viernes,19 agosto 2022
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Sinceridad

Goliardos s.XXI
En este largo periodo electoral a los políticos nos les queda más remedio que quitarse la careta, y de vez en cuando ir mostrando su verdadero rostro y ser sinceros. Pero la sinceridad, en muchos casos, tiene mala imagen. Para comprobarlo sólo hace falta repasar los pensamientos que sobre ella se han formulado a lo largo de la historia. Fedro el fabulista latino decía en su Fábulae IV que "la sinceridad suele acarrear daño".

Profundizando más aún en esta idea, en el Sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín, se incluía un párrafo que reflejaba esa falta de moral que anulaba cualquier reflejo de sinceridad: “Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarle a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación. Las juzgan honestas una vez las ven instruidas en el arte de callar y mentir. Se obstinan en que ni el temperamento, ni la edad, ni el genio han de tener influencia en sus inclinaciones, o que en que la voluntad ha de torcerse al capricho de quien las gobierna. Todo se permite menos la sinceridad”. Descripción que recoge lo que podrían ser los principios de la educación de los políticos.

El Cardenal Armand du Plessis, conocido como Richelieu, afirmaba que “el disimulo es la ciencia de los Reyes”; nosotros ahora podemos afirmar que, por desgracia, es la ciencia de los políticos, que se ha convertido en vicio, y que además consigue sus efectos electorales. Como decía Cicerón: “Nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por la verdad”.

Parece ser que a los políticos les da miedo explicar la verdad sobre los comportamientos económicos y los intereses políticos que defienden, olvidándose de que se puede ser sincero, pero no imparcial. ¡Claro está, mientras que esa imparcialidad no perjudique a los más necesitados!

Qué razón tenía Maquiavelo cuando nos descubrió que los hombres hacen, y no lo que deberían hacer, ya que los que pueden hacer están sujetos, en la mayoría de los casos están triplemente sometidos al poder real, a la fama y a los negocios. No debemos olvidar que la fama es para los políticos una necesidad electoral, y que por ello, están sujetos a los designios de las técnicas electorales y la manipulación social.

Esa necesidad de “despertar simpatías y credibilidad” es lo que hace que mientan. Por ejemplo, el no explicar la necesidad de intervenir en la guerra contra el Estado Islámico, que a fin de cuentas sería un mal menor que evitará males muchos mayores. Como decía  Cervantes en su novela Persiles y Segismunda: “Los males comunicados, si no alcanzan sanidad, alcanzan alivio”

Quizás sea cierto que descubrir la verdad sobre el Estado Islámico puede traer consecuencias negativas, que siempre serán previsibles, pero lo peor es ocultar el peligro de esta nueva guerra mundial en la que estamos inmersos, y de la que nosotros los españoles ya hemos sido víctimas en varias ocasiones. Es mucho peor alejar a la sociedad de sus dirigentes, de sus problemas, de una visión más profunda del orden mundial.

¡Por cierto! aunque sea un planteamiento en este artículo colateral, ya me gustaría saber cómo solucionarán los catalanes su conflicto y si alcanzarán su independencia! ¿Podrían pactar con el EI y convertirse al islamismo? ¡Sinceridad señores para no divagar entre extremos!

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