligar y reproducirse, las aves se exhiben, cortejan y compiten con estrategias de lo más inverosímiles; y hay científicos, como Juan Moreno Klemming, que son expertos en el tema. Pero el atractivo sexual no siempre las beneficia: cuanto mayor es su belleza, más probabilidades tienen de acabar con sus plumas en un sombrero, lo que favorece su extinción. Lo ha explicado en el Congreso Español de Ornitología, organizado estos días en Madrid por SEO/BirdLife.

 La selección sexual provoca comportamientos bastante curiosos entre las aves…

Buena parte de lo que nos resulta atractivo en las aves, y en los animales en general, es producto de este tipo de selección. En mis estudios, yo he abordado las conductas de cortejo, los cantos y la exhibición de colores y estructuras espectaculares para aparearse. No cabe duda que sin selección sexual el mundo que nos rodea sería bastante más gris y anodino.

¿Cuál de todas las especies destacaría por su actitud?

El ejemplo quizás más llamativo es el cortejo de las aves del paraíso, o las elaboradas pérgolas de los llamados pájaros pergoleros de Nueva Guinea.

¿La selección sexual también tiene que ver con la poligamia o la promiscuidad?

Sí. Se ha comprobado que en muchas especies, es más eficaz atraer a más hembras que ayudar a una sola a cuidar de la prole.

¿Cómo se comportan las aves polígamas?

Muchos machos que viven en pareja para cuidar de la prole consiguen descendencia en otros nidos apareándose con sus hembras. Y, en algunas especies, las hembras prefieren compartir un macho exitoso que mantener relaciones monógamas con machos menos atractivos. El caso más extremo es de especies como los urogallos o avutardas, en que los machos atraen a las hembras a arenas de cortejo y ya no colaboran para nada en el cuidado de la descendencia.

¿Tienen así mayor éxito reproductivo?

Con estudios de ADN, podemos identificar a los hijos de distintos machos y comprobar las enormes diferencias en el éxito reproductivo de sus padres. La selección sexual promueve hembras selectivas y machos con tendencias más o menos intensas a la promiscuidad. Pero hay otras formas de selección natural que contrarrestan la fuerza de la sexual y favorecen aspectos menos competitivos en la naturaleza.

¿Como cuáles?

Por ejemplo, hay formas de selección que favorecen la capacidad para evitar ser depredado, la de obtener alimento eficazmente, o sacar adelante a la descendencia, y que contrarrestan a la sexual.

¿Pero por qué ese empeño de los machos por aparearse con cuantas más hembras, mejor?

La competencia sexual masculina se basa en una asimetría básica que proviene de los orígenes evolutivos de la vida pluricelular: la desigualdad entre gametos grandes cargados de recursos y gametos pequeños y móviles. Los productores de gametos pequeños –que, por definición, llamamos machos– tienen en cada momento un potencial reproductivo inmenso comparado con los productores de gametos grandes, que llamamos hembras. Esta enorme discrepancia en potencial reproductivo entre sexos es la que promueve la selección sexual.

¿Los machos invierten menos que las hembras para reproducirse?

No es que los machos inviertan menos que las hembras, sino que, al invertir en la producción de millones de gametos minúsculos, podrían en teoría fecundar a millones de hembras. El intento por alcanzar ese potencial en competencia con los demás machos es la fuerza motriz de la selección sexual. Muchos machos no llegan a obtener ningún éxito reproductor, mientras otros tienen un éxito elevado. Así se expresa la selección sexual.

¿Cómo saben las aves hembras qué machos tienen mayor capacidad para la cría o mejor estado de salud?

Las hembras seleccionan señales honestas, pero también la propia rivalidad entre machos descubre pronto a los simuladores. Es muy difícil engañar a la vez a las hembras y a los rivales. Es, por ello, que la señalización de los machos refleja la calidad intrínseca del individuo, lo que llamamos ‘honestidad de las señales’.

Cada vez existe más consenso científico en que las aves proceden evolutivamente de los dinosaurios. ¿En ellos las plumas también eran un arma de seducción?

Se descubren cada poco tiempo fósiles de dinosaurios emplumados, pero las plumas que portaban no han podido servir en ningún caso para el vuelo. La conclusión es que fueron ornamentos de los dinosaurios favorecidos por selección sexual, que posteriormente en las aves sirvieron para el planeo y luego para el vuelo batido. El origen de las plumas estaría, según esta idea cada vez más extendida entre los científicos, en la selección sexual.

Pero no todo es positivo en la selección sexual. Favorece la extinción de las especies…

Favorece rasgos exagerados que no ayudan a la supervivencia. Por ejemplo, la cola del pavo real, o la agregación de machos en lugares de cortejo expuestos a los depredadores. La selección sexual implica un despilfarro de recursos si solo atendemos a la capacidad de buscar alimento, evitar ser depredados o atraer a parásitos. El hecho de que cuanto más selectivas sean las hembras, más dificultad tendrán para encontrar a la pareja adecuada, tampoco favorece la supervivencia de poblaciones pequeñas o dispersas. Muchos machos nunca se reproducen y en poblaciones pequeñas muchas hembras tardan demasiado en encontrar pareja.

Las hembras exigentes los prefieren atractivos, pero ¿ser muy llamativos siempre les viene bien a los machos?

En el pasado y ahora mismo, los ornamentos atractivos del plumaje han supuesto una mayor explotación humana para adorno o mascota. Por ejemplo, en una fiesta ritual en los poblados de Nueva Guinea, se puede contemplar en los tocados de los asistentes las plumas ornamentales de miles de machos de aves del paraíso. La selección sexual es una forma de especialización, y la especialización en el largo plazo evolutivo tiende a favorecer la extinción.

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