viernes,19 agosto 2022
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El truco de la ecolocación

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No prueben a lanzarse desde un quinto piso y volar porque, de momento, no podemos. Lo que sí parece que somos capaces de hacer es ´ecolocar´. ¿Y eso qué es?, se preguntarán. Consiste en explorar el entorno a través de señales acústicas, algo que hacen los murciélagos. Investigadores de la Universidad de Alcalá han comprobado científicamente que el ser humano puede identificar algunos objetos sin necesidad de verlos, emitiendo ciertos chasquidos con la lengua. Esta capacidad, habitual en las "ratas voladoras" y los delfines, podría resultar de gran utilidad a los invidentes.

Investigadores de la Universidad de Alcalá de Henares han comprobado científicamente que el ser humano es capaz de desarrollar la ecolocación, que es una forma de explorar el entorno a través de señales acústicas, una propiedad característica de animales como delfines y murciélagos. Los resultados del estudio, publicado en la revista ´Acta Acustica united withy Acustica´, reflejan que la emisión de algunos chasquidos de la lengua ayudan a identificar los objetos de alrededor sin necesidad de verlos, algo muy útil para las personas ciegas.

Una capacidad infrautilizada que podría competir con los murciélagos

Así, el autor principal del estudio e investigador de la Escuela Politécnica Superior de la citada universidad, Juan Antonio Martínez, señala que los humanos pueden rivalizar con los murciélagos en la capacidad de ecolocación o bisónar «bajo ciertas circunstancias». Además, en declaraciones a Plataforma SINC indicó que su equipo científico ha iniciado unos estudios pioneros en todo el mundo con el fin de poder utilizar la capacidad infrautilizada que tiene el ser humano de ecolocación. En este primer trabajo, el equipo estudia las propiedades físicas de varios sonidos y propone el más efectivo para su uso en la ecolocación.

«El sonido casi ideal es el ´clic palatal´, un chasquido que se origina poniendo la punta de la lengua en el velo del paladar, justo detrás de los dientes, y realizando un movimiento rápido hacia atrás, aunque es frecuente hacerlo erróneamente hacia abajo», precisó Martínez, que añadió que estos sonidos tiene una forma muy similar a los que emiten los delfines, aunque éstos tiene órganos ya adaptados y pueden emitir 200 clics por segundos, mientras que el ser humano sólo alcanza a producir tres o cuatro.

Midiendo distancias

El director de la investigación explicó que la ecolocación es tridimensional y permite atravesar materiales opacos a la radiación visible, por lo que se puede medir la distancia de un objeto por el tiempo que transcurre entre la emisión de una onda acústica y la recepción del eco o la onda reflejada en ese objeto.

Para aprender a emitir, recibir e interpretar los sonidos los científicos están desarrollando un método con una serie de protocolos. El primer paso es que el individuo sepa ejecutar e identificar sus propios sonidos (son diferentes para cada persona), y después saber utilizarlos para distinguir los objetos según sus propiedades geométricas, «como lo hace el sónar de los barcos».

Ecolocadores famosos

Hasta ahora algunas personas ciegas habían aprendido la ecolocación de forma autodidacta «por ensayo y error». Los casos más conocidos son los estadounidenses Daniel Kish, el único ciego que ha conseguido el certificado de guía de otra persona invidente, y Ben Underwood, considerado como el mejor «ecolocador» del mundo hasta su fallecimiento a comienzos de 2009. Para desarrollar esta capacidad no hacen falta condiciones físicas especiales sino que con un par de horas diarias durante 15 días se podría distinguir si un objeto está delante y en otras dos semanas se puede llegar a diferenciar los árboles de una acera.

Los científicos reconocen que están empezando en este campo, pero las posibilidades que se abren con el desarrollo de la ecolocación humana son enormes. Esta técnica será muy práctica no sólo para personas invidentes, sino también para profesionales como los bomberos (podrían localizar los huecos de las salidas entre el humo) y los equipos de rescate, o simplemente para una persona perdida entre la niebla.

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