viernes,19 agosto 2022
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Universidad 4.0

Futurolandia
¿Universidad 4.0 debe entenderse como su adaptación a la Cuarta Revolución Industrial (Industria 4.0) o tiene su propia autonomía para integrarse en una revolución más amplia del conjunto de la sociedad? La posible confusión proviene del éxito comunicativo de ese 4.0 empresarial difundido por World Economic Forum en 2016, en que se anuncia el impacto sobre la industria de los sistemas cibernéticos, redes y nuevas tecnologías aplicadas a la producción, comercialización y gestión empresarial.

Cuando escribí, hace ya diez años, mi libro "El futuro de la Universidad. Un tema para debate dentro y fuera de las universidades", Ed. Delta,2009, en sus páginas finales planteaba la necesidad de aclarar hasta dónde pueden (y deben) llegar las universidades públicas en la búsqueda de fondos privados de financiación y de dependencia en la relación universidad-empresa. Decía entonces y reproduje en mi post https://www.antoniopulido.es/universidad-empresa-mas-contigo-menos-sin-ti/(abre en una nueva pestaña):

La Universidad no puede moverse exclusivamente a estímulos de unas señales cortoplacistas de las demandas de formación o de conocimientos. Ni la educación ni la ciencia son mercados clásicos de oferta/demanda. Por tanto, y para evitar equívocos o interpretaciones interesadas, propongo no utilizar, en general, el término “mercado” referido a la Universidad.

Otra cosa es admitir que la sociedad tiene derecho a pedir a la Universidad, especialmente a la pública, que financia con sus impuestos, unos resultados en consonancia con sus necesidades. Y para el bien de todos, esas necesidades deben quedar claras y responder a una visión amplia y de largo plazo. Por ello, creo que las universidades deben rendir cuentas a la Sociedad en su conjunto, pero con ciertas garantías.

Respecto a las empresas, tampoco me parece aceptable el referirse, preferentemente, a las universidades como empresas de servicios educativos y de I+D; ni admitir que deben, como norma, responder a las necesidades que planteen las empresas.

Producen unos servicios de interés público, con externalidades que benefician a toda la sociedad, a precios públicos en la mayoría de los casos, y que, para las universidades públicas, debe garantizarse que no supongan favoritismos para determinados destinatarios. Por tanto, está claro para mí y creo que para la mayoría de los universitarios, que la Universidad “no se vende a la empresa”. Mi recomendación es que tampoco identifiquemos empresa con el destino único de nuestros estudiantes, ni de nuestra investigación, ni tampoco con una gestión eficaz.

Entiendo que a muchos universitarios les suene mal el oir hablar de adecuar nuestros planes de estudio o nuestros planes de I+D a las “necesidades de las empresas”. Otra cosa es adaptarnos, con cautela, a las peticiones que surjan de la sociedad en términos de “empleabilidad” de nuestros futuros graduados o de “repercusión social” de nuestros esfuerzos en I+D.

Y digo con cautela, porque creo que es evidente que la formación universitaria no tiene que responder sólo a los posibles empleos disponibles ni a la utilidad directa de los avances científicos. Habrá que atender también demandas sociales no inmediatas ni vinculadas directamente a la búsqueda de un puesto de trabajo bien retribuido o a un descubrimiento de alto valor económico.

Modestamente, me permito recomendar a políticos, empresarios y líderes de opinión utilizar con mesura estas y otras cuestiones que pueden producir rechazo en muchos universitarios si no se matizan suficientemente. Los que deseamos reformar nuestra actual Universidad y hacerla más cercana a las necesidades de la Sociedad, debiéramos recordar que tenemos que contar con el mayor número de adeptos para que los universitarios apoyen activamente ese cambio.

En esta línea, es preciso no confundir, en nuestras conversaciones o escritos, necesidad con mercado, sociedad con empresa, mejoras de gobernanza con gestión “empresarial”, empleo con formación o avances de conocimiento con patentes o modelos de utilidad.

A partir de aquí, reconozcamos que la demanda de ciertos servicios universitarios o titulaciones es una guía que se debe tener en cuenta; que una gran parte de nuestros graduados universitarios terminan trabajando en empresas; que una gestión eficaz es necesaria para todo tipo de instituciones; que el saber por el saber tiene sus límites para devolver a la sociedad lo que ésta nos da.

En resumen: innovación y capital humano de calidad, exigen transferencia de conocimientos en una acción conjunta universidad, empresa, sector público. Es lo que algunos expertos han denominado la "triple hélice" : un motor que mueve a la sociedad entera con una colaboración responsable y con visión de futuro de una hélice con esas tres palas: universidades, empresas e instituciones sin fines de lucro/ AAPP.

Hace unos meses  insistía   https://www.antoniopulido.es/de-economia-4-0-a-sociedad-5-0:

Pasar de considerar como meta prioritaria una super-tecnificada Industría 4.0 a una super-inteligente, pero también humanista y solidaria, Sociedad 5.0 ha sido un salto decisivo que se va asimilando paso a paso. Lo que empieza como llamada a una radical tecnificación industrial, va transformándose progresivamente en una exigencia para todo el proceso económico (Economía 4.0), para todo el proceso integrador de la economía mundial (Globalización 4.0) y culmina en una nueva visión de la sociedad en su conjunto.

Ya en 2016 la Federación empresarial de Japón (Keidanren) elaboró un primer documento (http://www.keidanren.or.jp/en/policy/2016/029_outline.pdf) titulado Hacia la realización de una nueva economía y sociedad. Reforma de economía y sociedad para profundizar en la "Sociedad 5.0".  Suponía marcar como objetivo alcanzar el nivel 5 de Sociedad super-inteligente,tras la evolución  desde las sociedades de la caza, agraria, industrial y de la  sociedad de la información de finales del siglo XX.

Para alcanzar este nuevo nivel, la iniciativa japonesa detecta cinco murallas de contención a derribar (https://www.i-scoop.eu/industry-4-0-society-5-0/):

  1. Administración Pública, que se implique en una auténtica estrategia nacional
  2. Sistema legal, que incentive la implementación de técnicas avanzadas
  3. Marco tecnológico, desde una política agresiva de I+D hasta los "fundamentos del conocimiento" y la protección de los principales avances tecnológicos y sus impactos
  4. Recursos humanos, con una adecuada reforma educativa y de gestión de recursos humanos en habilidades digitales avanzadas
  5. Aceptación e implicación social (la gran muralla), considerando aspectos incluso éticos sobre la relación hombre-máquina o filosóficos sobre aspectos tales como la felicidad individual.

Hace ahora un año (mayo de 2018)) dediqué un post a la innovación en la universidad https://www.antoniopulido.es/universidad-innovacion-y-capital-intangible/que iniciaba con estas palabras:

"Las universidades son un componente clave de la innovación económica y social de un país, así como de su capital intangible. Pero, además, su papel se refuerza por su elevada contribución al capital humano y al capital social. El futuro de la universidad condiciona radicalmente el futuro de la sociedad. Por ello, la universidad debe ser un ejemplo de innovación y liderazgo en la acumulación de esos múltiples activos intangibles que transfiere permanentemente a la economía y a la sociedad. Debe ser la punta de lanza del cambio de todo el sistema."

Y añadía que no creo que nuestra universidad merezca una valoración global negativa de su adaptación al cambio, su capacidad innovadora y su aportación al capital intangible, humano y social. Pero que tampoco creo que debamos contentarnos con lo hecho y con el ritmo de mejora cara a los desafíos de futuro.

Tenemos, poco a poco, una universidad más internacional, escalando puestos en los ranking mundiales de calidad e incorporando cambios en docencia, investigación y organización en linea con las nuevas tecnologías.

Todos debemos felicitarnos por el esfuerzo, pero no debiéramos caer en un optimismo sobre situación y ritmo del cambio. Una universidad renovada es mucho más que realizar algunas adaptaciones de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). Es una transformación radical de la gestión universitaria, del proceso educativo, de la capacidad investigadora y de la conexión con el entorno social.

Volví sobre el tema al comentar un post del blog Studia XXI (F.Llorens y A.Fernández 21/11/18) para aclarar que la transformación digital exige poner el foco en la tecnología, pero que no basta con la tecnología y que, además, es la estrategia quien debe dirigir la transformación digital.                                                            https://www.universidadsi.es/aproximacion-a-una-medida-de-la-transformacion-digital-de-las-universidades/

"Digitalizar es usar las tecnologías de la información para ofrecer soluciones más eficientes a necesidades ya existentes. Sin embargo, la transformación digital consiste tanto en digitalizar como en detectar cual es el potencial de una tecnología para transformar los procesos universitarios o crear nuevos servicios o procesos estratégicos basados en dicha tecnología."

Así diferencian cuatro niveles en la transformación digital de las universidades:

  1. Gestión digital, en que las tecnologías ayudan a hacer más eficientes procesos ya existentes pero no estratégicos.
  2. Innovacióndigital, en que se crean nuevos procesos aunque no estratégicos.
  3. Gobierno digital, aplicaciones que una adecuada gobernanza convierte procesos en estratégicos.
  4. Transformación digital, cuando el alto potencial de una nueva tecnología provoca la creción de nuevos procesos disyuntivos y estratégicos para la universidad.

Estando de acuerdo, en general, con estos matices fundamentales, insistiría en las ideas que ya defendí en mi post al que ya he hecho referencia:

No podemos conformarnos con una universidad adaptándose a las nuevas circunstancias y tratando de incorporar las tecnologías emergentes. Necesitamos un cambio radical y eso exige (entre otras múltiples acciones): acabar con las plantillas estancadas de personal, adaptar los procedimientos de promoción profesional, flexibilizar las relaciones con el entorno social, mejorar la gobernanza, implantar planes estratégicos realistas, potenciar la interdisciplinariedad y la internacionalización de profesores-investigadores, alumnos y relaciones institucionales.

Y todo ello conscientes de nuestra situación en innovación y activos intangibles que nos obliga a reducir, progresivamente, los desfases de partida. No basta con andar hacia la universidad del futuro; hay que correr y además acertar con el camino correcto. Podemos pedir el esfuerzo de todos los universitarios, pero también dándoles los recursos y el reconocimiento que se merecen.

Tiene pleno sentido la cita de la Reina Roja a Alicia que @francisco_longo hace en Agenda Pública referido aquí a la universidad (http://agendapublica.elperiodico.com/la-universidad-en-el-planeta-de-la-reina-roja/) :

"Lo que es aqui, como ves, hace falta correr todo cuanto uno pueda para permanecer en el mismo sitio. Si se quiere llegar a otra parte hay que correr por lo menos dos veces más rápido".

En este post, cuya lectura recomiendo, Longo cita a algunos que pronostican incluso el inevitable cierre de muchas universidades (personalmente también lo hice hace tiempo en https://www.antoniopulido.es/universidades-en-cambio-o-riesgo-de-desaparicion/)

y añade un aviso que comparto: "Rehuyendo el catastrofismo, es notorio que la globalización y la disrupción tecnológica, combinadas, impulsan tendencias de fondo que desafían la propuesta de valor que las universidades vienen trasladando a la sociedad y cuestionan el alcance y la validez de su contribución a las finalidades colectivas".

No hay otra solución que reconocer el reto global al que se enfrentan las universidades, aceptar el diagnóstico de gravedad de nuestra situación y correr todo lo rápido que podamos…pero acertando con el camino correcto.

Antonio Pulido http://www.twitter.com/@PsrA

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