jueves,18 agosto 2022
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Hace medicina pero en el instituto llamó a renegociar deuda

Un joven de 17 años predijo la crisis de Abengoa

Redacción
Pepe Baltá Aymar, en su último año de Bachillerato en el Colegio Viaró (Barcelona), con solo 17 años, presentó este enero un trabajo en el que destapaba los mil y un problemas que hoy acosan a la empresa de ingeniería y energía Abengoa, detectando claramente que necesitaría renegociar la deuda. Pero hoy el joven en vez de estudiar ciencias empresariales hace medicina, según han publicado diversos medios.

Todo empezó, siguiendo la versión de LA VANGUARDIA, cuando su profesor de Economía, Juan Miguel Borda, le propuso a él y al resto de sus compañeros analizar las cuentas de una empresa del Ibex para que aplicaran los conocimientos teóricos aprendidos en clase. Parecía ser otro trabajo más.

Baltá escogió Abengoa como caso de estudio. “El profesor ya nos había introducido la empresa y vi que las cuentas estaban en línea, era accesible”, argumenta en el por qué de su decisión. “No la conocía y lo asimilé como una posibilidad de aprender sobre una empresa que no dominaba”.

El joven comenzó su trabajo y rápidamente vio que lo que tenía delante no era bueno. “Era una empresa rara porque se alejaba de los modelos que habíamos estudiado”, explica. Cuando empezó a ver que algo no funcionaba entendió que quizás era normal. “Era muy grande, podía ser su forma de funcionar”, argumenta. 

Pepe Baltá, estudiante que predijo la caída de Abengoa en un trabajo de Bachillerato
Pepe Baltá, estudiante que predijo la caída de Abengoa en un trabajo de Bachillerato (Cedidas-LV)

Pero una vez se metió de lleno en el tema, con el análisis de las cuentas, detectó crecimientos importantes en la deuda. “Concluí que Abengoa tenía una deuda muy grande. Demasiado grande. Una deuda que le supondría problemas de cara al futuro y entrar en suspensión de pagos”. Un patrimonio neto muy pequeño en relación al tamaño de la compañía, un pasivo corriente excesivo, falta de liquidez… Baltá ya enumeraba muchas de las características que hoy todos conocen y llamaba a renegociar la deuda de la compañía. A eso se le podría sumar un crecimiento acelerado basado en el crédito, una expansión internacional desmesurada y un entramado de empresas innumerables, como han apuntado en las últimas semanas las partes implicadas en el preconcurso (banca, auditoras, mediadoras…). 

“Si alguien con un conocimiento tan básico ha podido ver lo que podía pasar, también deberían haber podido los otros”, razona. Pero quizás ni expertos ni gente de la empresa lo vieron tan temprano. “Los empresarios lo debían saber”, apunta. Es posible que muy errado no esté, teniendo en cuenta las especulaciones sobre las salidas de la cúpula de la firma con indemnizaciones millonarias meses antes de que saltara todo. 

Baltá explica que no se le pasó por la cabeza hacer llegar el trabajo a gente de Abengoa.“Quizás debería haber dicho algo. Cuando lo descubrí pensé que no era mi asunto, para algo están las auditoras pensé. Si no lo hacen ellas que cobran una millonada…”. 

A pesar de ser una suerte de adivino, no le gusta ser el foco de atención. “Lo que hice no tiene mucha complejidad. No me veo como un descubridor de todo esto, quizás he salido a la luz como un descubridor por casualidades de la vida”. 

En línea con la poca trascendencia que le dio a su trabajo, Baltá olvidó el tema después de entregar lo que era un ejercicio de clase. De esta forma, no siguió la evolución de Abengoa. Al menos quedó satisfecho con el 10 que le puso el docente.

Pero después de que solicitara el preconcurso se ha reenganchado. “Lo había dejado de lado”, insiste. Como apunte, ni él contactó en su día con Abengoa ni Abengoa lo ha contactado a él después de salir a la luz su caso. 

Por desgracia, Baltá no se convertirá en un gurú de la economía: estudia Medicina en la UB. “Es mi vocación, lo he querido hacer desde que tenía cinco años”, argumenta. Ante la posibilidad de estudiar económicas, explica que eran asignaturas que le gustaban, que disfrutaba, pero que nunca han sido su primera opción.

En la familia nadie se lo reprocha. “Mi madre es profesora y mi padre se dedica a la banca, en una oficina”, explica insinuando que la economía no es cosa que le vaya en la sangre. Ahora, todos alardean y se enorgullecen de él. “Presumen mucho”, dice. Aunque no se siente cómodo en la situación: “Yo me muero de vergüenza”.

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