viernes,19 agosto 2022
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Sólo se que no se nada. Soy un economista

Futurolandia
Frecuentemente he utilizado chistes y dichos sobre economistas de la sabiduría popular. En mi despacho tengo una viñeta dedicada de Forges que reza: "Sólo se que no se nada. Soy un economista".

 Por tanto, no me cuesta reconocer la parte de verdad que tienen ciertos tópicos, como que "los economistas son mejores explicando el pasado que anticipando el futuro" o  que "primero predicen y después explican con detalle por qué se han equivocado en la predicción". Más aún: en clases y conferencias  he empezado por avisar que sólo los muy ingenuos pueden creerse, de inicio, las predicciones económicas.

Emilio Ontiveros hizo, hace unos días, en Revista de Libros, una magnífica revisión de la última publicación  de Jeff Madrick, "Seven bad ideas: How mainstream economist have damaged America and the World".

Madrick es periodista, profesor y conocido crítico de la visión tradicional de una gran mayoría de economistas académicos en EEUU. Entre las siete "malas ideas" que denuncia están la economía de la austeridad, la obsesión por limitar el poder de los gobiernos o por la baja inflación como objetivo prioritario, la  globalización , el olvido de las burbujas especulativas y la aceptación de la eficiencia de los mercados.

Como consecuencia de los errores de diagnóstico de sus teorías predominantes, los economistas han mostrado, según Madrick, su incapacidad para prever la última crisis y para gestionar correctamente la rápida salida de la misma. De esta forma, la profesión de los economistas, especialmente los académicos, se han ganado a pulso la desafección y el escepticismo sobre sus diagnósticos y terapias.Incluso se ha criticado la "dureza" de una ciencia económica con aires de grandeza, frente a otras ciencias sociales más humildes respecto a la validez de sus logros.

De la recensión que del libro hace Ontiveros, me centraré en el apartado que dedica a "La predicción de la crisis". Sus comentarios son todo lo duros que se merecen los errores de predicción, pero todo lo ponderados que exige un juicio sobre la compleja labor de  anticipación del futuro de los economistas.

Comparto, con matices que después comentaré, su diagnóstico de que "nadie vio venir la crisis". También la idea de que no es el mejor criterio para evaluar la eficacia de la profesión de economista, hacerlo por la capacidad de acertar en sus previsiones. La predicción no es todo, ni siquiera la tarea principal, de lo que hacen los economistas.

Mi punto de partida es que en Economía no hay leyes rígidas de validez general, sino acercamientos a explicar una compleja realidad cambiante, en que intervienen múltiples decisores y dónde confluyen realidades, sentimientos y expectativas. Aquellos que pidan a un economista la rotundidad de un físico sobre el comportamiento de un fenómeno, se han equivocado de terreno. Creo que los economistas nos parecemos más a los médicos en sus diagnósticos y terapias. "parece que tiene usted …y probaremos con…". ¿Conoces algún médico que haga predicciones cuantitativas más allá de "podría ocurrir…pero todo depende de…"?

Posiblemente los economistas metidos en labores de expectativas de futuro, debiéramos incluir explícitamente en la receta los riesgos y contraindicaciones posibles del producto que suministramos. Porque conocer, de verdad, lo que va a terminar ocurriendo en temas económicos es una entelequia, sobre todo cuando cambian las tendencias y estructuras del pasado, es decir cuándo más se necesita.

Pasemos, sobre estas bases, al tema concreto de si ha habido predicciones que avisaran de la llegada de la pasada crisis. Una recesión como la ocurrida, pricipalmente, en el periodo 2008-2013, no ha sido prevista en forma cuantitativa aproximada antes de su inicio. Se han adelantado posibles impactos del estallido de la burbuja inmobiliaria y de reestructuración financiera, que se trasladaron, tímidamente, a una desaceleración progresiva del crecimiento. Pero nadie "imaginaba" la realidad de un "cisne negro" con quiebras en cadena e infección internacional de derivados financieros fraudulentos. Los economistas no disponemos de bola de cristal y nos tenemos que conformar con teorías, bases de datos, modelos y  experiencias acumuladas, aparte de intuiciones siempre peligrosas.

Utilizando datos del informe que, mensualmente realiza Consensus Forecast con predicciones "revisadas" por países y centros de predicción, dos economistas del FMI,  Hiles Ahir y Prakash Loungain publicaron un documento muy crítico sobre la habilidad demostrada para avisar del inicio y cambios de tendencia en el periodo de crisis ("There will be growth in the spring: How well do economist predict turning point" ,14/4/15).

Según los datos de países analizados, se produjeron 88 caídas/pais en recesión (entendidas como tasas anualizadas negativas de variación del PIB real) durante el periodo 2008-2012 de las que sólo 11 fueron adelantadas en septiembre del año anterior y ninguna en los dos primeros años, 2008-09.

Además, añaden Ahir y Prakash, las predicciones revisadas mes a mes, muestran una corrección a la baja en los años de recesión, pero a un ritmo tan lento como para no llegar a comprometerse en un cambio drástico de tendencia. Tratando de buscar explicación a estos fallos, sugieren tres posibles explicaciones:

  1. Los centros de predicción no disponen de suficiente información como para calibrar la caída en recesión, por carencias de sus modelos o el impacto de shocks inesperados.
  2. Los predictores carecen de estímulos (reducido beneficio personal frente a alto coste de reputación o incluso riesgo de perder empleo en caso de fallo) como para arriesgarse a adelantar un giro de la economía hacia la recesión.
  3. Aplican una táctica conservadora de revisión moderada y permanente en  respuesta a la nueva información entrante.

Estoy, en grandes lineas, de acuerdo con el diagnóstico de Ahir y Prakash, al que creo necesario añadir algunos matices relevantes.

El primero es partir del erróneo supuesto de que los predictores de temas económicos disponemos de modelos que, si fueran correctos en su estructura e hipótesis de entorno, darían automáticamente el diagnóstico correcto sobre evolución futura de una economía. Eso creía yo,un joven económetra con fe de carbonero en datos y modelos , hace treinta años. La realidad es que una gran mayoría de los centros de predicción de todos los países del mundo, no utilizan modelos empíricos formalizados. Los que sí disponemos de uno o varios modelos (p.ej. para datos anuales, trimestrales, de baja frecuencia o enfoques macro, meso y micro) sabemos que proporcionan una valiosa congruencia interna de sus soluciones numéricas, pero  también que pueden dar múltiples predicciones no siempre coincidentes.

Los resultados cambian no sólo con la estructura del modelo, sino con los datos (cambiantes y revisados de Contabilidad Nacional u otras fuentes) y con los supuestos sobre las variables de entorno del modelo (p.ej. crecimiento de los principales países del mundo, tipos de cambio, precios del petróleo, política monetaria o fiscal de la UE,…). Pero un modelo responde a una estructura, incorporada a los coeficientes de sus ecuaciones, deducida del pasado con la temeraria tarea de vislumbrar el futuro. Luego el predictor-modelizador no cuenta con un instrumento de diagnóstico único y fiable, sino con un simulador de alternativas que puede (y debe) utilizar como una herramienta más para establecer su arriesgada apuesta de futuro. Apuesta que no es sólo de crecimiento del PIB, sino de decenas o cientos de variables en los casos más elaborados.

Ahora, poneros en la piel del predictor (normalmente no una persona sino un equipo de trabajo). Sabemos, por ejemplo, que 2016 va a ser un año más complicado que el actual para la economía española. Nuestros modelos avisan de una reducción de la tasa de crecimiento por múltiples factores internos y de la economía mundial que no es esta ocasión de desmenuzar. Pero riesgos hay muchos y se escapan además a nuestro control: geopolíticos, precios de materias primas, desaceleración más o menos brusca de mercados emergentes,…¿Qué predicción dar que sea la más útil para la toma de decisiones de aquellas instituciones o personas que nos siguen?

Partamos del hecho de que revisamos nuestras predicciones de forma permanente (todas las semanas y las publicamos al menos mensualmente). Quienes siguen nuestra pista, lo primero que quieren saber es si somos ahora más optimistas o pesimistas que hace un mes y deben ser conscientes de que proporcionamos una expectativa de futuro, aunque la concretemos en una tasa incluso con decimales. Además deberían preguntarse en qué supuestos basamos esas expectativas, sus riesgos y posibles alternativas de predicción.

Si, al final, alguien nos culpa dentro de unos meses de haber reducido la tasa de crecimiento del PIB en España en sólo medio punto cuando haya caído, pongamos, más de uno o dos puntos por efecto conjunto de la confluencia de riesgos internacionales, la respuesta (no la disculpa) parece clara: ya hemos avisado de los riesgos, hemos elaborado alguno de los escenarios alternativos que considerábamos más probables. Pero nuestra solución básica no habría sido la de una caída súbita de la economía mundial, no considerada tampoco por los centros mundiales de predicción, públicos y privados.

Por todo ello, si queremos un veredicto en un juicio  a los escarceos de futuro de los economistas,mi opinión es que podemos considerar a la predicción económica culpable por sus errores, consecuencia de carecer de herramientas exactas para calibrar el futuro; pero debieramos dar un veredicto de inocencia, por realizar una tarea útil dentro de las limitaciones a las que, necesariamente, se enfrenta.

Antonio Pulido  https://twitter.com/psra 

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